Relato: Cupido De Chocolate

Parte 1

Las risas al otro lado del pasillo llamaron su atención.

Danae se asomó desde la puerta de su salón de clases y vio cómo un repartidor entregaba un ramo gigante de rosas a Silvia, su compañera de trabajo recientemente comprometida.

Obviamente, no le sorprendió. Era el Día de los Enamorados, y las entregas de regalos eran comunes. Desde temprano en la mañana había observado, o escuchado, cada uno de los detalles que sus amigas habían recibido, desde globos hasta peluches que reproducían la canción favorita de sus parejas.

Danae suspiró al ver las hermosas flores. Eran rojas como la sangre, aterciopeladas y grandes. Una completa belleza.

—Están preciosas —le dijo a su colega.

—¿Verdad? Son las rosas más resplandecientes que he visto en mi vida —respondió Silvia, mostrando orgullosa las flores a las demás compañeras que se acercaban.

Danae sonrió, aunque se sintió incómoda por los sentimientos encontrados que comenzaron a batallar en su interior. Por un lado, se alegraba por Silvia; su felicidad era contagiosa, sobre todo cuando compartía los detalles de los preparativos para su boda. Pero, por otro… No podía evitar sentirse triste al pensar en las limitadas probabilidades de estar en una situación similar. Ella lo había intentado y fracasado estrepitosamente.

Estaba Asher, no podía olvidarlo, pero él no era una opción.

No quería seguir pensando en esto, sobre todo porque no era justo para su compañera que su momento feliz fuera empañado por sus propios pesares. Así que se giró para seguir con lo que estaba haciendo: colgar en la pared los árboles genealógicos que sus alumnos, sus «personas pequeñas» como les decía, habían elaborado.

Para esa actividad, les había solicitado que pidieran fotografías de familiares cercanos —padres, hermanos y abuelos— a sus representantes, para luego pegarlas en un árbol con corazones que ellos mismos habían dibujado. Nada complicado para los cinco años que tenían sus pupilos.

Sonrió al ver el resultado de cada árbol; de verdad se habían esforzado. Aunque ver algunas fotos de ellos cuando eran bebés le produjo un nudo en la garganta, y sus ojos se llenaron de lágrimas que escocían. Su corazón se arrugó, y una nube negra de desesperanza se posó sobre su cabeza.

Intentó sacudir esos pensamientos lúgubres. Había invertido en terapia y años de reflexiones para sobreponerse, y por lo general era capaz de olvidar su condición, o al menos aceptarla. Pero en días como ese, cuando el amor se respiraba en el aire, era difícil no añorar lo que nunca podría tener.

Unos pasos de alguien corriendo por el pasillo la sobresaltaron. Los alumnos ya se habían ido, y cualquier ruido se volvía exagerado. Soltó una risita al notar que la causante era Lucy, otra de las maestras y su mejor amiga.

—¡Danae! —exclamó Lucy al entrar al salón, con la respiración entrecortada por el esfuerzo—. ¡Asher está aquí!

—¡Oh, Dios! —masculló Danae, sintiendo cómo el estómago se le revolvía. No le gustaban las confrontaciones, ni las escenas en público, y Asher no aceptaba su rechazo, sin importar cuántas veces le había dicho que no quería nada con él.

—Vino con una banda de mariachis, y cuando digo banda, me refiero a por lo menos veinte músicos —respondió Lucy, conteniendo la risa. La situación le resultaba de lo más divertida, sobre todo porque era una romántica empedernida, igual que Danae.

—¡Por supuesto que no podían ser menos de veinte! Asher no hace nada con sutileza —dijo con amargura. Él no hacía nada que no demostrara el dinero que le sobraba; no escatimaba ni un centavo cuando quería imponer su voluntad.

—¿No te conmueve ni un poco? Aparecerse el Día de los Enamorados en tu lugar de trabajo para darte una serenata es un gesto romántico emocionante. ¿De verdad no te interesa ni un poquito? Deberías darle una oportunidad, ¿qué pierdes?

—¿Qué pierdo? Tiempo precioso en una relación que nunca funcionaría. Le daría unas esperanzas infundadas. No podría estar con alguien como él, y tú lo sabes bien —respondió tajante, aunque no le agradaba hablarle así a su amiga.

—¡Vamos! No puedes reprocharme que me emocione al ver a un bombón como Asher hacer lo que sea para llamar la atención de la mujer que le interesa —dijo suspirando, mientras ponía las manos sobre su pecho con ojos ensoñadores.

—Le intereso por todas las razones equivocadas, y eso lo sabes también —respondió suavizando la voz, dedicándole una sonrisa a su amiga.

Sí, definitivamente Lucy era una romántica sin remedio, incluso Danae pensaba que lo era más que ella misma.

—Lo sé, lo sé. Pero es que es tan bello… No sé cómo puedes resistirte.

—No es tan difícil cuando lo conoces tanto como yo —dijo, resoplando al imaginar cómo podía zafarse de la situación.

Era cierto que Asher era atractivo. No, en realidad, era más que atractivo. Tenía un cuerpo perfecto, un rostro de modelo con unas pecas irresistibles y unos cabellos rojizos que llameaban con su corte acicalado y perfectamente peinado. Pero ella sabía que por dentro era ambicioso y egoísta.

El sonido de unas trompetas la alertó de que Asher ya había entrado al edificio, y Danae no dudó en salir corriendo hacia la dirección contraria.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.