Relámpagos en la niebla

Capitulo 2: El encuentro en la niebla

La niebla, espesa y fría, se deslizaba por el bosque de Noctharis como un río de sombras, ocultando todo a su paso. El aire estaba cargado con la humedad de la tormenta, y cada árbol parecía susurrar secretos a aquellos lo suficientemente valientes como para adentrarse en su reino. La princesa Eryndra cabalgaba a lomos de Umbra, su caballo alado negro, sintiendo la electricidad en el aire vibrar al compás de su respiración. Los cascos de Umbra resonaban en la tierra húmeda, como un preludio de lo que venía.

Eryndra necesitaba escapar. Necesitaba despejar su mente.

Había sido una semana difícil, llena de presiones, de tensiones políticas, de murmuraciones sobre la guerra que se avecinaba. Su padre, el rey, había empezado a insistir aún más sobre su preparación para asumir el trono. Había hablado de alianzas, de estrategias y de consolidar su poder para enfrentar a Velmora, pero todo le sonaba hueco. No sentía que estuviera lista para gobernar. No sentía que el reino fuera suyo, aunque su nombre estaba escrito en las estrellas, marcado por el destino y la furia del linaje.

Y había algo más. Algo que no podía sacudirse de la mente. El nombre de Kael.

El hijo del rey Alistair.

Cuando lo había visto por primera vez, frente a su puerta, su alma había sentido una especie de choque, un tirón misterioso que no lograba comprender. En su cabeza, las palabras que él había pronunciado resonaban como un eco: “Debería matarte”. Sin embargo, su presencia no había sido de un enemigo feroz, sino de algo más complicado, algo impredecible. Algo que la desarmaba de una forma que no entendía.

Eryndra espoleó a Umbra, avanzando rápidamente hacia los límites del bosque, donde los árboles se abrían y dejaban paso a la neblina espesa que cubría el valle. Aquí, donde la niebla era tan densa que podía tragarse todo a su paso, se sentía como si el tiempo mismo se detuviera. En este lugar, podía pensar con claridad.

La princesa despidió la niebla que rodeaba sus pensamientos, cerró los ojos y dejó que el aire frío acariciara su rostro. A veces, necesitaba un espacio donde el peso de la corona, el miedo a la guerra y la incertidumbre de su futuro pudieran disolverse en el viento. Necesitaba desconectarse, al menos por un momento.

“Solo unos minutos más”, pensó, dejando que su respiración se calmara, que la energía de la tormenta se apagara momentáneamente.

Pero el destino tenía otros planes.

Un crujido en las ramas detrás de ella hizo que sus ojos se abrieran de golpe. Umbra, siempre alerta, se tensó bajo ella, y Eryndra sintió cómo la electricidad recorrió sus dedos, lista para desatarse.

En el borde del claro, entre la niebla, apareció una figura. Un hombre alto, con el cabello oscuro y rebelde, de ojos oscuros como la noche. La misma figura que había estado rondando sus pensamientos desde su encuentro anterior.

Kael.

Eryndra lo reconoció al instante, y un sentimiento ambiguo se instaló en su pecho. Un conflicto profundo entre el odio heredado, la desconfianza hacia el enemigo, y algo más. Algo que no entendía del todo, pero que lo había visto en su mirada cuando sus ojos se cruzaron por primera vez.

—Pensé que te habías ido —dijo Eryndra, con voz firme, aunque no pudo evitar que un destello de confusión se asomara en su mirada.

Kael no contestó de inmediato. Su mirada era dura, fija, como si estuviera evaluando cada palabra que ella pronunciaba. Su expresión era difícil de leer, pero algo en su postura, en la forma en que no retrocedió ante su presencia, le hizo saber que las intenciones que llevaba no eran simples.

—¿Qué haces aquí? —preguntó ella, ya sabiendo la respuesta, pero no dispuesta a mostrar debilidad.

Kael la observó en silencio durante un largo momento, sus ojos analizándola, recorriéndola como si viera más allá de su apariencia. Ella lo sostuvo, sin ceder. Sin embargo, la tensión entre ambos era palpable, como un campo de energía invisible.

—Te he seguido —dijo por fin, su voz grave cortando el aire—. Quiero saber por qué no temes.

La pregunta la desconcertó. No temía. No a él, al menos. En la guerra, el miedo era una herramienta más, pero no había espacio para eso en su alma. Su corazón latía con la furia de una tormenta, pero era un latido firme, controlado.

—¿Por qué debería temerte? —respondió Eryndra, su tono desafiante, su mirada fija en él.

Kael dio un paso hacia ella, la niebla envolviéndose a su alrededor como un velo siniestro. Su sombra creció, oscura y alargada, hasta que estuvo tan cerca que Eryndra pudo sentir su aliento en el aire. El contacto visual entre ambos era como una batalla silenciosa, una lucha de voluntades que no podía romperse.

—Porque soy tu enemigo —dijo Kael, las palabras sonando como una amenaza contenida. Su voz estaba impregnada de una ira latente, pero también de algo más profundo, algo que Eryndra seguía sin definir.

El corazón de la princesa latió con fuerza, pero no dio un paso atrás. En lugar de eso, dejó que la electricidad en sus dedos aumentara. No quería atacarlo, no quería mostrar su poder tan pronto. Pero la amenaza en sus palabras la desbordaba.

—¿Y qué harás? —preguntó ella, su tono desafiante más firme que nunca—. ¿Matarme?

Kael permaneció en silencio, su mirada fija en la princesa. Podía sentir la tensión en el aire, como si un solo movimiento pudiera desencadenar una explosión. Eryndra estaba lista para lo que fuera, lista para defenderse, para mantener su reino a salvo.

Pero lo que sucedió a continuación la sorprendió.

Kael levantó la mano, como si estuviera meditando, y luego, con un suspiro apenas audible, dio un paso atrás. La niebla pareció abrirse a su alrededor, como si la atmósfera misma reconociera la guerra silenciosa que estaba librando.

—No te mataría —dijo en voz baja, pero con una intensidad que la paralizó momentáneamente—. No... no aún.

Eryndra lo miró con desconcierto, su mente dando vueltas mientras intentaba comprender qué significaban esas palabras. Era su enemigo, el hijo del hombre que había jurado destruirla. ¿Por qué, entonces, no la atacaba? ¿Por qué no la destruía en ese mismo instante?




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