La luna alumbraba el jardín en el que la vi por primera vez, su frondoso cabello movido por el viento y las flores haciendo juego con su dulce sonrisa.
Ese jardín que la vió reír y llorar, disfrutar y enojar, enamorarse, ceder y luchar, este jardín en donde mora su cuerpo, volviéndose una con la naturaleza.