Relámpagos en la niebla

Capítulo 7: El Vínculo Prohibido

La noche había caído en el reino de Noctharis, pero, para Eryndra, el mundo no había sido más brillante en mucho tiempo. Después de días de incertidumbre, de temores y de dudas que se acumulaban como tormentas a punto de estallar, algo dentro de ella había cambiado. En el silencio de la noche, la princesa había tomado una decisión. Ya no podía seguir ignorando lo que sentía, ni las fuerzas que se desataban en su interior con cada pensamiento, con cada mirada hacia él.

Kael.

El nombre resonaba en su mente como una melodía prohibida. A pesar de las amenazas, las guerras, el odio entre sus reinos, Eryndra había cruzado la línea invisible que separaba el amor y el odio. Había llegado a un punto en el que ya no podía negar lo que su corazón sentía. Y el hecho de que él también luchara contra su propio deseo la hacía sentir más conectada a él que nunca.

Casi inconscientemente, Eryndra caminó hacia los jardines del castillo, donde la brisa nocturna agitaba suavemente sus cabellos. La electricidad en el aire parecía cargarse a medida que avanzaba, su poder resonando en el entorno. La princesa sabía exactamente a dónde se dirigía, como si una fuerza invisible la guiara hacia él.

El destino, caprichoso y cruel, había hecho que se encontraran, y ahora no podía evitar el magnetismo que los unía. Pero algo en su interior le decía que debía hacer algo más, algo que no había hecho antes: tomar lo que era suyo, aunque eso significara desafiar todo lo que se esperaba de ella.

"Kael", murmuró su nombre al llegar a la entrada de la oscuridad del bosque. Las sombras parecían esconderlo, pero Eryndra sabía que estaba allí, esperando, tan perdido como ella.

De repente, lo vio. Kael estaba de pie entre los árboles, su figura esculpida por la tenue luz de la luna, su rostro tenso, sus ojos llenos de conflicto. A pesar de la distancia, su presencia era tan poderosa que Eryndra sintió cómo su corazón aceleraba al instante.

"Te he estado buscando", dijo ella, su voz temblando ligeramente, pero determinada.

Kael giró hacia ella, como si hubiera sabido que estaba allí. Los dos se miraron en silencio durante unos segundos, un silencio lleno de palabras no pronunciadas, de sentimientos que ambos compartían, pero que ninguno se atrevía a admitir. La tensión entre ellos era palpable, como una cuerda a punto de romperse.

"¿Por qué?", preguntó él, su tono bajo, cargado de tensión. "Ya te lo he dicho antes, Eryndra. No podemos seguir viéndonos. No podemos seguir... esto."

Eryndra no respondió de inmediato. En su lugar, dio un paso hacia él, y luego otro, hasta quedar a solo unos centímetros de distancia. Su corazón latía con fuerza, pero no era miedo lo que sentía, sino algo mucho más profundo, algo que la impulsaba a no retroceder.

"No puedo seguir ignorando lo que siento", dijo ella, sus ojos brillando con una intensidad que solo él podía ver. "Y sé que tú tampoco puedes hacerlo."

El rostro de Kael se endureció, como si estuviera luchando con todas sus fuerzas para mantener su distancia, pero no podía ocultar el conflicto que se reflejaba en sus ojos. "Eryndra, esto... esto no puede ser."

"¿Por qué?", preguntó ella, con una voz suave, casi un susurro. "¿Por qué no puede ser?"

Kael bajó la mirada, como si el peso de la guerra, de sus deberes y su lealtad a su reino fuera demasiado para soportarlo. "Porque es peligroso", murmuró. "Porque no puedo permitirme amar a la hija de mi enemigo. No puedo permitirme... sentir lo que siento por ti."

Pero Eryndra ya no podía detenerse. Un impulso profundo la atravesó, algo más allá del control. Alzó la mano, temblando ligeramente, y tocó su rostro, deslizándola por su mejilla hasta alcanzar su cuello, donde la piel ardía bajo su toque. El roce de sus dedos era como una descarga eléctrica, tan sutil, pero tan poderosa.

"Yo no te pido que me ames", dijo Eryndra, su voz apenas audible. "Pero sé lo que siento por ti, Kael. Y sé que tú sientes lo mismo."

El príncipe miró sus ojos, y por un instante, sus defensas cedieron. La lucha interna se reflejaba en su rostro, en el modo en que sus labios se apretaban, en la tensión de su mandíbula. Y luego, sin previo aviso, sus manos tomaron el rostro de Eryndra, y la atrajo hacia él en un gesto impetuoso.

El beso llegó sin palabras, violento y suave a la vez, una explosión de deseo reprimido que había estado latente durante tanto tiempo. Los labios de Kael se encontraron con los de Eryndra con una pasión que desbordaba los límites de la razón. La electricidad de sus cuerpos se entrelazó en un chispazo instantáneo, como si sus almas se reconocieran en la fracción de un segundo.

Pero justo en ese momento, algo cambió. La corriente de poder que Eryndra llevaba dentro de sí se desbordó. Fue como si una chispa de energía recorriera sus venas, extendiéndose por su cuerpo, hasta llegar a sus dedos, que aún rozaban el rostro de Kael. Con un leve movimiento, Eryndra dejó que esa energía fluyera, emitiendo una onda eléctrica suave, casi imperceptible, pero poderosa. Era una corriente de amor, de deseo, de todo lo que sentía por él. Una energía que se fundió con la intensidad del beso y lo envolvió todo.

Kael sintió el cambio al instante. Su cuerpo reaccionó ante la corriente de energía que le atravesaba, y por un momento, perdió toda la conciencia de la razón. El miedo a lo prohibido desapareció, dejando solo el deseo, el deseo de lo que había estado negando tanto tiempo.

Eryndra lo sintió, y por fin, cuando se separaron, ambos respiraban agitados, como si hubieran sido arrastrados por una tormenta. Kael la miró, la confusión en sus ojos era ahora más palpable que nunca.

"¿Qué has hecho?" preguntó Kael, su voz temblorosa, su cuerpo aún vibrando con la electricidad que ella había liberado. "Esto no puede ser... no sé si puedo..."

"Puedes", respondió Eryndra, acercándose a él, colocando una mano sobre su pecho. "Puedes porque no somos nuestros destinos. No somos lo que nos imponen."




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