Relatos Cortos

“Hermanos”

Diana perdida en sus pensamientos, se abrigo con el acolchado. Comenzaba a salir el sol, un nuevo amanecer, apenas vislumbro los primeros rayos y la claridad asomar. En su cabaña del lago, afuera en el muelle, sentada en un sillón, miro el claro cielo y se preguntó si en esa mañana de navidad, tendría lo que hace veinte años pedía. Su mente le repetía que no sucedería, lo que anhelaba año tras año. Desde que se enteró que su hermano mayor al ser bebe había sido secuestrado, sus padres desde que ella tenía uso de conocimiento nunca hallaron paz, su madre lo había buscado por tanto años que el dolor la abrumo. Escucho un auto estacionarse, pero no movió un musculo de su cuerpo. Sabía que era Andrés, no la dejaría sola en navidad. Su mejor amigo de toda la vida, con mirarse los dos sabía que pensaba el otro. Ella le comunico que quería pasar esa navidad en soledad, pero Andrés, su terquedad podía más que nada en el mundo y no la dejaría pasar navidad sola. Andrés tomo asiento en el sillón a su lado y no dijo palabra. Contemplo el amanecer junto a ella, luego de un largo tiempo en silencio, se acercó y beso su mejilla. Diana le sonrió. Andrés sabía cuál era el motivo de la tristeza de su amiga siempre en navidad era el mismo, su hermano perdido. Diana y Andrés eran polos opuestos. Pero  lo que si tenían en común, lo cerrados que eran a las emociones. Los dos sabían todo del otro pero se respetaban con respecto hablar de lo que cada uno pasaba, con solo acompañarse se ayudaban.

Andrés le dijo que tenía una gran sorpresa para esa noche, pero le entregaría su regalo a las doce, ni un minuto más, ni un minuto menos. Diana bromeo que no tenía regalo para entregarle porque su plan seria pasarla sola. Los dos rieron y entraron a la casa. Diana no cocinaba, pero Andrés era un muchacho que amaba cocinar, y de muy temprano comenzó los preparativos de la cena. Él sabía el dolor por el cual pasaba su amiga, pero no preguntaba. Esa regla se respetaba, era un juramento de los dos desde pequeños. Mientras que Andrés hablaba, Diana lo observaba, el su hermano de la vida. No compartían lazos de sangre, pero era el hermano que dios puso en su camino, jamás la abandono. En momentos de alegría y tristeza él estaba a su lado. Momentos importantes y momentos de gran dolor. Pensó en Gustavo, así se llamaba su verdadero hermano, el que robaron al nacer. Dejo de prestar atención se preguntaba como todos los años… ¿estaría vivo? ¿Tendría los ojos de su madre? ¿Sería alto como su padre? ¿Se parecerían físicamente? ¿Se encontraba bien? ¿Tendría familia? ¿Sabría que su hermana lo buscaba? Al no poseer ninguna respuesta, el dolor pesaba de sobremanera, abrumaba cada célula de Diana. Pero encontrar a Gustavo era tratar de encontrar una aguja en un pajar. Dentro de su corazón sabía que jamás lo localizaría. No sabía su verdadero nombre. Su madre jamás se cansó de buscar por todos lados, ella creció con ese dolor. El dolor en los ojos de su madre, en cada cumpleaños de Gustavo, pero las navidades eran lo peor. Su madre por todos los medios trataba de disimular, de pasar un lindo momento. Pero los ojos son el reflejo del alma, y Diana veía el alma de su madre desahuciada y cansada. Y un día su corazón dejo de sufrir y dejo de latir, igual que su padre al poco tiempo del fallecimiento de su mamá. Y la lucha sin tener casi ningún conocimiento recayó sobre ella, lo bueno de la tecnología que poseía más acceso a tratar de investigar. Cuando le contó a Andrés lo de Gustavo, el quedo en silencio  y la abrazo fuertemente. Ella siempre recordaba las palabras que él le dijo al saber un secreto que solo la familia compartía “un día lo encontraras y nunca se volverá alejar de ti, te lo prometo” Andrés siempre tenía esperanzas, en cambio, a Diana se le agotaban día a día. Pero tomo una decisión, esta navidad luego de tantos años, un poquito de su alma se cansó y dejaría de buscarlo. Dejaría ir a Gustavo, necesitaba paz y cerrar ese ciclo. Esa navidad como tantas otras, en plena noche y en el inmenso cielo que estaba segura que Gustavo también vería. Ese cielo era la conexión con su hermano mayor, las estrellas y la noche testigos e encubridores los unían. Levantaría su copa y recitaría en voz alta “feliz navidad Gustavo, se feliz y que todos tus sueños se cumplan”

Una navidad triste se aproximaba  para Diana comenzaría un duelo, pero tenía Andrés a su lado, a su hermano del alma. La vida le arrebato un hermano pero le regalo otro. Andrés le arrojo unos pedacitos de pan, intuía en quien pensaba. No quería que su amiga sufriera. El día transcurrió  tranquilo, Diana no necesitaba una navidad ruidosa. Y Andrés respeto su decisión.

Sonaron las campanas a los lejos marcando las doce, la navidad llego y un hueco en el alma de ella apareció, abrazo con fuerza y una sonrisa apagada en su rostro a Andrés y el sonrió feliz. Le dijo que cierre los ojos y la llevo a la parte trasera de la casa, ella resignada le dio el gusto y Andrés conto hasta cinco. Diana al abrir sus ojos contemplo un muchacho alto, rubio de ojos azules frente a ella, sus facciones una mezcla de su madre y su padre, como lo soñó incontables veces, como lo imaginó centenares en sueños su rostro, en ese instante su sueño se hacía realidad. De inmediato lo conoció, su hermano frente a ella, el aliento se le corto y las piernas le temblaron. Con miedo toco la mejilla de él y miro el cielo lleno de estrellas. Gustavo la rodeo con sus brazos, por primera vez sentía el perfume, el calor de su hermano  y lloraron juntos. Andrés miraba el hermoso espectáculo a unos metros.

Andrés encontró a su hermano, ella no poseía palabras de agradecimiento, ese reencuentro los unía  a los tres. Diana lo miro a Gustavo y le dijo  “feliz navidad Gustavo, se feliz y que todos tus sueños se cumplan”. Diana se sentía la persona más feliz del mundo, lo que restaba de vida la pasaría junto a su hermano, su sueño, su búsqueda se cumplía en esa noche de navidad, las estrellas brillaron con intensidad. Ahora el cielo era testigo de la unión con su hermano perdido y se fundieron llorando en un abrazo los tres. Su hermano de la vida y su verdadero hermano se hallaban con ella, su primera navidad feliz y llena de dicha. Una nueva vida empezaba y entendió que los milagros de navidad eran ciertos, la navidad si era mágica y agradeció porque luego de tanto sufrimiento, de tanta oscuridad, la luz aparecía y la envolvía por completo. La imagen que siempre mantenía en sus pensamientos… era ver las estrellas con su hermano y ahora en ese momento podría ver…sentir el cielo y las estrellas todas las veces que quisieran. 




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