La tierra lloró amargamente, se sentía agotada y exhausta. Los ríos y mares comenzaron a contaminarse. La lluvia se resignó a que no la valoren, se alejó de los campos, las ciudades y se retiró. La tierra se cansó de llorar y se agrietó, transformándose en una coraza. Los animales se refugiaron entre las sombras para que el humano no los alcance. Los elementos de la naturaleza decidieron abandonarlos, cansándose de la indiferencia del hombre. La tierra antes de marcharse le susurro al viento “ahora es momento que se cuiden unos a otros, nosotros hasta aquí llegamos” el viento por cada rincón del planeta propagó lo que la madre tierra había decretado. Y dejaron inseguro al humano, ellos tendrían que decidir entre la vida y la muerte. Algunos comprendieron tratando de mejorar. Algunos no quisieron ver las advertencias de la madre naturaleza y otros emplearon por seguir destruyéndola. En pocos segundos se propago un virus mortal, solamente el humano tenía que tomar conciencia de ayudar al prójimo o seguir sus propias reglas. Incontables humanos escribieron y hablaron una y otra vez pero muchos no escucharon. Salían a las calles, uno contagiaba a otro, y así sucesivamente. No quisieron comprender la magnitud de la enfermedad. Y como toda guerra silenciosa que es una enfermedad, transcurrieron las semanas… miles de vidas inocentes se arrebataron por la inconsciencia del hombre. Por no pensar en las trágicas consecuencias, por abastecerse en su egoísmo. Las personas durante un prolongado tiempo se refugiaron en sus hogares, otros por desgracia su refugio era un hospital, esperando a vivir o esperando a morir. Héroes sin capa lucharon sin cesar por ayudar. Por las decisiones de humanos que no comprendían lo que la tierra quería enseñar, pago las consecuencias la humanidad entera. Y luego de percibir que el humano era la razón por la cual la tierra lloraba, les daría más tiempo para reflexionar. Cuando ella se recuperara, su decisión era que los que ayudaron con su granito de arena al prójimo, serian recompensados y los que no, tendrían su lección. Porque nadie se escapa de la justicia divina. De la justicia del hombre sí, porque el humano se cree invencible y la respuesta a la enfermedad era que se ayuden los unos a los otros, simple y concreta. Pero… ¿lo comprenderían a tiempo? Era una lección muy valiosa que pasaría y pesaría a cada persona por el resto de su existencia. La tierra poseía esperanza que aprendan la lección, ahora solo en ellos quedaba buscar en su corazón y razonar la oración “amar al prójimo” ¿qué sucedería? La respuesta no se encontraba en ella. Solo en los corazones de cada ser humano.