Existen muchas historias sobre reinos que solo están en los cuentos de hadas y leyendas, las cuales nacen del miedo a la oscuridad, a lo desconocido, a lo que escapa por completo a nuestra comprensión.
Se dice que, si matas a un espíritu guardián del bosque, debes tomar su lugar; al recibir tal responsabilidad, cambia tu alma y tu cuerpo. Imagina cuán doloroso debe ser sentir que se rompan tus huesos, que cada pecado tome la forma de demonios que esperan, ansiosos, verte caer, que cedas a sus deseos. Este es el precio a pagar por insultar, engañar o matar a un espíritu del bosque.
Los humanos codician y hacen lo que sea por alcanzar aquello que anhelan. Pero en su búsqueda, a menudo rompen reglas, promesas, e incluso traicionan lo que más deseaban proteger. Algunos lo llaman ambición; otros, el deseo inconsciente de ser libres.
Las leyes nos encadenan, reprimiendo nuestra verdadera naturaleza. Sin embargo, cuando esta finalmente se revela, el mundo se niega a aceptarla. Y en su intento desesperado por purgar el pecado, el ser humano recurre a actos de aparente bondad, esperando recibir el perdón de los dioses. Pero esa supuesta virtud no es más que un disfraz para el miedo: miedo a nuestra propia esencia y al rechazo de la manada.
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—¡El que encuentre al otro gana! —Gritó la hermana pequeña con emoción.
La pequeña con rodillas sucias tenía una piel blanca y un cabello de color negro azabache, con mejillas regordetas que estaban teñidas de tono rosa por el esfuerzo de jugar, su cuerpo era delgado para su edad, pero no le quitaba el encanto de la inocente infancia. Los ojos del hermano se mueven inquietos hacia el bosque donde quiere jugar su pequeña hermana, su madre siempre les advertía y regañaba sobre los peligros del bosque. La niña apretó con fuerza su mano e hizo un puchero encantador para convencerlo.
El hermano más grande fijó sus ojos verdes fangoso en la mirada azul de la pequeña, resultaba tan encantadora e inocente que era difícil negarle algo, en especial cuando era tan buena todo el tiempo. La vista de los dos pequeños resultaba encantadora, la niña agitando sus pestañas de forma tierna, mientras juntaba sus pequeñas manos rogando a su hermano mayor.
Terminó convenciéndolo.
Con una sonrisa incomoda siguió a su hermana al bosque, que estaba cerca a la casa de su abuela. Lo que sucedió en aquel lugar nadie lo supo, no hubo testigo que pudiera explicar el silencio del bosque; la energía macabra que flotaba en el aire, la expresión de horror y el enmudecimiento de la pequeña. No hubo huellas que encontrar, prendas o sangre en el lugar. Solo existía la certeza de que dos niños habían ingresado al bosque, pero solo había regresado uno, además de que investigar más a fondo traía desgracia a quien fuera. Nadie esperaba que una tragedia tan grande ocurriera en un pueblo tan tranquilo.
El hermano mayor falleció.
No, fue entregado como forma pago a una deuda enorme con el bosque.