—Hola, te llamaba para decirte, primero que nada… que anduviste volando… Sí. Les pasaste el trapo –él viste un tapado negro, que con su talla le luce como su posición demanda. Va hablando por celular con pose de ganador, moviendo manos y cuerpo como si su caminar fuera pago.
—¿Te parece? ¿No estuve muy arrogante? Fue mi primera… —dice la persona al otro lado de la llamada.
—No, para nada, estuviste perfecto.
—Gracias —responde y sonríe enviando vibraciones al oído del que oye.
—Tenemos que reunirnos, ¿esta noche podés? —se precipita él. No hay respuesta inmediata, piensa que lo asustó, pero él es así, temerario.
—Esta noche puedo, sí —responde luego de eternos segundos. Acepta la propuesta, él no quiere perder. Los nervios que no tuvo en esa junta se manifiestan ahora. No quiere defraudarlo, y, en cierto modo, eso lo emociona.
—¡Excelente! —sonríe al cruzar la calle. Lo que no se espera es el ómnibus que doblará en esa esquina, y que al segundo del impacto acabará con su alegría.