Te veo y estás normal. Pareces tranquila, quizá porque estás contando cosas tuyas que te interesan. Pero ayer no fue así, ayer hiciste daño. Y, por lo que veo, hoy tú ya lo has olvidado y ni siquiera te preguntas si a mí se me ha quedado grabado. Sé que no lo harás, sé que no me invitarás a hablarlo, sino que intentarás obligarme y yo no sabré qué hacer. No sabré si decirte la verdad y verte enfadada, o esconder cómo me sentí para evitar tu estallido. Dices que no puedes más e ignoras el hecho de que quizá yo tampoco. El problema no es que estés cansada, el problema es que piensas que solo lo estás tú.
No acabo de entender por qué empezó todo, pero recuerdo perfectamente todas las palabras que dejaste salir sin medida y sin pensar en cómo impactarían. Ahora dudo si, en el fondo, lo querías así. Dudo si te sientes orgullosa de haber reaccionado como reaccionaste, porque cuando te acercas para, según tú, disculparte, lo que dices que te pesa es que no te entiendan, y no que te pese haber hecho daño. Tú crees que te estás disculpando, yo siento que estás pidiendo.
Nunca te he dicho todo lo que pienso porque sé que te heriría y yo no quiero hacerte daño. Pero, como ya he dicho, yo tampoco puedo más, y por eso estoy escribiendo en este papel. Un papel que en unos minutos dejaré sobre la mesa antes de irme. Sé que lo leerás y quiero confesar que no me da miedo ni me da pena. Sé que no me arrepentiré, porque es mi forma de no engañarte ni engañarme. Porque sí, después de todo, si me voy, quiero irme sincero.
Solo te pediré una cosa: no me busques más, porque si lo haces, quizá vuelva, y yo, ahora mismo, no quiero volver.
Al terminar de escribir, suspiro. Miro la hoja sobre la mesa, aún tengo el bolígrafo en la mano. Medito si hacerlo o no durante un rato muy largo. Aún no he sido capaz de decidir nada cuando entras en la habitación. Al verte, escondo la carta en mi bolsillo. Me preguntas qué hacía y yo te contesto que nada importante, que ya da igual, haces un gesto de asentimiento. Luego pasas de largo a mi lado y, entonces, es cuando ya sé que tiraré el papel unas horas más tarde.
Y ya está, solo eso, simplemente eso.