Relámpagos en la niebla

Capítulo 4: Primeras Chispas

La batalla entre Eryndra y Kael estaba lejos de haber terminado. El aire se cargaba de electricidad, y sus espadas se entrelazaban una y otra vez, chocando con el sonido agudo de la guerra. Los rayos de Eryndra iluminaban la oscuridad de la noche, mientras Kael, con su espada de acero negro, repelía los ataques con una habilidad sobrenatural. Cada uno de sus movimientos era calculado, como si estuviera leyendo los pensamientos de su oponente, anticipándose a cada uno de sus movimientos.

Eryndra lo sentía: él estaba probando sus límites, empujándola, pero también desafiándose a sí mismo. No era solo un duelo físico. Había algo más en juego, algo mucho más profundo, algo que ni siquiera ellos entendían completamente.

La princesa dejó escapar un gruñido cuando Kael la desarmó, su espada volando por los aires. En ese instante, sintió la electricidad en sus venas, la necesidad de liberarla, de desatar una tormenta que terminaría con todo. Pero se contuvo. Sabía que su poder podía ser letal, y algo dentro de ella le decía que no debía matarlo. No aún.

Kael se acercó a ella con paso firme, su mirada llena de determinación. La respiración de ambos era pesada, pero ninguno de los dos parecía dispuesto a ceder. En sus ojos brillaba algo más que el desafío. Algo... peligroso.

"¿Por qué no lo haces?" preguntó Kael, su voz grave. "¿Por qué no me matas? ¿Qué te detiene?"

Eryndra lo miró fijamente, su corazón latiendo con fuerza. La duda, esa pequeña chispa de incertidumbre que había estado acechando en su interior, ahora se había transformado en una llama que ardía con fuerza.

"No es el momento", respondió Eryndra, su voz baja pero firme. "No... no quiero matarte. No aún." dijo repitiendo las palabras que usó el en una ocasión.

Kael frunció el ceño, como si la respuesta lo sorprendiera. Pero no hubo tiempo para más palabras, porque, en ese instante, ambos sintieron algo. Algo que los hizo detenerse, como si un poder invisible los hubiera paralizado.

La niebla, que antes era densa y opaca, comenzó a dispersarse. Un susurro a lo lejos. Un grito ahogado. Y antes de que pudieran reaccionar, ambos escucharon un ruido sordo: una cabalgata. Muchos caballos, muchos hombres. Algo grande estaba sucediendo.

Eryndra dio un paso atrás, la tensión en su cuerpo palpable. El rayo que había estado a punto de lanzar se desvaneció, y con él, la furia que la había embargado. Ella no sabía qué estaba pasando, pero sabía que ahora no era el momento de pelear. No con Kael. No con nadie.

"Nos veremos pronto, princesa", dijo Kael, con una sonrisa feroz. Pero sus ojos no reflejaban la misma seguridad de antes. Algo había cambiado, algo que ni él mismo podía explicar.

Con un rápido movimiento, Kael se dio la vuelta y desapareció entre la niebla. Eryndra lo miró alejarse, su mente luchando por procesar lo que acababa de suceder.

El siguiente día, Eryndra dejó su castillo en busca de respuestas. No podía dejar que lo ocurrido la consumiera. Tenía una misión, una guerra que liderar, pero también había algo dentro de ella que necesitaba descubrir: la verdad detrás de Kael, su poder, y sus motivaciones. Algo, en el fondo, le decía que la clave de todo esto estaba en él.

Mientras cabalgaba a través de la niebla, su mente se llenaba de preguntas. ¿Por qué Kael había estado tan cerca de matarla y, sin embargo, se había detenido? ¿Qué lo había hecho cambiar de opinión? El odio entre ellos era innegable, pero había algo más, algo que no podía comprender completamente.

En su camino, llegó a un pequeño poblado cercano, un lugar que no había visitado en años. Era un lugar tranquilo, pero con un aire tenso. Algo en el ambiente la hizo sentir incómoda, como si algo estuviera a punto de suceder. Ella sabía que el reino de Velmora también tenía intereses en esa zona, pero hasta entonces, nunca se había preocupado mucho por ello. Sin embargo, ahora, algo le decía que debía estar alerta.

Cuando llegó al centro del poblado, se dio cuenta de que no estaba sola. Kael estaba allí también.

"¿Qué estás haciendo aquí?" preguntó Eryndra, sorprendida al verlo en el mismo lugar.

Kael la miró sin inmutarse. "Lo mismo que tú, princesa. Observando."

"¿Observando qué?" preguntó ella, frunciendo el ceño.

"El destino", respondió Kael, y aunque sus palabras sonaban desconcertantes, Eryndra percibió una verdad cruda en su tono. "O quizás, el futuro."

Los dos permanecieron en silencio, observando el bullicio del pueblo. Los habitantes parecían temerosos, mirando a su alrededor como si esperaran que algo o alguien apareciera de un momento a otro. Eryndra podía sentir la tensión en el aire, una vibración en la atmósfera que la hacía sentir que algo importante estaba por ocurrir.

"¿Qué significa esto?" preguntó Eryndra, mirando a Kael. "¿Por qué estamos aquí?"

Kael no respondió de inmediato, pero sus ojos brillaban con una mezcla de confusión y concentración. "Ambos estamos aquí por una razón. Y es la misma."

Eryndra lo observó con atención, tratando de descifrar sus palabras. "¿De qué estás hablando?"

Kael finalmente dejó escapar un suspiro, como si hubiera estado esperando que alguien hiciera esa pregunta. "Los dos somos parte de algo más grande, princesa. Algo que ni tú ni yo entendemos completamente. Pero lo descubriremos."

La tensión entre ellos creció, pero esta vez, no era de guerra. Era una especie de silencio compartido, una comprensión tácita de que algo estaba a punto de cambiar, algo que ni siquiera ellos podían prever.

En ese momento, ambos sintieron un extraño tirón en el aire. La electricidad, como una corriente invisible, parecía fluir entre ellos, y Eryndra sintió un leve estremecimiento en su cuerpo. Era como si el destino los hubiera unido de alguna manera que ninguno de los dos comprendía, pero que no podían evitar.

"¿Te atreves a confiar en mí, princesa?" preguntó Kael, sus ojos profundos y oscuros, como un abismo que la invitaba a saltar.




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