Relato del Fuego y del Agua. Parte 2: Agua

15. En las sombras

Daría estaba dentro de sus habitaciones, sentada en su escritorio barajando unos papeles distraídamente bajo el cobijo de la tenue luz que emanaba de la chimenea. Detrás de ella, las pesadas cortinas granate cubrían la ventana, inundando la pieza con sombras, bloqueando la vista al bosque por primera vez desde que Daría tomó el castillo.

Según sus cálculos, Tsog debía regresar hace más de tres días con Gregorio y Valda como prisioneros, y no sólo no estaba ya en el castillo, sino que, además, no tenía noticia alguna de él. ¿Pasaría algo malo?, se preguntaba Daría ansiosa, zarandeando los papeles aún con más fuerza, intentando ocupar su mente en algo más.

Ranevskya abrió la puerta, rompiendo el hilo de sus pensamientos. —Mi ama —dijo alterada—, Fairuz ha regresado y tiene algo importante que decirle.

Daría la miró perpleja. —¿Regresó de dónde?

—Del reinucho ése al oeste de Derladia: acompañó al Señor Tsog y a su ejército a buscar a la traidora. ¡Trae información sobre lo ocurrido!

—Dile que venga inmediatamente.

Ranevskya hizo una reverencia y se alejó. Minutos después, una mujer fantasma apareció junto al marco de la puerta. Era alta y extremadamente delgada, con piel grisácea y cabellos negros hasta los talones, las cuencas de los ojos huecas, y un halo espectral rodeándola.

—¿Mi ama? —dijo con una voz aguda que asimilaba un gemido y hacía eco en la estancia.

—Entra, Fairuz —respondió Daría; la mujer fantasma era tan siniestra que aterraría hasta al más valiente; sin embargo, después de más de veinte años de estar rodeada de criaturas, Daría podía tratar con ellos sin retroceder asustada.

Fairuz flotó dentro de la habitación y se detuvo frente a Daría. —Tengo terribles noticias para usted. Escolté al señor Tsog y a su escuadrón de grifos en su misión de recapturar a sus prisioneros y demoler Yurmeli…

Daría la interrumpió bruscamente. —¿Con la intención de destruir Yurmeli?

—¡Sí! Justo como nuestra ama ordenó.

—¡Nunca le dije a Tsog que destruyeran Yurmeli! Su único cometido era recapturar a los prisioneros.

Fairuz ladeó la cabeza. —No entiendo de que habla, mi ama.

—No importa, ya me las arreglaré con Tsog más tarde.

—De eso quería hablarle, mi ama, ¡el señor Tsog ha sido capturado!

Daría plantó las manos sobre el escritorio y se incorporó lentamente, palideciendo casi tanto como la mujer fantasma. —Repite… eso… —ordenó en un murmullo.

—El señor Tsog está ahora cautivo en Yurmeli. Estábamos en plena batalla, ganando, cuando, sin que nadie lo esperara, llegaron cinco personas más. Entre ellos se encontraban sus dos prisioneros, un dragón, una elfa y una joven que no pude reconocer. El dragón luchó contra el señor Tsog usando poderosos hechizos y logró vencerlo. Los otros grifos huyeron al ver caer al señor Tsog —explicó Fairuz agregando con repulsión—, ¡cobardes! Debería eliminarlos, mi ama.

Daría se sentó de nuevo, recargándose en el respaldo pesadamente y cerrando los ojos. Le importaba poco que los demás grifos hubiese huido, no tenía intención alguna de cazarlos para eliminarlos, ciertamente no cuando la angustia ante la captura de Tsog anulaba cualquier otro pensamiento.

La joven que acompañaba a los prisioneros, seguramente era Valda sin su disfraz mágico, y el dragón debía ser aquel que Baltazar nunca capturó, ¿quién era realmente Valda? Seguramente una maga mucho más poderosa de lo que pensó… y ella, ¡ella la dejó escapar! Peor aún, por su culpa, el general más importante de sus ejércitos fue capturado… ¡Namtar estaría furioso con ella!

Posiblemente sería buena idea intentar liberar a Tsog antes de que regresara Namtar; quizá aún había tiempo para corregir sus errores, era sólo cuestión…

—Mi ama —interrumpió nuevamente Ranevskya.

—¿Qué pasa? —preguntó Daría.

—El amo Namtar está de vuelta en el castillo.

***

Daría abrió los ojos de golpe; jadeando, colocó ambas manos sobre su pecho, intentando liberarse del nudo que le impedía respirar. Sentía el palpitar furioso de su corazón bajo sus dedos, tratando de huir aterrado, de salvarse aunque fuese sólo él de lo que vendría, ¡Namtar regresaba en el peor momento!

Sin dar una respuesta, Daría se incorporó, derribando la silla y unos papeles al suelo, y corrió fuera de la habitación trastabillando en su camino: necesitaba hablar con Namtar antes de que alguien más le informara sobre lo ocurrido. Encontró al nigromante en el vestíbulo principal del castillo, dando instrucciones a unos caballeros negros arrodillados frente a él. Tenía un gesto hosco y cansado: era claro que su viaje a los reinos del este no tuvo éxito.

Daría tomó un último aliento de valentía y caminó hacia él. —¿Cómo va todo en nuestro imperio?

—¡Pésimo! —gruñó Namtar—. Los rebeldes del este parecen tener más fuerza, se atreven a desafiarme, ¡los aplastaré como los gusanos que son!

—¿No sería mejor que hubieras permanecido más tiempo allá para asegurar nuestra victoria?

—Sí, pero recibí un mensaje de Baltazar hace unos días. Insistía que era urgente mi regreso a Derladia. Imagino que tiene algo que ver con el dragón, sólo por eso decidí volver. Si el cobarde piensa que le perdonaré la vida por cumplir su misión al fin, está muy equivocado.

Daría murmuró una maldición para sí: seguramente Baltazar mandó ese mensaje después de que ella le prohibió dañar al basajaun, desconfiaba de ella y por eso alertó a Namtar, ¡qué desgraciado era ese hombre!

—¿Y bien? —insistió Namtar—, ¿lo capturó?

—No…

Namtar entornó los ojos, sospechando que algo ocurría. —¿Entonces? Todo marcha bien en Derladia, ¿cierto?

Daría intentó mentir, intentó decirle que no tenía de que preocuparse y que era mejor que regresara a los reinos del este; sin embargo, su miedo era más fuerte y le impedía formular el simple “Sí” que buscaba.

Namtar caminó cerca de ella, empezando a leer en sus pensamientos algo de lo ocurrido. —Daría, ¿qué has hecho? —siseó.




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