Relatos de Guerra

Capítulo 12: "Antes de los dias grises"

Capítulo 12

"antes de los dias grises"

 

— ¡suéltenme! —vocifero.

Soy soltada en medio de una sala, pero Ángel, Victoria y Gisela son llevadas por las escaleras hacia el piso de arriba y, aunque intento ir tras de ellas, los chicos que me sujetaban me impiden el paso. Le doy un puñetazo en el estómago al que se ha atrevido a tomarme por los hombros, haciéndolo perder el aire y bajar la guardia. Puedo avanzar solo unos pasos, pero soy tomada de nuevo y me sujetan las manos en la espalda. Me obligan a retroceder y hago una mueca, notando de nuevo el dolor punzante en mi herida.

— Deberías dejar de moverte —gruñe el marlón frente a mí.

Los sujetos que me detienen reciben una orden en marlón, y estos me obligan a caminar. Los cuatro caminamos por un pasillo con paredes tapizadas de un azul claro y piso de madera, bastante limpio, a decir verdad, me sorprenden los detalles hogareños siendo que se trata de una base de… no sé, aun no tengo la seguridad de exactamente qué son. En algún punto he perdido mis zapatos y la manta que cubría mis hombros, sin embargo, el interior de la casa es cálido.

El marlón gira en una puerta a nuestra derecha y se introduce en la habitación, al entrar noto un aroma a polillas y alcohol que hace que mi estómago revuelva el batido que queda en él. A diferencia del resto de la casa, la habitación está helada, me toma unos pocos segundos percatarme que aquella habitación es una especie de enfermería. Hay una colchoneta en el suelo junto a una mesa y hay estantes con diferentes botellas y recipientes, está bastante ordenado, me hace sentir fuera de lugar con la ropa desgarrada y sucia y mi estado emocional fuera de control.

—Pueden retirarse—dice el soldado a un lado de la puerta.

 Los chicos se ven entre sí, decidiéndose. El soldado me observa, mi herida, para ser específicos.

—me las arreglaré, podozhdisnaruzhi.

Ambos salen de ahí, y ni siquiera han terminado de cerrar la puerta cuando ya me he abalanzado sobre el marlón. Lo tomo de la chaqueta con ambas manos y uso mi peso con la intención de estrellarlo contra la pared, pero esto solo lo hace desequilibrarse un poco. No puedo usar la táctica de intimidarlo, debe llevarme varios centímetros, y ni siquiera tengo fuerzas para seguir pataleando, mucho menos para pelear con él.

Me mira impasible, como si no valiera la pena desperdiciar fuerzas en mí, y esto me enfurece… además de hacerme sentir pena por mí misma.

Tomo la perilla de la puerta e intento abrirla, pero al ver esto el soldado me da la vuelta con un solo movimiento y me coloca de espaldas a él. El movimiento repentino me hace marearme, la puerta está abierta, pero no con el propósito de dejarme ir, ambos sujetos entran de nuevo y el soldado marlón me toma por los pies, mientras ellos toman cada uno de mis brazos. No puedo gritar, mi garganta arde de lo que ya lo he hecho. Vuelven a girarme, de manera que veo el techo, me toman de las manos con fuerza y después mis pies, intento deshacerme, pero aprietan mis muñecas y mis tobillos con fuerza.

Estoy indefensa, y esto me hace sentir solo mas desesperada, cada movimiento me hiere y de repente un pinchazo me distrae. Mi brazo ha sido pinchado con una jeringuilla que ahora se encuentra en manos del soldado marlón. Mi cabeza comienza a punzar y un calor recorre mi cuerpo, me siento débil, aunque no quiero cerrar los ojos. Las luces se vuelven cada vez más difusas y, antes de que me dé cuenta, quedo inconsciente.

 

Voces hablando por lo bajo, no distingo lo que dicen, y aunque lo distinguiera, mi mente está demasiado adormilada como para procesarlo. Mi lengua se siente pastosa y mi cuerpo se siente pesado y adolorido. Me muevo para cubrir mis ojos. Mi mente espabila un poco, recuerdo lo que ha pasado: los fugitivos, Edmund y Thomas, Gisela y las niñas y, por último, el soldado marlón.

Abro los ojos repentinamente asustada, mis ojos arden por la luz, así que me obligo a entrecerrar lo ojos. Trato de reconocer el lugar en donde estoy, la colchoneta sobre la que estoy tendida y la puerta frente a esta. Hay dos personas en la habitación, una mujer mayor y el soldado marlón, ambos me miran y se encaminan a donde estoy, colocándose uno a cada lado. Mi respiración se agita pero permanezco inmóvil.

La mujer toca suavemente mi brazo, y cuando me giro a verla me sonríe amablemente, intentando tranquilizarme. Su mirada tranquila me obliga a normalizar mi respiración, pero hay demasiadas preguntas en mi mente ¿Quién es? ¿Dónde están los demás? ¿Qué nos harán? Y ¿Por qué intenta tranquilizarme? Un marlón no hace eso, no le sonríe a un esclavo, no toca con suavidad su brazo y lo mira como lo hace ella.

—Pareces mas tranquila—dice el marlón a mi derecha.

Muevo mis manos probando su funcionalidad, pensando en si debería responder al marlon pero en el momento continuo aturdida. Me incorporo sobre las sabanas, pero un dolor en la cadera me paraliza.

La mujer le vuelve a hablar al marlón.

—ten cuidado, o abrirás los puntos—traduce.

Levanto las sabanas y, abriendo la ropa ensangrentada, trato de mirar el corte de la bala, pero hay una gasa obstruyendo la vista. Miro con desconfianza al soldado marlón, quien ahora está pegado a la pared ¿Qué pretenden curándome? ¿Qué más da?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.