Relatos breves para noches de Insomnio

el cuervo

Hace algunos meses estando distraída pintando el paisaje que se acomodaba frente a la ventana de mi habitación, cuando un pequeño cuervo se posó en el barandal de esta.
Pensé que, si me levantaba y hacia el menor movimiento fijo fijo emprendería la huida, pero contrario a ello se quedó ahí estático hasta que terminé la pintura.
Al finalizarla decidí acercarme a mi nuevo modelo en vivo, a ver si su osadía seguía presente y para mi total sorpresa este, carismático y sociable, comenzó a graznar adentrándose en las instalaciones de mi lugar de descanso.
El animal sumiso en cuánto a mi toque no rehuyó en ningún momento ante mi agarre. Es más, pasaban los meses y el inquilino seguía volviendo.
Me acostumbré a dejar la ventana de mi habitación abierta, por lo que Andy (nombre que le había dado al animal) podía entrar y salir cuantas veces quisiera.

Sucedió que en ese tiempo un joven muy apuesto intentaba cortejarme, digo que intentaba, porque sinceramente no tenía tiempo para dármelas de damisela en apuros, no era mi estilo.
No me gustaba andar de melosa, ni las citas, ni los besos en público, ni la jartera de mandar todo el tiempo mensajes explicándole a otra persona lo que andaba o no andaba haciendo.
Sabía cómo era el chico. Le gustaba presumir de sus novias y luego, cuando se aburría y las enamoraba, las botaba como si fueran un trapo sucio.

Así que, aunque muy lindo y todo, no me apetecía.
Pero el desgraciado era tan insistente, que diariamente terminaba pasando al menos una hora intentando evadir sus citas y caminatas "juntos".
Una noche que salí tarde de clases, camino a casa lo tuve pegado al pie mío todo el tiempo.

- ¿No me darás un beso de despedida? - preguntó haciendo mohín.
-Iugh, no. Qué asco- repelí poniendo la palma de mi mano en su cara y alejándome de su cercanía.
- No seas esquiva, al menos eso merezco. De no ser por mi probablemente habrías sufrido algún accidente camino a casa.
-Para tu información puedo apañármelas solita- resolví acortando la distancia que me separaba de la puerta de mi casa.

Pensé haberme librado del tipo, pero al llegar a mi habitación y pasar a la ventana, a ver si Andy me acompañaba esa noche. Pude notar que el chico, recostado contra el tronco del árbol que daba a mi habitación miraba fijamente en mi dirección.
Andy no estaba por ningún lado y solo el hecho de que mi habitación quedaba en el segundo piso, me relajó un poco ante la posible amenaza que el muchacho, abajo, representaba.
Di media vuelta y decidí dejar el rollo del tipo a un lado y aunque tuve la intención de cerrar la ventana, en último instante no lo hice puesto que Andy podría llegar a buscar refugio durante la noche.

Luego de cambiarme y bajar a prepararme algo de comer, volví a la habitación.
Vivía en una casa grande, con varias habitaciones; resulta que iniciando año nos habíamos reunido varios compañeros y habíamos decidido arrendar la casa para mayor comodidad, cada cual hacía lo que quisiera en su habitación, pero el resto de la casa se respetaba debido al hecho de que las instalaciones restantes si era de uso compartido.

Casi ninguno de mis compañeros paraba en casa, ya sea por estudio o por fiestas. Por ello casi en la totalidad me pertenecía... Al menos entre semana.
Los sábados y domingos viajaba a casa de mis padres (que habían decidido mudarse a solo 6 horas y no a 48 como en un principio) o me quedaba donde Robert, un amigo (que quería ser más que amigo, pero que respetaba mi decisión de solo enfocarme en el estudio... por el momento) que se recuperaba de un accidente de tránsito y me dejaba cocinarle los fines de semana que tenía libres.

A eso de las 10 de la noche, dejé el libro que leía a un lado y me fui a dormir.
Andy aún no llegaba y una extraña sensación de ser vigilada rondaba mis pensamientos.
Tras ponerme los auriculares y tararear algunas canciones finalmente caí rendida ante el sueño.

Sin embargo, me desperté más tarde cuando el frio de la madrugada se colaba en mi cuerpo. Pero lo que realmente me quitó el sueño fue la sensación de ser observada. Segundos más tarde, agudizando mi sentido del oído al máximo noté que alguien deslizaba fuera de mi cuerpo las sábanas que me cobijaban.
Decidí guardar la calma y no actuar como paranoica. Me hice bolita al no encontrar al tanteo las sábanas y agradecí que por lo menos esa noche hubiese optado por ponerme el pantalón de pijama de unicornios que me había regalado mi hermana.
Que, aunque ajustados me daba cierta ventaja en caso de que algo malo pasara.

Ya saben, como un incendio; en ese caso no saldría en bola a la calle nada más con una camiseta. O.… una violación...
Muy bien, no le daría más cuerda a mi mente.

Estaba actuando como una loca psicópata.




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