Relatos de amor

Capítulo 1: Amando a Xenia

Athena 

—Layna, ven. —llamo a mi hija menor. 

Tiene un año y apenas está aprendiendo a caminar. Su desarrollo ha sido diferente al de Xenia, y eso solo demuestra la extraña manera en la que funciona la naturaleza. 

—Ma. —quiere llorar porque no se mueve lo suficientemente rápido. 

—Ven, cariño. —Extiendo mis manos animándola para que llegue a mí. 

—Layna —Solo basta con que pronuncie su nombre para que la bebé vaya en su dirección tan rápido como puede. 

¿Es en serio?, de haber sabido que Xenia era la clave para hacerla caminar, le hubiera pedido ayuda hace tiempo. 

—Bebé caprichosa —murmuro—. ¿Ya terminaste tu tarea, hija? —Le pregunto a la mayor. 

—Sí, mamá. Estaba fácil —responde.

—Bien, ¿qué quieres hacer? —Hoy es mi día libre del trabajo, Karan estará en la escuela hasta la tarde. 

Será un día de chicas. 

—¿Vamos al jardín botánico? Compremos plantas para Navidad. 

¿Por qué no me extraña? 

—Vamos, niña de las plantas —acepto.

Mi hija mayor tiene siete años y se viste sola porque, según sus palabras, ya está grande para hacerlo. Así que tomo a la bebé que aún depende de mí, y la llevo hasta su habitación para un cambio de ropa y pañal. Me visto con ropa cómoda también, y salgo para encontrarme con Xenia ya lista y esperando por nosotras. 

—Vamos.

Las tres dejamos la casa para subirnos al auto, me aseguro de que sus sillas estén bien y de que sus cinturones estén abrochados para ahora sí tomar mi lugar detrás del volante. 

Cuarenta minutos después, arribamos al jardín botánico para pasar una tarde agradable. Estoy consciente del riesgo que supone salir con Xenia. Lo más probable es que regresemos a casa con un montón de plantas que «no tenemos», pero ya dejé de luchar contra la corriente. Entre ella y mi esposo lograron pegarme un poco de su amor por la naturaleza. 

Y sí, mi casa se convirtió en el bosque que ellos querían. 

—¡Mamá! —grita—. Mira, esta no la tenemos. 

¿No lo dije? 

—Está bien, podemos llevarla a casa. 

Con suavidad la mete en el carrito que escogimos con esa intención. Este lugar es un jardín botánico que tiene un vivero incluido con el fin de vender algunas plantas y recolectar recursos para el funcionamiento y mantenimiento del mismo. Es por esa razón, que se convirtió en uno de nuestros sitios favoritos en la ciudad.

—Es hora de regresar a casa —llamo la atención de Xenia. 

—De acuerdo.

Me ayuda a empacar las pocas cosas que trajimos, cuando están en sus asientos, acomodo las cosas que compramos y luego conduzco de regreso a casa. Estamos a unas cuantas cuadras de llegar, pero al atravesar una intersección un vehículo nos embiste. 

Escucho el grito de Xenia, el llanto de Layna y mi propio grito al ser arrastradas varios metros por el auto. 

—X-xenia, ¿estás bien? —pregunto con la voz temblorosa. 

—Eso creo. Mami, tengo miedo —dice.

—No temas, cariño. Todo saldrá bien. Quédate quieta. —Le pido en caso de que esté lesionada.

Intento salir, pero la puerta está atascada. Empujo con todas mis fuerzas y, aun así, no se abre. Logro alcanzar mi teléfono y llamar a emergencias, la operadora me pide que me quede tranquila en lo que llega la ayuda.

—¿Mami? —Me llama Xenia. 

Su voz se escucha lejana y por más que sacuda la cabeza no puedo concentrarme lo suficiente para hablar. 

—Mamá —Quiero contestarle, pero no puedo.

Lucho por mantenerme despierta, me llevo la mano a la cabeza cuando siento que algo me baja, mis ojos logran enfocar el líquido rojo que cubre la palma. 

Sangre.

El temor de que a mis hijas les pase algo me hace luchar contra la oscuridad que me quiere tragar, sin embargo, no tengo éxito. 

Lo último que escuché antes de desmayarme, fue el sonido de las sirenas. Solo espero que lleguen a tiempo.

«Lo siento, mis niñas», es mi último pensamiento.

(***)

El sonido de la máquina me despierta de mi sueño, abro los ojos y diviso la bata blanca de un doctor. Los recuerdos vienen a mi mente y me aterra que algo malo les haya pasado a mis hijas mientras estaba desvanecida. 

—Mis niñas. —musito con dificultad—. ¿Dónde están? 

—Tranquila, señora Mylonas. No se exalte que no le hará bien. —dice el médico—. Las niñas están bien, solo algo asustadas por el choque, su padre está con ellas. 

El alivio es inmediato, al igual que el dolor en mi cuerpo. 

—¿Qué me pasó? —indago. 

—Tiene un golpe en su pierna izquierda del cual es probable que le quede un hematoma. Descartamos una contusión, lo cual es un alivio en su estado. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.