El bosque tras el orfanato los invita a jugar, el tedio de estar encerrados tras esos viejos muros día tras día los lleva a imaginar muchas aventuras, unas felices, otras muy siniestras.
—¡Timmy Timmyyyy! ¡¿Dónde estááás, Timmy Tiiiimmyyyy?!
—¡Mi nombre es Tommy! —grita cansado y jadeando por el esfuerzo.
Su grito lo descubre, y salta de su escondite detrás del tronco caído de un árbol viejo.
—¡Ven, vamos a buscar a los demás! —le alienta la niña saltando y riendo.
—¿Por qué siempre me das órdenes, Katerina? —Tommy resopla quitando las hojas que se le pegaron al pantalón.
—Porque soy tu hermana mayor, es lo que nací para hacer.
—¡Eso no es cierto! —sus mejillas están rojas por el contacto con el aire gélido del invierno.
—¿Lo qué? —se enfurece ella. Se detiene de repente al oír crujir unas ramas unos metros delante. —Agáchate, creo que la vi —alerta a Tommy.
—¡Lucía, corre! —grita Tommy al ver su rubio cabello sobresalir desde donde se oculta la niña.
—¿Por qué lo hiciste? —Katerina lo mira irritada, sus ojos están entrecerrados, su mandíbula tensa, y una mueca siniestra tuerce su boca, las pupilas brillan con deseo feroz por el horror que quieren provocar.
Tommy teme lo que le puede ocurrir, retrocede lenta y cuidadosamente, conoce los arrebatos de la chica. Aunque Lucía está librada por hoy, Tommy no tendrá la misma suerte y soportará las consecuencias de su bondad. Tropieza al retroceder y cae sobre el quebradizo y mohoso tronco podrido de un sauce llorón, las palmas de sus manos se sumergen en la corteza que se deshace a la presión de su peso, bichos chatos, pegajosos y crispantes trepan por su mano, picándolo. Tommy rápidamente la agita y grita, sabe ya que esos gritos la excitan y enervan, alimentando su estado depredatorio y abusador.
Katerina se agacha buscando algo entre la hojarasca, escarba clavando sus uñas como perro rabioso, Tommy no entiende qué busca.
La llama por su nombre —Katerina…
La niña no lo oye.
Tommy cree que en ese estado, tal vez, pueda escapar.
Se levanta sin darle la espalda ni un segundo, comienza a caminar de ese modo, alejándose paso a paso mientras Katerina araña la negra tierra.
Da tres pasos y piensa que va a tener éxito en su escape.
Es un éxito momentáneo.
Al cuarto paso quiebra una rama con sus pies. Y Katerina alza la cabeza.
Su mirada se clava en la figura que se aleja.
—¡Timmy Timmyyyy! ¡¿A dónde crees que vas?!
Su cuerpo se detiene inmóvil, apenas respira, sus músculos se han congelado.
—Yo… yo… yo… yo… iba a…
—No me dejes sola, espérame, Timmy —Katerina se para y corre hasta él saltando y riendo.
—¡Es Tommy! —se queja inútilmente el niño.
Katerina lo alcanza y posa su mano en el hombro izquierdo de Tommy.
—Toma, Tommy —le dice y sonríe al oír sus propias palabras.
Tommy escucha por fin su nombre en boca de la niña. Aunque esto, será lo último que oiga. Lo que Katerina hace es abrir un tajo en su garganta con una afilada piedra cubierta en tierra que acaba de desenterrar. Tommy sostiene su cuello con ambas manos, las siente mojadas, alza una y ve el carmesí mortal, la devuelve a su garganta y alza la otra, es rojo cruel que sella su final. Se desploma cayendo sobre un tronco y golpeando su cabeza en este. Su cráneo se abre en dos culminando así con todo su horror.
Katerina ríe y ríe, salta de la emoción, y se siente feliz. Otro menos que la moleste. Un niño menos en la casa que habita. Espera y desea que no lleguen más, no quiere tener que hacerles lo mismo, pero si traen más niños al orfanato no lo podrá evitar. Ella llegó primero y el lugar le pertenece.