Relatos breves para noches de Insomnio

Fuchibol

Entraba en los 13 o 14 años cuando decidimos viajar a la finca en esas vacaciones.
Odiaba el sitio como tal, me molestaban los mosquitos, el calor exagerado y esa repetitiva rutina que me tocaba en dichos días.
Sin embargo, al ser menor de edad no tenía alternativa, por lo que allí me encontraba en la finca intentando ponerle al mal tiempo buena cara.

Ese día, papá estaba sembrando plátano y fumigando el cacao para que no se echara a perder. Mamá, mis hermanos y por supuesto, yo; habíamos decidido ir a llevarle media tarde, por lo que con mucho esfuerzo intentaba disfrutar del panorama y no poner cuidado a los regaños que me llovían constantemente por cualquier pendejada.
Recuerdo también, que luego de maso menos una hora, papá se fue a casa a arreglar algún instrumento relacionado con el riego de las plantas.

Mamá por otro lado había decidido quedarse y entretenerse con cualquier mata rara que se le cruzara en el camino. Y mis hermanos al ser más pequeños con cualquier cosa armaban juego y la pasaban bien.
Resignada a no ser como ellos decidí irme a casa, tenía sed y hambre, probablemente de esa manera y con madre aún entretenida entre matas tenía chance de robar leche en polvo con avena y pan. No era exigente, por lo que apresuré el paso para llegar rápido a la sombra.


No estoy segura de si pude cumplir mi cometido o no, luego de tantos años a duras penas recuerdo los detalles. Lo que sí recuerdo es acercarme a papá quien distraído con lo que andaba haciendo, no me dio ni pelota
Nunca había sido muy apegada a él, puesto que él vivía en la finca y nosotros en un pueblo lejano y como no, veníamos en vacaciones a visitarlo cada que estas llegaban.
Tras varios minutos en los que observaba su forma de trabajar decidí que volvería a donde estaba mamá, no tenía ganas de encender la tele y el calor era insoportable sin importar que estuviera a la sombra.
Cuando ya estaba varios metros alejada de la casa, escuché que este me llamaba.
-¡¿Señor?!- exclamé en respuesta.
-... Mamá que traiga... enga... el... U..i... or...


Deben saber que si preguntas más de una vez cuando "según ellos" estás a solo unos metros, fijo te regalan un par de insultos antes de repetirte lo que sea que te hayan dicho. Así que temiendo esto, procesé en mi mente los cortos retazos de información que acababa de oír para ir a darle la razón a mamá.
Resulta que para ese tiempo estaba la fiebre del fuchiball (en español se pronunciaría algo así como "fuchibol") Una especie de pelotita rellena de lo que parece ser arena o quien sabe que otro tipo de polvo. Su función es la de servir como un mini balón pequeñito, la osadía de su uso está en el hecho de que, al ser tan pequeña es muy difícil hacer series con esta.
Por lo que debías entrenar mucho para lograr dominar el tema.
De una vez les digo que soy malísima en el fútbol, pero la fiebre del momento me había contagiado, por lo que en mi mente se hallaba la palabra impresa. Y venía pensando en ello por algún motivos que al día de hoy no sabría explicar.

Al llegar al lugar en donde se encontraba mamá le grité para que me pusiera atención.

-¿Qué pasó?- preguntó apareciendo entre las matas.
-papá manda decir que cuando vuelvas a casa le lleves la "fuchibol"- transmití el mensaje.
Mamá entonces me mando a llevar unos frascos donde había empacado la limonada para la media tarde y de mal genio me devolví para la casa.
Pasaron como 15 minutos en los que me quedé en casa recostada en una hamaca.
Papá seguía trabajando en la manguera para el riego y no prestaba atención a nada que no fuera eso. Sin embargo en un momento determinado llegó y dijo:
- ¿Le dijo a su mamá que trajera el "surtidor" cuando se viniera?

Por poco levanto el patero cuando escuché el mensaje fuerte y claro.
-sí...- fue mi única respuesta.
Sin embargo y con disimulo me fui levantando y corrí hacia donde debía estar mamá aún con mis hermanos.
Agradecí el hecho de que aún no se había venido, puesto que yo no sabía en donde carajos podría buscar el susodicho surtidor.
Cuando llegué grité su nombre, pues no la veía por ningún lado, pero lo que si vi fue El "surtidor" a mis pies esperando ser recogido.

-¡Que!- exclamó mi madre desde una de las ramas de un árbol que por cierto parecía poco resistente.
-¿Qué está haciendo allá arriba?- le pregunté divertida al ver la posición extraña en la que mi progenitora se las ingeniaba para sostenerse.
- pues buscando el "fuchibol"- respondió como si fuese obvio.
No sabía si cagarme de la risa o morirme de la vergüenza. Sin embargo, apenada hasta la punta del cabello bajé la cabeza y agregué: -Mami, es que era el "surtidor", no El fuchibol -y levanté mi mano con el surtidor en la mano
Tras varios segundos en silencio mamá llegó y gritó: -Chinos. Ya no busquen la pelota. La pelota de su hermana quería era el surtidor.




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