Relato del Fuego y del Agua. Parte 1: Fuego

6. Cambio de rumbo

Daría regresó al palacio todos los días para sus lecciones de magia con el extraño hombre. Al principio se sentía asustada por su amo, y a la vez había algo en él que le atraía, era casi como si tuviera un hechizo. Después de algunos meses, empezó a perder el miedo y se volvió muy dependiente del hombre, haciendo todo lo que le pedía sin cuestionarlo, ¡no quería que se fuera a molestar con ella!

Los días se convirtieron en semanas, luego en meses y finalmente en años, antes de que alguien pudiera darse cuenta, ya habían pasado cuatro años desde que había iniciado sus lecciones con el hombre. Para este momento, Daría se había convertido en una de las magas más poderosas que jamás hubiera habido en Derladia y, desgraciadamente, poco a poco su corazón se nublaba, haciéndose oscuro y helado. Poco a poco, después de pasar más tiempo con el hombre, Daría se parecía cada vez menos a aquella dulce chiquilla que coleccionaba cochinillas y tomaba bollos dulces de la cocina cuando nadie la veía.

Seguramente tú ya sabes quién era este siniestro hombre... Sí, tus sospechas son ciertas, se trataba del nigromante, Namtar, el mismo que había esclavizado a la gente de Derladia hacía mucho tiempo. Cuando Namtar reveló su nombre a Daría, ella no dudó en seguir tomando lecciones con él. Debes recordar que habían pasado casi mil años desde que Namtar había gobernado Derladia y nadie se imaginaba que siguiera con vida, por ello Daría no se preocupó o aterró cuando le reveló su nombre. Nunca había escuchado las leyendas que hablaban sobre él y, por lo tanto, no tenía razón para temerle. Namtar no sólo le dijo quién era, sino que, poco a poco, le fue revelando otras verdades que hicieron que Daría confiara aún más en él e hiciera todo lo que le pedía.

Nicolás y Adalia estaban complacidos con Daría. Cada día mostraba más atención en sus lecciones para convertirse en reina y ya no parecía importarle si los nobles la aceptaban o no, daba la impresión de estar en paz y eso hacía felices a los reyes. Era cierto que casi no estaba en el castillo, pero Daría les explicó que pasaba mucho tiempo entre los habitantes del reino para poder conocerlos mejor y, así, ser una excelente reina algún día. Los reyes nunca tuvieron motivos para sospechar que esto era una mentira, por el contrario, estaban felices de la iniciativa de su hija.

Edelmar nunca había tenido una relación con su hermana, así que no le importaba si estaba en el castillo o no. Las pocas veces que había tratado de jugar o charlar con ella había sido muy grosera con él, por lo que había decidido dejar de acercarse. Estaba muy ocupado con sus lecciones en la escuela, sus amigos y soñando en convertirse en un gran inventor algún día.

Los nobles del Consejo dejaron de quejarse de Daría y tampoco volvieron a sugerir que Edelmar sería un mejor rey. En el fondo seguían sin estar de acuerdo con la decisión del rey Nicolás, pero ya no lo mencionaban más que entre ellos, por fuera, aparentaban apoyar a la futura reina de Derladia. Además, estaban muy ocupados, pues últimamente habían estado ocurriendo cosas muy raras en el reino, había gente que decía haber visto a criaturas y fantasmas de la oscuridad rondando por los bosques y la aldea, ¿sería esto verdad? ¿Cómo podía ser cuando hacía más de quinientos años que no había criaturas en Derladia? Todo esto hacía que los nobles estuvieran distraídos y ya no prestaran atención a Daría.

El único que estaba preocupado por Daría era Tobías. Por ser un mago, podía darse cuenta que algo estaba cambiando en la joven, y que ese cambio no era para bien, podía detectar algo casi maligno en ella y eso lo hacía sentir muy inquieto. Algo dentro de él le decía que los sucesos extraños que ocurrían en Derladia estaban ligados al sentimiento de maldad que percibía en Daría. No obstante, por más que trataba de investigar qué era lo que estaba ocurriendo, no podía encontrar una respuesta.

Muchas veces, durante esos cuatro años, Tobías trató de de acercarse a Daría, platicar con ella, pero conforme pasaba el tiempo, Daría se alejaba cada vez más de Tobías, lo que hacía más difícil saber qué ocurría con ella realmente, pero el mago nunca se daba por vencido.

***

—Mi querida niña, hace mucho tiempo que no salimos a caminar por el bosque. Íbamos casi todos los días, ¿lo recuerdas? Extraño los momentos que pasábamos juntos y todo lo que solías confiarme, ¿qué te parece si hoy tomas un descanso de tus lecciones y salimos a cabalgar un rato? Podrías presentarme a algunas de las personas de la aldea que visitas a diario —dijo el mago un día que encontró a Daría en uno de los pasillos del castillo.

Daría lo miró con frialdad. —No necesito que alguien me acompañe todo el tiempo, ya no soy una niña.

—Eso lo sé bien. Pensé que quizás podríamos pasar una tarde agradable juntos, como en los viejos tiempos.

—Muchas cosas han cambiado en los últimos cuatro años Tobías. Te equivocas si piensas que todavía me conoces o sabes qué me interesa, o que aún necesito de tu ayuda. Estoy muy ocupada y tengo otras prioridades, no tengo tiempo que perder recordando el pasado —respondió fríamente y se alejó mientras Tobías la miraba desilusionado y afligido por su respuesta.

Tobías decidió salir aunque fuera él solo, necesitaba meditar y tratar de encontrar una respuesta, una solución para los problemas que invadían Derladia y, sobretodo, para ayudar a Daría. Ensilló su caballo y cabalgó un largo rato por el bosque hasta que llegó a un lugar tranquilo. Desmontó y se sentó apoyado contra un árbol para pasar unas horas pensando, después de un tiempo se quedó dormido.

Fue despertado abruptamente por el sonido de un caballo pasando cerca de ahí. Restregándose los ojos, tratando de despabilarse, Tobías levantó la vista y descubrió que el jinete era Daría, se había detenido en frente de dos árboles y tenía la cabeza hacia abajo, se concentraba en algo. Tobías se incorporó y caminó hacia ella, pero entonces, de la nada, un rayo cayó del cielo justo en el espacio entre los dos árboles, e hizo aparecer una construcción de piedras negras casi en ruinas.




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