Un día y una noche;
sin saber dónde estás, sin amigos a tu alrededor. Ruidos extraños y una fría, misteriosa oscuridad.
Un día y una noche;
te aventuras, no sin miedo, a conocer lo desconocido. El hambre y la sed te dicen que es hora de sobrevivir y no de estar sentado esperando una señal a la distancia.
Un día y una noche;
cansado, magullado e insatisfecho intentas no ceder. Aunque en verdad lo deseas. Y las pocas esperanzas de salir que habías conservado se van a la deriva con las olas del tiempo.
Un día y una noche;
aprendes a existir y tal vez un poco a vivir. Has cambiado los días por soles y lunas, has cambiado las horas por hambre y sed. De repente comienzas a ver ventajas y te acostumbras a estar rodeado de mar.
Un día y una noche;
tus recuerdos de una vida lejana están guardados en un baúl. Todo en ti ha cambiado y ahora sólo hay mar y arena, selva y lo salvaje. Una isla desierta de la que nunca saldrás. Y, extrañamente, eso ya no te preocupa.