Relatos breves para noches de Insomnio

la subida del muerto

Existe un momento durante el sueño en el cual el cuerpo y el cerebro entran en descanso total. No existe peligro, por lo cual las funciones motoras necesarias e involuntarias presentes cuando estamos despiertos, quedan desactivadas.

Pasa en ocasiones que ciertas personas despiertan de improvisto cuando el cuerpo precisamente se encuentra en esa etapa y entonces ocurre lo que llamamos Parálisis del sueño.

En esta condición, eres capaz de oír y ver lo que sucede a tu alrededor pero no vas a tener posibilidad de moverte.

 

Sucedió que una tarde llegué a mediodía a casa, esperaba el almuerzo y como aún se demoraba opté por tomar una siesta; o sea, media hora es media hora y estaba tan cansada que nada mas tocar la cama, el descanso fue total.

Generalmente evito este tipo de receso, sobre todo por el hecho de que cuando agarro vuelo con la dormida, paso derecho.

Y si me despiertan, entonces permanezco el resto del día con cara de asesina en serie.

Pero el día estaba siendo una mierda, lo necesitaba.

En medio del sueño me vi envuelta en una situación particular. Me sentía en mi cuerpo, pero estaba en frente de la casa de mis vecinos y de repente comenzaba a rebotar cual pelota.

Cuando ascendía, mi campo de visión ofrecía la vista al cielo, pero cuando la gravedad tomaba el control, no solo cambiaba la mira, sino que sentía el miedo de estamparme contra el suelo.

Sin embargo y a pesar de que al llegar al suelo y rebotar sin sentir absolutamente ningún dolor, ascender y descender continuamente debería acostumbrar por lo menos a mi yo dormida que precisamente todo eso era un sueño pero el miedo seguía presente sin importar cuantas veces se repitiera el ciclo.

Hasta que tomé el control. Sabía que era un sueño y como tal iba a disfrutarlo. Así que una vez más reboté y con confianza disfruté de elevarme bien alto. Autoimpuse en dicho sueño que no debía temer a la caída, por lo que una vez la gravedad me jaló, decidí disfrutar una vez más del rebote.

Pero no salió como lo planeé.

Una vez toqué el suelo, me sentí aliviada de no sentir dolor con el impacto, pero para lo que no estaba preparada era para pasar derecho.

Sí, en vez de rebotar, ahora en cambio caía por un agujero negro luego de traspasar el suelo, el cual parecía no tener fin.

Lo extraño era que sentía cómo caía de espaldas y poco a poco mi cuerpo se iba girando con ansias de quedar hacia abajo. Pero yo no quería; no sabía por qué, pero presentía que una vez me girara por completo lo más seguro era que vería algo que no me gustaría.

Ya no me estaba gustando ese sueño, así que decidí ponerle fin.

¿Qué tan difícil podía ser despertarse de un sueño en el cual eras consiente de que precisamente era un sueño? Valga la redundancia.

Pues déjenme decirles que…

No podía.

Por más de que lo intenté, por más de que deseé con todas mis fuerzas abrir los ojos… no era capaz.

El miedo aumentaba y era muy superior a ese insignificante temor de estamparme contra el suelo. Hasta que, sin tener idea de cómo lo hice, logré abrir los ojos.

Podría decirse que suspiré aliviada. Pero el sentimiento se desvaneció cuando intenté ponerme de pie.

No me podía mover.

Digamos que mi único consuelo era saber que al medio día le quedaba muy difícil a cualquier ”ente” intentar ahorcarme, pero como si hubiese pronunciado la frase “ESTO NO PUEDE EMPEORAR” ahora sentía unas ganas intensas de volver a cerrar los ojos.

Cuando lo hice, volví al sueño del que había escapado, cayendo y girando al tiempo hacia lo que sea que se encontrara en el fondo.

Abrí los ojos nuevamente y aún no podía moverme. Mis ojos se cerraron nuevamente y la caída continuó.

Volví con gran esfuerzo a abrir los ojos e intenté más que nunca volver a moverme. Necesitaba y ahora añoraba volver a la rutina del trabajo.

Pero no era capaz. Cada vez que cerraba los ojos estaba más cerca de ver lo que sea que me estuviese esperando en el fondo y eso me aterraba.

Intenté gritar cuando finalmente mi cuerpo estuvo boca abajo y como último recurso cerré los ojos antes de dar ese vistazo fatídico y cuando los abrí de nuevo estaba despierta nuevamente.

-… que vas a llegar tarde- dijo mi madre sentándose a mi lado en la cama.

-Si madre, ya voy- dije poniéndome de pie y caminando hasta la mesa del comedor.




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