Relámpagos en la niebla

Capítulo 13: La Noche de la Traición

La tierra temblaba bajo el rugido de los cascos de los caballos, el estrépito de las espadas chocando contra los escudos y el aullido de los hombres en batalla. La guerra entre Noctharis y Velmora estaba en su apogeo, un enfrentamiento que parecía no tener fin. La niebla de la madrugada se alzaba sobre los campos de batalla, envolviendo todo en una atmósfera sombría, como si la misma muerte estuviera mirando desde las sombras. Eryndra, de pie en lo alto de una colina, observaba el avance de sus tropas, sus ojos encendidos por el odio y la determinación.

Su corazón palpitaba con fuerza mientras las ráfagas de viento desordenaban su largo cabello rizado. Las nubes se reunían, oscilando sobre su cabeza como presagiando el desastre que se estaba gestando. Estaba lista para luchar, para darlo todo. El tiempo había llegado, la guerra se había desbordado, y ella tenía que tomar su lugar como líder. Pero, en su interior, algo la perturbaba. Una inquietud, un presentimiento que no podía deshacerse. ¿Kael estaría allí? ¿Sería posible que él estuviera al lado de su padre, luchando contra ella?

Un grito a su izquierda la sacó de sus pensamientos. Era su capitán, quien venía hacia ella a galope tendido. “¡Princesa! ¡La batalla ha comenzado! El enemigo está avanzando rápidamente hacia el pueblo de Arnon!”

Eryndra asintió con determinación. No podía perder más tiempo. Sin embargo, su mente no dejaba de dar vueltas a la posibilidad de que Kael estuviera en el campo de batalla, luchando contra ella, a su lado… o en su contra.

Eryndra estaba sola, rodeada de las sombras que se alargaban por las frías paredes de su sala privada en el castillo. La brisa nocturna acariciaba sus cabellos, pero ni el aire fresco ni la tranquilidad del silencio lograban apaciguar el caos que reinaba en su interior. Se acercó a la ventana, mirando la oscuridad que se extendía más allá del castillo, perdiéndose en el horizonte, como si fuera la misma distancia que la separaba de Kael en ese momento.

—¿Por qué? —murmuró, su voz temblando, pero firme, como si intentara aferrarse a alguna certeza. Pero no podía encontrarla. El recuerdo de lo que su madre le había dicho la perseguía, como una sombra implacable.

"Kael está jugando contigo, Eryndra. No confíes en él. Él nunca será leal a ti."

Esas palabras seguían sonando en su cabeza, repitiéndose, retumbando con la fuerza de un tambor. A pesar de todo lo que había compartido con Kael, de todas las noches robadas, de las palabras susurradas, de las promesas rotas y las caricias furtivas, la duda había echado raíces en su corazón. Había visto cómo su madre, siempre calculadora, siempre fría, la observaba con una mirada que delataba el desprecio por cualquier cosa que no fuera el deber.

Pero Eryndra no podía olvidarse de la mirada de Kael cuando la miraba. No podía ignorar cómo su aliento se aceleraba cuando ella estaba cerca, cómo sus manos temblaban cuando se tocaban. Y aún así, la voz de su madre resonaba con fuerza en su mente, pintando a Kael como un traidor, un hombre que había jugado con ella desde el principio.

—Si fuera cierto... si él me estuviera usando... ¿qué haría? —se preguntó en voz baja. Las palabras parecían vacías, como un eco sin respuesta.

Pero en su corazón sabía que no podía permitir que esa duda se apoderara de ella. Aun cuando la posibilidad de que Kael la traicionara era aterradora, algo en ella se negaba a creerlo. El amor que había sentido —y que, de alguna manera, aún sentía— por él no podía ser simplemente una ilusión. No podía.

—No puedo permitir que el miedo me controle. —Sus manos se apretaron contra el cristal de la ventana, como si tratara de aferrarse a algo sólido en un mundo que se desmoronaba a su alrededor. El viento soplaba con fuerza, pero ella no se movió. No podía. —Kael... nunca fue un enemigo. Si él... si él lucha contra mí, será por su deber. Por su padre.

Se dio la vuelta, caminando hacia el centro de la habitación. Su mente, sin embargo, seguía corriendo en círculos. ¿Qué haría si se enfrentara a mí? Cada posible escenario se desplegaba en su mente como una sucesión de imágenes, cada una más dolorosa que la anterior. ¿Qué pasaría si Kael estuviera del otro lado de la batalla? ¿Si las fuerzas de Velmora, bajo su mando, se levantaran contra ella? ¿Si tuviera que enfrentarse a él, espada en mano, sabiendo que lo amaba con cada fibra de su ser?

—Lo mataría... ¿verdad? —preguntó, pero la pregunta quedó flotando en el aire. No quería pensarlo. No podía.

Pero la respuesta era clara. Si él se ponía en su contra, ella no tendría otra opción. No importaba lo mucho que lo amara, no importaba cuánto lo deseaba a su lado. La lealtad a su gente, la responsabilidad que recaía sobre sus hombros como princesa, como heredera, debía ser lo primero. Si Kael elige ser mi enemigo, no puedo quedarme con las manos atadas.

Eryndra cerró los ojos, sintiendo una presión en su pecho. Un nudo que se aferraba a su corazón con fuerza. ¿Cómo pude llegar a este punto? Su mente le decía que no podía ser débil, que debía ser fuerte. El destino no espera a nadie. La guerra no espera a nadie.

Pero entonces, algo más se coló en su pensamiento. El rostro de Kael apareció, tan real como si estuviera allí mismo, frente a ella. Las palabras que le había dicho, las promesas que le había hecho... ¿De verdad todo eso era una mentira? ¿Todo eso era solo un juego, como había dicho su madre?

No, pensó Eryndra. No puede ser.

A pesar de las dudas que la asaltaban, a pesar del miedo que amenazaba con arrastrarla, algo en ella le decía que Kael no era el enemigo. Que su lucha, aunque lejana y tortuosa, no era por el poder, ni por la venganza. Era por ellos. Por su amor. Por algo más grande.

—Si llegara el momento... si tuviera que enfrentarlo... no podría hacerlo —se dijo en voz baja. No, no podía. No podía luchar contra su propio corazón. Y si Kael se enfrentaba a ella en la batalla, su amor por él sería lo único que le quedaría.




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