Relatos

EL ASESINATO DE MI HERMANA

Cuando Ana colgó el teléfono sintió una opresión en el pecho y un nudo en la garganta que le impedía articular cualquier sonido, pero por más que quisiera las lágrimas no acudían a sus ojos.

Se preguntó si se encontraba en un estado de shock o todavía no acababa de asimilar la noticia que la policía de España le acababa de dar por teléfono.

"Por teléfono" , pensó mientras tiró el móvil con gesto furioso sobre la cama y se dispuso a amontonar algunas prendas de ropa indispensables para cuando llegase a España.

Ana era la hermana pequeña de Eva. "Era", pensó, sintiendo remordimientos por no entrar en pánico, ponerse a llorar inconsolablemente, a gritar, o ha hacer cualquier otra cosa emocional.

"Era mi hermana", seguía pensando con la lógica mientras buscaba el neceser de viaje en el baño. "Por que ahora ya no lo soy".

Ana era la hermana pequeña de Eva por tres milésimas de segundo, pero ahora Eva ya no estaba. Porque alguien la había asesinado en su casa, posiblemente hacía dos días; eso era lo que le había dicho el agente que acababa de contactar con ella por teléfono.

"Posiblemente", pensó mientras metía el montón de ropa y el neceser de viaje en la maleta. Su hermana había muerto ,"posiblemente", hacía dos días, y ella tenía que tomar un vuelo cuanto antes a España para reconocer el cadáver.

"¿Y si no fuera mi hermana?" Se preguntó, pero se respondió a si misma que era "muy probable" que si estaba en su casa se tratase de ella.

Salió de casa pensando que tenía que avisar a su marido de que estaría fuera dos semanas, pero todavía no estaba preparada para darle la noticia.

Ni su marido , ni sus tres hijas conocían a su hermana. Ella irónicamente les había dicho a su familia que su hermana era una copia de ella misma y que no había necesidad de que la conocieran. Pero lo cierto era que no era verdad. Físicamente eran iguales pero "Eva" era especial.

-Vamos al aeropuerto-le dijo al chofer, este se extrañó bastante pero no pregunto.

Eva tenía un talento especial para conquistar a todo el mundo; cuando paseaban por el mercado al lado de su madre Eva jamás hacía un berrinche, pedía algo de algún puesto, o se quejaba de cualquier cosa. "Es un ángel", le decía su madre a los tenderos cuando adulaban a Eva, por lo que Ana quedaba como un demonio aunque no lo dijeran en voz alta. Iba pensando en todo esto cuando se dirigía al aeropuerto en su limusina.

"Eva era especial", y necesitaban que se lo recordaran a diario, que la adularan, y que la dejaran siempre en primer lugar ; en primer lugar respecto a ella, claro. Y por eso cuando se hicieron adultas y cada una tomo una Universidad diferente Eva no supo prosperar, porque Ana ya no estaba y Eva no podía estar en primer lugar.

Ana se licenció en empresariales con seis idiomas distintos, encontró un trabajo en una de las multinacionales más importantes de Londres como asesora y se caso con un multimillonario que no necesitaba una esposa "especial": que complaciera a todo el mundo y que siempre tuviera una frase agradable. Ana era directa, mediática, y competidora. Le gustaba luchar por sus propios logros y no que se los regalaran a cambio de una sonrisa. No le importaba tener enemigos y mucho menos caerle mal a algunas personas. Todo lo contrario a Eva, que siempre tenía palabras amables y sonrisas para todo el mundo. Quizás por eso Ana vivía en una de las mansiones más hermosas de Londres, disponía de un chofer, una asistenta personal, y una niñera; Y además de tener un marido multimillonario tenía tres ponis, tres hijas, y una casa en el lago para pasar las vacaciones de verano.

O quizás, pensó Ana mientras bajaba de la limusina, tenía todo esto porque Eva no había aparecido en su vida desde que se mudó a Londres.

Estaba más que segura que de haber invitado a Eva a su casa hubiera conquistado el corazón de toda su familia, porque ella, tal como decía su madre y todos cuantos las conocieron cuando eran niñas, "era especial". Así que ella hubiese quedado en un segundo plano respecto a su familia y Eva se hubiera llevado todo por cuanto Ana había luchado en su vida. No era que la odiase por esto, porque sencillamente: Eva era así. Ni tampoco por haberse llevado todos los cumplidos cuando eran pequeñas. Era; sencillamente como su madre solía dar a entender; Ángel y Demonio; paz y guerra; blanco y negro; fuego y hielo... Pero ahora Eva estaba muerta...

Cuando Ana llegó a Madrid se registró en un hotel, no pensaba por nada del mundo pasar las noche en el piso de Eva. Lo pondría a la venta en una inmobiliaria en cuanto llegase a Londres. Tras dejar su equipaje en la habitación, salió de allí más deprisa de lo que hubo entrado y se dirigió a la comisaria para prestar declaración. después un agente uniformado la acompañó al depósito de cadáveres para reconocer el cuerpo. Si en realidad era su hermana ya no tenía más familia, por lo que el entierro sería en privado y lo mas rápido posible. No conocía a los amigos o conocidos de su hermana, ni tan siquiera sabía donde trabajaba; le había dicho que hacía tiempo que estaba trabajando como secretaria en una multinacional de telecomunicaciones, y esa era toda a la información que tenía de Eva. Cuando entró en la morgue el estómago se le encogió; su hermana no se parecía en nada a ella; su cuello estaba morado y negro, su cara abierta y cosida –supuestamente por la autopsia–. La putrefacción se había extendido y el hedor la golpeó tan violentamente que tubo que correr al baño para vomitar. Pero después de hacerlo volvió a la sala donde se encontraba el cuerpo de Eva y le pidió al forense que le mostrara el cuerpo de nuevo.

El forense y el policía que estaban allí cruzaron una mirada.

–¿Está segura?

–Si.

Cuando el médico dejó al descubierto el cuerpo de Eva Ana buscó en el algo que las diferenciase. No encontró nada: ni tatuajes, manchas, o cicatrices. Así que reconoció aquel cuerpo mutilado como el de su hermana y después de firmar un montón de papeles salió de allí.




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