Relato del Fuego y del Agua. Parte 2: Agua

8- Emboscada

En los últimos dos meses, los cinco amigos habían rondado de un lado a otro de Derladia, evitando a las criaturas y caballeros del mal que los cazaban. En su ir y venir, iban ayudando a las personas que encontraban, dándoles indicaciones sobre cómo llegar a la aldea de los elfos o a la otra villa. Fue gracias a una de esas personas que se entraron de que era ahora Baltazar quien estaba detrás de Will y Cáer, viajando con un batallón aún más grande que el de Fausto.

—¡Nunca había visto un grupo tan grande de criaturas! —dijo la mujer impactada, sintiendo escalofríos—. Tienen demonios, fantasmas, minotauros, grifos y magos oscuros. Realmente siento pena por aquellos a los que estén buscando.

Los cinco intercambiaron una mirada de preocupación, ¡eran justo ellos a quienes buscaban! —¿Podría decirnos dónde los vio? —preguntó Will.

La mujer los miró fijamente y movió la cabeza a la izquierda. —Al norte, no muy lejos de aquí. Van destruyendo todo a su paso. Les aconsejo que se alejen, vayan lo más al sur posible.

—Así lo haremos —respondió Antonio.

La mujer se incorporó. —Muchas gracias por su ayuda. Iré a buscar las aldeas de las que hablan hoy mismo.

Una vez que la mujer los dejó, decidieron tomar su consejo e iniciar su camino hacia el sur, alejándose lo más posible de Baltazar y sus hombres.

Dos días después, al amanecer, el sonido de pasos corriendo por el bosque despertó a Lena. Sobresaltada, se incorporó de un salto y observó cuidadosamente sus alrededores, buscando la causa del alboroto: frente a ella, un grupo enorme de criaturas se acercaba a ellos, rodeándolos, impidiendo que pudieran huir.

Lena palideció de miedo —¡Nos encontraron! ¡Están en el bosque! ¡Vienen por nosotros! —urgió a los otros cuatro, despertándolos.

Los cuatro se incorporaron lo más pronto que pudieron, alarmados al ver que no tendrían más opción que enfrentar a quienes los perseguían, pero ¿cómo podrían salir victoriosos? ¡Los aventajaban diez a uno!

—¿Cómo supieron dónde estábamos? —preguntó Gregorio desenvainando su espada mientras, tenso, observaba al batallón instalarse a su alrededor, cubriendo todos los espacios posibles.

—Por ella —respondió Will señalando con un gesto de cabeza.

Al mando del batallón venían dos personas: una de ellas era la mujer que habían ayudado hacía unos días, una espía, una seguidora de Namtar y Daría, mandada por el hombre de gris, montando a su lado para engañarlos y tenderles una emboscada para capturarlos sin problemas. Ante su gesto de sorpresa e indignación, la mujer sonrió sin remordimientos, orgullosa de lo que había hecho.

El hombre de gris, a la izquierda de la mujer, era Baltazar; los miraba con un brillo de satisfacción en sus ojos mientras ordenaba a las criaturas que se detuvieran. Desmontó su hermoso corcel color caoba y dio un paso adelante. —Yo soy Baltazar, leal siervo del nigromante y la reina de la oscuridad. Mis amos me han ordenado venir por ti, dragón. No tienen escapatoria. Ríndete, y dejaré ir a los otros sin hacerles daño.

Antes de que Will pudiera responder, Gregorio caminó al frente, desafiante. —Después de tantos años, al fin nos encontramos cara a cara, Baltazar —dijo con gravedad—. ¿Cómo es posible que hayas caído tan bajo? ¿Cómo pudiste traicionar a tu reino, y aún lo sigues haciendo?

Baltazar perdió la compostura unos momentos, incrédulo y extrañado ante el hombre que lo retaba. Le tomó unos instantes reconocerlo. —¿Gregorio? ¿Sigues con vida? ¡Quien lo hubiera pensado! —dijo entrecerrando los ojos—. Aunque debo admitir que siempre fuiste un cobarde, supongo que al menos sirvió para mantenerte con vida después de La Batalla de la Noche.

—¡Yo no morí en esa batalla porque quedé atrapado bajo unas piedras! —replicó enardecido—. Pero, tú asesinaste al rey Edelmar, y ayudaste a Namtar y Daría a destruir Derladia, ¡eres tú el cobarde! No tuviste las agallas para enfrentarlos y por eso decidiste unírteles.

—No, Gregorio, decidí unirme a la oscuridad porque resulta mucho más provechoso para mí que estar escondiéndome y viviendo de sobras, quejándome de todo lo malo que sucede, como tú —respondió.

En ese momento, la mirada de Baltazar recayó sobre alguien en particular: Cáer. Al verla, sus ojos se iluminaron arrebatados. —Y ha sido muy bueno que haya tomado esa decisión, ¡miren nada más quien está ahí!, ¡es la esfinge que busca mi amo! —soltó una carcajada de júbilo—. La suerte me acompaña, podré llevarle al dragón y a la esfinge, y seré recompensado con gloria y riquezas como las que jamás podría tener si hubiese decidido seguirte a ti, Gregorio, y a los otros tontos que murieron ese día.

—¡No te daremos esa oportunidad! No te llevarás a nuestros amigos —amenazó Antonio repentinamente, dando un brinco frente a Cáer para defenderla.

—No me hagas reír —dijo Baltazar divertido—, no tienen oportunidad, somos muchos más que ustedes. Si el dragón y la esfinge vienen conmigo por mutuo propio, los dejaré ir. Es la última vez que hago esta oferta, si no la toman, serán derrotados y hechos prisioneros junto con sus amigos.

—¡Jamás! —exclamó Lena.

Baltazar se encogió de hombros. —Entonces, será como ustedes quieran. ¡A ellos! —ordenó.

Una horda de criaturas se abalanzó sobre ellos, iniciando la batalla. La mayoría se dirigieron hacia el dragón y la esfinge para apresarlos y regresar al castillo lo antes posible, pero pronto empezaron a retroceder ante ambos, asustados. La magia de Will era más poderosa que la de los demonios y hechiceros de las sombras del ejército de Baltazar; el dragón creaba diestramente hechizos que los repelían y los obligaban a retroceder. Al alejarse del dragón, eran confrontados por los hechizos de Lena, quien se aseguraba de que no pudieran seguir luchando.

Aquellos que se acercaban a Cáer, eran primero confrontados por Antonio, defendiendo a la esfinge con ayuda de su espada, blandiéndola de un lado a otro, obligando a las criaturas a retirarse. Los que lograban esquivar a Antonio y se acercaban a Cáer, pronto huían por el bosque, canturreando para sí, recogiendo flores y hablando con las piedras: ¡las adivinanzas de Cáer tenían el poder de volver locos a los seguidores de la oscuridad! Gracias a los acertijos de Cáer, Baltazar estaba perdiendo a muchas criaturas.




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