Relatos de Mentes Retorcidas

1: Me Controlan

Esto ya había pasado una vez, por eso cambiamos de escuela provocando una pelea en la anterior, así nos expulsaron y entramos a duras penas en esta, donde me esforcé por ser un excelente estudiante. Pero ahora no quiero hacer lo mismo, ellos lo saben y están enojados.

Nos encanta esto de la Internet, es genial. Uno puede publicar algo de manera totalmente anónima, o proporcionando falsos datos y todo el mundo lo ve; solo las personas con mente morbosa accederán pero, esas son una gran mayoría. Nada más me basta con ver los números subir con las vistas en este blog para comprobar que la humanidad es una mierda. El título "Chica asesinada en vivo" sí que fue algo atractivo, aunque solo era una prueba. Definitivamente tendré buen alcance cuando publique el texto, para que todos sepan la porquería que era Lara.

Como es normal en personas como ella, en la primera clase dejó claro que iba a hacernos sufrir. No con esas palabras, nuestra profesora estaba presente, pero al momento exacto en que se sentó en el banco del final a la derecha con sus cejas impecables, y comenzó a hablar a los gritos sobre su perfecta vida todos supimos que esa sería nuestra pesadilla. Ellos me dijeron que debíamos matarla antes de que nos quitara el puesto, yo intentaba hacerlos callar. Particularmente me molestó más cuando nos dirigió la mirada, con sus ojos cargados de desagrado ante mi apariencia algo desaliñada, y arrugó la nariz como si estuviera oliendo algo horrible. Probablemente esa es la cara que yo puse el día en que tuve que oler su asqueroso perfume cítrico. Dijeron, convencidos, que ella no me agradaba; era mala y sucia, no debía seguir respirando. Me enfermó que tuviera una perrita, esa escoria no era digna de poseer un ser tan puro y tierno.

Maldita, la odio, la detesto. Cada centímetro de su cuerpo era asqueroso y estúpidamente acorde a los estándares de belleza sociales, lo que hace que la aborrezca todavía más, aún estando muerta. Y al contrario de todos en del salón, no me gusta, nunca me gustó. ¿Cómo podría gustarme con ese rostro simétrico y su complejo de superioridad? Tal vez si me hubiera gustado no habría desfigurado su delicado rostro de la forma en que lo hice.

Yo detestaba que hablara, porque cuando comenzaba a hacerlo ellos gritaban más fuerte y me perdía en nuestros pensamientos, creando en mi mente infinitos escenarios en los que la torturaba para finalmente matarla de las formas más sangrientas y repugnantes que podía imaginar. Eso me gustaba y disfrutaba estar perdido en ese mundo de perversión, pero entonces dejaba de prestar atención a las clases. Amaba ser un buen estudiante pero desde que ella llegó me distrajo vilmente, llevándose toda la atención y halagos, dejándonos en las sombras, entre laberintos oscuros y siniestros alimentando nuestro odio hacia esa maldita chica; así como hizo Laura. Este odio creció a un punto tal que no resistía tenerlo en mi interior, ellos ayudaban a aumentarlo pero no a sacarlo; a excepción de una forma. Pero no quería hacerles caso y para silenciarlos comencé con las cartas.

Me dirigía a ella sin jamás pronunciar su nombre, explicándole con detalle todo lo que quería hacerle. Porque eso hacen las personas cuando el sentimiento es demasiado grande, se deshacen de él por los medios que sean necesarios. Cuando la pila de cartas comenzaba a aumentar las quemaba, imaginando que era su cuerpo el que ardía en el jardín mientras mamá trabajaba.

Llegó un momento en que las letras ya no aliviaban mi ser, entre sus gritos y mi frustración solamente quería acabar con esto. Fue entonces cuando debí hacerlo, es por eso que estamos aquí, relatando estas palabras. Me gustaría que en casa hubiera más silencio, pero cuando la tele se enciende mamá y Laura hablan muy fuerte sobre los programas. Cállense, por favor cállense, pido en mi mente. Sobre todo Laura.

Admito que no fue como lo planee, la perra luchó y ladró más de lo que creí, pero el esfuerzo valió la pena al ver la cara de Lara rota en llanto, detallando a su mascota colgada en la escuela, con el estómago abierto y las patas desprendidas. La sangre goteando en las baldosas blancas de la entrada, aumentando el charco carmesí que repugnó a muchos me dio una sensación de orgullo. Bien hecho, me dije; bien hecho, volví a felicitarme y mientras todos pronunciaban las onomatopeyas de asco yo sonreía para mis adentros, satisfecho. Y aunque eso fue genial, se enojaron porque aunque creía que no, fui torpe y dejé huellas. En la oscuridad de un callejón peleamos a viva voz y como siempre, ganaron ellos. Debía deshacerme de ella.

Cometí errores al sacar a la perra de la casa, mi llavero había quedado en el patio; ese fue el principal causante de que me ganaran la pelea, sabía que tenían razón y había tomado una mala decisión al irme por la perra en lugar de la dueña. Volví a la noche siguiente con la buena suerte de que nadie encontró el objeto entre el pasto perfectamente cortado e ingresé a su habitación por la ventana, trepando por el balcón.

Mi complexión delgada engaña, creen —como Laura— que soy débil pero no es así. Dentro de mí se encuentran bestias terribles que claman por salir o controlarme pero lucho por mantenerlas a raya, eso no puede hacerlo cualquiera. Laura no podría.

Al ver mi cabello revuelto su primer instinto fue gritar pero entré de un salto y me lancé sobre ella, cayendo los dos y golpeando su cabeza contra el suelo de madera a la vez que la aplastaba con mi cuerpo. La casa estaba vacía y sin su perra merodeando no había grandes peligros, así que la lancé por la ventana sin cuidado, viendo sonriente como su raquítico cuerpo caía en una pose antinatural; salté y arrastré el cuerpo por los oscuros y rizados cabellos hasta donde todo comenzó, lugar que no estaba lejos. En el patio cada golpe y patada fue acompañada de un insulto, vaciando mi odio en su asqueroso cuerpo.

Ya no es bonita ni inteligente, no puede hablar o estar con su perra, tampoco mirarnos con asco. Me río al pensar en cuando pasé el soplete por sus mejillas y ojos, por sus labios que siempre se lamía entre frase y frase, tal cual hace Laura, recuerdo el movimiento de su cabello al caminar y como se lo arranqué furioso. No volverá a distraerme en clases, seré el alumno ejemplar que siempre he sido; ahora estamos en paz, ellos calmaron su enojo y prometieron dejarme tranquilo si no hacía nada que los molestara o nos pusiera en peligro, pero ya saben que algo va mal.



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En el texto hay: asesinatos, relatos, muerte

Editado: 17.05.2021

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