Relatos breves para noches de Insomnio

El Payaso

Supongo que todos han de tener una fobia en particular desde que estaban chicos.
Todos deben recordarla; aquella que te quitaba el sueño, que te hacía llamar a tus padres y hacerlos revisar debajo de la cama e incluso el armario.
Eso oscuro que hacía que cerraras con seguro las puertas y las ventanas.
Eso... que después de medianoche, te hacía correr a la habitación de tus padres en busca de protección.

Muchos superan esa fobia con el paso de los años. En general la mayoría lo hace e incluso muchos son capaces de sonreír al recordar las situaciones ridículas a las que llegaban en dichos casos, pero...

¿Recuerdas cuando fue la primera vez que tuviste un enfrentamiento con eso que marcó tu niñez?


¿Aún vaga en tu mente ese momento traumático en el que todo comenzó?


No ¿Verdad?


Irónicamente ni cuando eres niño sabes a ciencia cierta por qué actúas de esa manera, solo sabes que sientes miedo y eso... al fin y al cabo es lo que importa.

Pero debes saber que hubo un encuentro; existió ese primer momento en el que tu cerebro y tu mente se aliaron para mantenerte a salvo.

Y por tal motivo es que bloquean esa primera vez.

Pero a mí, lamentablemente no me sucedió de esa manera.
Se dice que ese tipo de personas tienen un talento extrasensorial... Yo digo, que todo el jodido mundo lo tiene en sus primeros años de vida y que solo algunos son capaces de soportarlo.
Por tal motivo el cerebro no te jode los recuerdos, sino que los mantiene ahí, vivitos, para que cada noche, cada vez que te sientes solo, que no puedes dormir o que algo te atormenta... los veas.

Recuerdo exactamente mi primer encuentro con mi fobia, lo que tengo difuso en mi mente son los acontecimientos que me llevaron a ello.
¿No debería ser al contrario?

En fin, intentaré relatar los acontecimientos.

Recuerdo que ese día por algún motivo enfermé, la fiebre no disminuía y solo en algunos lapsos de tiempo lograba conciliar el sueño.
Debía tener dos o tres años cuando mucho y contrario a esos niños independientes que tienen cuarto a parte, yo dormía con mi mamá.

Así que, si alguna vez llegas a tener un hijo, no creas que por ser mayor lo vas a librar de su pequeño trauma. Ellos siempre encuentran la forma.

Y si tú eres de los míos... De aquellos que aún los ven, entonces probablemente tendrás la dicha de acompañar a tu hijo en el proceso.
De lo contrario solo lo ignoraras, como hacen todos los humanos normales.

Mi fobia, como les venía diciendo llegó acompañada de una noche de enfermedad. La fiebre me consumía mientras mi madre intentaba bajarla con paños de agua tibia.
Lo que ella no sabía era que lo que en realidad mataba mis momentos de sueño, era el maldito payaso que me acosaba cada vez que cerraba los ojos.
Sepan de una vez que, no odiaba los payasos... Pero tampoco me hacían mucha gracia. O sea, ni me importaban.
Pero esa noche, por alguna extraña razón, esa mata de colores, blanco, rojo y el resto del arcoíris, me torturaba con su inquietante cercanía y repelente sonrisa.
Y de alguna manera, cuando abría los ojos, el recuerdo desaparecía, dejando el temor, pero no la causa.


Debían ser como las 2 o 3 de la mañana cuando nuevamente mi sueño fue interrumpido. Mamá viéndome esta vez temblorosa y más pálida de lo normal, debido a la luz que se filtraba por la ventana, procedente de alguna farola cercana, decidió ir a traerme un vaso lleno de agua con azúcar.
Al parecer tenía un muy mal semblante.


Recuerdo que, tras salir por la puerta, me quedé boca abajo intentando normalizar mi respiración, pero no era algo sencillo de hacer cuando finalmente lograbas retener en tu mente, la imagen de lo que te acosaba en sueños.

Oh sí. Su rostro y su sonrisa asquerosamente perturbadora ahora estaban impresos en mi mente como una fotografía en una muy buena y alta definición.

Pero mi madre ya venía, escuchaba sus pasos a pocos metros de la puerta y además, solo había sido un sueño.

Teniendo en cuenta que me debía sentar al orillo de la cama para no regar accidentalmente mi bebida, decidí ahorrarle el tiempo a mamá y hacer eso por mi cuenta.
Ahora sé que fue una mala idea sentarme en la cama y ver el revoltijo que formaban las sábanas y las cobijas, porque allí, en el centro de todo ello se formaba el feo y grotesco rostro de un payaso, que no conformándose con solo ser coincidencia de la forma en que estaba destendida la cama, también tuvo el placer de sonreírme en ese instante.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.