relatos cortos para chicos aburridos

Sueños verdaderos

Situación 

- una cama

- un sueño

- un amor eterno


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Desearía dormir eternamente


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Lo último que recuerdo era que estaba en mi cama, había revisado unos documentos importantes que debía entregar a primera hora de la mañana siguiente, todo estaba ordenado y en su sitio, como yo lo había hecho; pero esa mañana no fue como las demás. 


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Desperté y todo parecía normal, prepare mi café de siempre, tome mi bolso al salir, todo era normal ante mis ojos, tomé el metro, el cual iba vacío, eso fue lo único que me causó extrañeza, ya cuando me hiba a bajar algo pasó, alguien tomó mi brazo, impidiendo que bajará del tren, quise gritar, pero al abrir mis ojos ya habíamos pasado algunas estaciones y el tren se repleto de personas, quizás todavía tenía sueño y no me di cuenta de nada, pensé, pero aquel hombre seguía sosteniendo mi brazo, usando su cuerpo para mantener una distancia entre los demás pasajeros y mi persona, estaba contra la puerta, pero no era incomodo estar así, era normal para mí, lo que no era normal era la presencia de aquel hombre, a grandes rasgos era mi tipo de hombre ideal, pero no quise verlo demasiado, solo por cortesía. 

 

Cuando quise hablarle y darle las gracias, mi parada fue anunciada en los altavoces, siendo más un murmullo molesto, pero entendible a oídos de aquellos que usaban frecuentemente aquel transporte. 


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Ven conmigo… - vi como movía sus labios al decir eso, pero el ruido de la gente me impidió distinguir su voz. 


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Yo solo lo seguí, él sostuvo mi mano en todo momento, era cálida, a pesar del clima, no era un calor sofocante, más bien tibio, agradable. 


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Me deje llevar de tal manera que no se por cuánto tiempo estuvimos caminando, solo se que llegamos a un restaurante del sector, uno que frecuentaba a veces, los meseros eran amables y el servicio excelente, aunque había dejado de ir por mis horarios más cortos del trabajo. 


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No recuerdo bien de qué hablamos, pero recuerdo que fue una conversación muy divertida, él sonreía mucho y su risa era contagiosa. Parecía que nos hubiéramos conocido de toda la vida, ya después se me había olvidado el ir a trabajar, pero era muy tarde para simplemente llegar y seguir con la rutina, el me llevó a lugares que siempre quise conocer de la ciudad, parecían estar tan cerca, fueron caminatas de horas, pero nunca me sentí cansada, aun llevando tacones ese día. 


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Pasaron algunos días, nos comenzamos a frecuentar más y salíamos a muchos lugares, era un sueño hecho realidad, aún más cuando me propuso vivir juntos, pero parecía tan decidido que no me pude negar, según to habíamos tenido meses de novios y ya teníamos planes para viajar al extranjero, porque recuerdo las maletas cerca de la puerta de entrada y dos boletos sobre la mesa de la cocina, todo listo y dispuesto para un viaje que nunca llegó. 


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La música fue lo que desmoronó todo, una melodía molesta después de una hora sonando, pero él parecía ignorar, o prefería hacerlo, ya cuando estaba por explotar él me sostuvo, abrazándome con fuerza, siendo aún más cálido que antes, más cómodo y suave que nunca, recordé todo nuestros momentos, nuestras aventuras, nuestros planes, sueños, metas, era tan feliz que no vi como todo a nuestro alrededor se caía a pedazos, solo entre en razón cuando sus labios rozaron mi oído, un cosquilleo electrizante recorrió mi cuerpo, pero se volvió una briza helada cuando le escuche decir algo. 


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Debes despertar… Amor, despierta… 


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Todo había sido un sueño… 


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Creí vivir una vida contigo, creí que seríamos eternos, jure que eras parte de mi, como yo de ti, ansiaba que la realidad fuera un sueño, que fuese una broma de mal gusto y tu te estuvieras riendo tras las cortinas o tras el sillón, pero no, tu eras el sueño, el más cruel, pero más dulce sueño y lo único que anhelo es volver a dormir para volverte a encontrar y no volver a despertar. 


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Esa era mi meta, pero no se podría cumplir, cuando me levanté de la cama todo estaba como el día en que comenzó todo, los documentos sobre mi mesita de noche, mis pantuflas a un lado de mi cama y la ropa que usaría sobre mi tocador, todo era tan cuadrado como de costumbre. 


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Mire a mi costado y vi mi despertador, sonando estaba la música que arruinó mi sueño, pero no me podía desquitar con la música, solo era mi boleto de vuelta a la realidad. 


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Seguí mi rutina de siempre y ya llegando al metro tropecé con alguien, tan alto y apuesto como siempre lo fue. 


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Oh… Disculpa, no te vi… - su voz era gruesa, como si recién se hubiera despertado, cosa que me hizo sonreír un poco. 

Descuida, no ha sido una buena mañana al parecer… - que queje manteniéndome a su lado. 

Ni que lo digas… - me miró de reojo, quizás intentando recordar de dónde me conocía. - ¿Te conozco? 

No, eso creo yo, soy Álora. - me presente extendiendo mi mano como cortesía. 

Ah… un gustó… - fue un poco tímido al tomar mi mano, pero no me negó el gusto de sentirla, tan cálida como siempre. 


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Cuando el quiso decirme su nombre mi parada fue anunciada, justo antes de que se abrieran las puertas, tuve que bajar deprisa, pero el no me siguió, fue lo único diferente de mi sueño. 


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¿Te veré de nuevo? - le oí gritar entre la multitud. 

En tus sueños - le grité de vuelta, sin dejar de mirarle, aún cuando la multitud me estuviera empujando, pero no lo dije en broma, más bien como un recordatorio. 

En esos estas siempre. - eso me dejó perpleja, pero no pude decir algo en respuesta, ya que las puertas se cerraron y él se fue con el tren. 




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