Relatos de amor

Epílogo: Amor en tiempos de fiestas

Narrador omnisciente

Los miembros de las tres familias estaban reunidos en la casa de los Mylonas Makris, era tan grande que podía acogerlos a todos sin problemas, y evitaba que Athena se agitara más de lo necesario. 

La noticia de su embarazo había alegrado a todos, encantados con la idea de que un nuevo integrante. 

—Asher tendrá un mejor amigo. —dijo Raquel acariciando el vientre de su mejor amiga—. Estoy segura de que será un niño. 

Ambas se encontraban en la cocina terminando las preparaciones de la cena de vísperas de Año Nuevo, habían decidido que lo mejor pasar esa fecha en Atenas, aquella ciudad que de alguna manera influyó en la felicidad de los asistentes.

—¿Cómo puedes estar tan segura? —pregunta la embarazada, mirando a su amiga como si hubiera perdido la cordura—. Puede que sea otra niña. 

—No me preguntes cómo lo sé, algo dentro de mí me dice que esta vez será diferente, —responde con tono misterioso. 

—¿Qué será diferente esta vez? —indaga Adara ingresando a la estancia. 

—Athena está esperando un niño —contesta Raquel con seguridad. 

—No le creas, resulta que ahora es bruja. —comenta Athena. 

Ella no quiere admitirlo, más en el fondo espera que sea así. Su corazón brinca de alegría ante la posibilidad de tener un varón, el primero. 

—Pues no es la única que piensa eso, yo opino lo mismo. —agrega la recién llegada. 

—¿Ves?, ya somos dos. —anuncia Raquel—. Deberíamos hacer una apuesta, los ganadores se lleva un viaje con todo pago al sitio que deseen.  

—Deja la locura para otro día. Andando, llevemos la comida. —Athena corta el tema, aunque es seguro que su mejor amiga no se dará por vencida. 

—Está bien. —acepta con reticencia. 

Las tres mujeres comienzan a llevar los platos hasta la mesa que los hombres organizaron en el comedor. Los mismos se levantan para recibir los alimentos y colocarlos en la mesa, una vez está todo listo, proceden a tomar asiento y así compartir los alimentos. 

Karan decide tomar la palabra, abriendo su corazón ante sus amigos y familia. 

—Conocer a Athena me sacó de la soledad en la que me vi sometido, mi vida giraba alrededor del trabajo y mis plantas. Ella y Xenia llenaron mis días de risas, de un amor tan grande e incondicional que creí era imposible de sentir. Luego, cuando tuvimos a Layna, todo ese sentimiento se amplificó, cargarla en mis brazos, verla crecer, reírse e incluso llorar se siente como si un milagro se cumpliera cada día. Ahora, con el nuevo bebé, no quepo en mi cuerpo de la alegría que me da al ser padre una vez más. Te amo, Athena, tú y nuestros hijos son lo mejor que me pudo pasar. 

Karan observa como los ojos de su esposa se llenan de lágrimas, conmovida por la situación, gesticula un te amo en su dirección, incapaz de decir más. 

—Bueno, yo no seré el de menos. —musita Deo poniéndose de pie—. Ustedes fueron testigos de lo perdido que estuve cuando me enteré de lo que pasó entre Darius y Marla. En ese momento pensé que mi vida se acabaría, hasta que cierta diosa me hizo ver la realidad de la situación. —pronuncia mirando a su amiga, Athena le sonríe—. Era un padre, uno cuya hija lo necesitaba, así que puse en orden mi mente y regresé para ser el padre que aquella bebé requería. Fue duro, tuve que enfrentar miedos, retos y en el camino me encontró mi salvadora. —Mira a su esposa con todo el amor que sus ojos pueden mostrar. 

»Adara me ayudó a hallar la fortaleza que había en mí mismo, me hizo querer ser mejor padre, mejor hombre, una pareja digna para ella. Sané, y cuando estuve listo, fui por ella. Te amo, mujer hermosa, amo la familia que hemos conformado y no cambiaría nada de lo que he vivido porque eso me trajo hasta ese instante. 

—Yo también te amo, Deo. —proclama Adara. 

Deo regresa con su esposa. Esta vez es Lucius el que se levanta, eleva su copa en un brindis antes de confesar: 

—Yo tenía fama de ogro. —empieza, todos ríen por sus palabras—. La bella mujer que ahora es mi esposa me consideraba un jefe estricto, sin saber que sería ella misma la que derretiría mi corazón. Raquel es como un rayo de luz en medio de la oscuridad, su personalidad tan fresca, atrae y yo no fui la excepción. Sin preverlo, me vi buscando cualquier excusa con tal de estar cerca de ella, fui paciente y mi perseverancia fue compensada. No solo la gané a ella, sino también a nuestros hijos. 

»No hay tierra, océano o estrella que no movería por las personas que amo. Y yo los amo a ustedes, gracias por ser mi familia. Les agradezco lo que han hecho por mí. 

Las palabras de Lucius terminan por conmover a todos, aquel hombre de aspecto serio, pero corazón noble, se limpia sus propias lágrimas antes de sentarse al lado de su amada. 

—Te amamos. —susurra Raquel en su oído. 

Los niños, que hasta ahora habían guardado silencio, se animan cuando empiezan a servir la comida. Entre bromas, chistes y risas, degustan de los alimentos preparados con tanto cariño. Cuando la hora del postre llega, el ambiente se aviva aún más porque fue Raquel la que los preparó y todos saben lo delicioso que suelen ser sus preparaciones. 




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