Relato del Fuego y del Agua. Parte 2: Agua

4. Una oportunidad

El nigromante, Namtar, estaba en una de las habitaciones del castillo estudiando cuidadosamente un mapa sobre su escritorio. Los reinos del este seguían luchando contra sus ejércitos, oponiéndose a ser conquistados por él, ¡que osadía! Namtar pensaba con desprecio mientras imaginaba nuevos hechizos con los que podría derrotarlos y eliminarlos, ¡esos hombresuchos debían entender que nadie podía ponerse en su camino sin recibir un castigo!, ¿por qué no aceptaban que él, Namtar, eventualmente sería el amo de todos ellos? Nadie podía detenerlo.

—¿Amo? —interrumpió Tsog tímidamente, permaneciendo parado en el umbral de la puerta, apenado por interrumpir al nigromante.

—¿Qué pasa?

—Baltazar ha regresado, mi amo.

Namtar levantó la mirada mientras sonreía. —¿La ha traído?

—Aún no, mi señor, pero tiene noticias muy interesantes para usted, ¿quiere que le pida que entre?

—¡Por supuesto!

Tsog se asomó al pasillo e hizo una señal a alguien detrás de él, invitándolo a pasar. Momentos más tarde, un hombre vestido de gris se arrodilló en el centro de la habitación frente a Namtar. —Amo —dijo suavemente.

Namtar se sentó en una silla detrás del escritorio. —¿Qué noticias tienes para mí, Baltazar?

—Mi sirviente encontró a la esfinge que busca, mi señor. Ya la tenía capturada en una jaula cuando un dragón y un hombre la liberaron. Prometí a mi sirviente pagarle dos bolsas con monedas de oro si lograba capturarla de nuevo. A pesar de que este hombre es un inútil, creo que lo mejor será mandarlo para buscarla una vez más, pues es el único que sabe exactamente cómo es la esfinge… pero es su decisión, mi amo.

—¿Crees que tu sirviente puede atraparla pronto? No tengo mucho tiempo y nunca he sido paciente, como bien sabes.

—Sí, amo, estoy seguro que Fausto no me fallará de nuevo.

—De acuerdo, entonces mándalo. Por tu propio bien, espero que no te equivoques, sabes muy bien lo que pasará si por tu culpa pierdo esta oportunidad —Namtar se quedó pensando unos momentos antes de ponerse en pie y caminar elegantemente hacia donde estaba Baltazar—. Dime, ¿sabes cómo es este dragón que liberó a la esfinge?

—Sí, amo, Fausto lo describió. Es el mismo dragón que solía volar cerca de aquí, cuando Nicolás era rey, mi señor.

—Bien, escucha con atención entonces: además de la misión de capturar a la esfinge te asignaré una nueva, debes encontrar y capturar a ese dragón para traerlo aquí. Si no lo haces, serás atormentado por tu ineptitud.

—¡No se preocupe! Traeré al dragón, mi amo

—Ahora vete y no falles en tus cometidos; son algo muy simple, hasta tú puedes lograrlo.

Baltazar hizo una reverencia y salió de la habitación, dejando solos al nigromante y a Tsog.

Namtar suspiró. —Esta es mi única oportunidad de destruir a la esfinge, Tsog, antes de que se transforme en humana.

—¿Cree que logre hacerlo, mi amo?

—Con ese maldito dragón a su lado ayudándola, seguro que sí. Por eso es tan importante—dijo Namtar con desprecio.

Tsog asintió y preguntó: —¿Qué tiene de especial ese dragón, mi señor?

—Es uno de los seguidores de una antigua enemiga, la misma que hace quince años hizo la profecía sobre la esfinge. Estoy seguro que una de las personas que escuchaste en el bosque, ese día hace quince años, era ese dragón. Probablemente —dijo Namtar con una sonrisa sarcástica—, trató de llegar a Yurmeli antes que nosotros para intentar salvar a la chica… pero fracasó. Ahora debemos asegurarnos que fracase de nuevo, ¡no podemos permitir que ayude a la esfinge!

—No podrá ayudarla, mi amo —dijo Tsog fervientemente—. Aunque se lo haya pedido a Baltazar, si así prefiere, yo iré a buscar al dragón y lo eliminaré.

—No, Tsog, a ti te necesito para otros asuntos. Además, antes de eliminarlo, voy a forzar al dragón a que me revele toda la información que tenga sobre mi antigua enemiga y sus otros seguidores. Una vez que me haya dicho todos sus secretos voy a pedirle a mi querida hija que lo aniquile. Necesito asegurarme que sigue teniendo la capacidad de seguir mis órdenes sin cuestionarlas —dijo Namtar y sus ojos brillaron como si tuvieran un fuego dentro.




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