Relatos cortos

II. Sangre manchan mis manos

Piper, estaba acostaba sobre su cama mientras que gruesas y saladas lágrimas bañaban sus ojos y se deslizaban sobre sus mejillas con suavidad. 

Cerró los ojos y esperó que el dolor en el que estaba fundida se desvaneciera.

—¡Asesina! ¡cobarde! gritaron las voces de su cabeza, haciendo eco.

La respiración de Piper se aceleró y abrió los ojos, para luego tomar su cabeza entre sus manos y gritar con desesperación.

—¡Déjenme! ¡no soy una asesina! —vociferó, mientras que más lágrimas escapaban de sus ojos. 

Sostuvo entre sus manos su cabeza y se meció de un lado a otro y murmuraba cosas ininteligibles.

—¡Loca, loca, loca, loca! 

—¡Ya!

Piper empezó a sentir que le faltaba el aire y gritos se atobaran en su garganta. Venas gruesas y negras, se marcaron en su cuello, mientras que sangre color carmesí salía de la nariz de esta.

Ella soltó su cabeza y colocó sus manos en su cuello y empezó a ahorcarse a sí misma.

—¡Loca, loca, loca, loca! volvieron a repetir las voces en su cabeza y flashes pasaron por su mente.

—¡No! ¿qué haces? ¡suéltame, Piper! —bramó con pavor, Thiago —su ex-pareja que intentaba de soltarse del agarre de Piper. 

Ella tomó sus manos y las amarró en la cabecera de la cama. E hizo lo mismo con su pies. Piper se montó a horcajadas sobre él y empezó a llorar de manera súbita.

—¡Tienes que amarme! ¡tienes que hacerlo! —sollozó ella—. ¡Es tu deber hacerme feliz! ¡ámame! 

—¡Estás loca, Piper! —le gritó él, con resentimiento—. ¡Yo no te amo, entiéndelo!

Piper lo observó con odio.

—¡Tienes que amarme! —bramó ella. Venas negras empezaron a aparecer en su cuello y se fueron esparciendo hasta su cara—. ¡Ámame! —gritó de nuevo, dándole una sonora bofetada.

La cara de Thiago se volteó a un lado por la fuerza del golpe. Al volverla, él la observó con pavor al ver que sangre brotaban de sus ojos y nariz.

De una manera súbita, Piper tomó su rostro entre manos y lo besó con fuerza, luego sus manos bajaron a su cuello y empezó a asfixiarlo.

—¡Te odio, te odio!

Soltó su cuello y se bajó de él. Thiago abrió la boca buscando el aire que le faltaba.

Piper le dio la espalda y se derrumbó sobre el piso.

—Te odio...—murmuró con la voz débil—. Y si tú no me amas, nadie más podrá hacerlo.

Thiago no entendió sus palabra, hasta que la vio sacar un cuchillo de su bolso. Sus ojos se agrandaron y el miedo empezó a consumirle. Piper se empezó a acercarse a él.

—¡No! ¡aléjate, Piper!

Ella ya no pensaba. No lo escuchaba.

Volvió a subirse sobre él. 

—Si tú no me amas, nadie podrá hacerlo —repitió sus palabras.

Y sin más, Piper clavó el cuchillo en su pecho, lo desencajó y volvió a enterrarlo. Siguió haciéndolo hasta que los ojos de Thiago empezaron a perder el brillo, y la vida se escapaba de su cuerpo.

—¡Deja de atormentarme! —rugió ella—. ¡No quise hacerlo! ¡él me obligó! él... él lo hizo...

Piper se dejó caer sobre el frío suelo y más lágrimas salieron de sus ojos. Ella sin querer más seguir con su vida, tomó la pistola que tenía al lado de su cama, apuntó el arma a su cabeza y apretó el gatillo.

—Te amo, Thiago —dijo antes de soltar el gatillo.

Soltó el arma, y su cuerpo se fue hacia atrás, cayendo en un sonoro golpe sobre el suelo. Una sonrisa se formó en los labios de Piper y cerró los ojos.

 

 



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En el texto hay: enfermo, relatoscortos, toxicos sadicos

Editado: 23.11.2019

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