Relatos de Mrs Unright

Burbujitas de champagne

Creo que no les había contado, pero Chá anduvo un buen rato en el ambiente antrero, trabajó en un par de bares y antros.

En una ocasión le regalaron una botella de Moët Chandon Imperial, como celebración a un evento buenísimo que había resultado todo un éxito.

La guardó en el refrigerador y ahí se quedó algún tiempo.

Un día estábamos preparando algo de cenar, abrí el refri y vi la botella ahí, muy calladita en el fondo del refrigerador.

"Oye cielo, ¿Cuándo vamos a abrir esa botellita?" Le pregunté mientras ponía mi cara más picarona.

"No lo sé, solo puedo decirte que el día que la abramos, ese día te vas a embarazar".

Me sonrió. Y esa botella siguió ahí en el refrigerador, esperando ser abierta en una ocasión especial.

Cómo Chá trabajaba en antro, nuestros días libres eran los domingos. Así que un domingo por la noche fuimos a cenar con unos amigos y un primo de Chá a Non Solo, un restaurante italiano en la Roma.

Ellos pidieron vino blanco, nosotros tomamos coca-cola y cenamos delicioso. 
Pero de esas veces que la estas pasando tan bien que no quieres que acabe el momento.
Nos corrieron literal jajaja, nos dieron la cuenta y empezaron a subir las sillas a las mesas.

"Pues vamos a la casa, y ahí seguimos echando desmadre" les dijo Chá muy animosamente.

"No wey, ya estoy cansado y además ya nos acabamos la botella de vino blanco" dijo su amigo un poco renuente a seguir la reunión.

"Tengo una botella de Moët enfriándose en el refri" insistió Chá una vez más.

Los convenció. Su primo, el amigo, su esposa, Chá y yo nos fuimos al departamento.

Al llegar, Chá sacó la tan prometida botella del refrigerador. He de confesar que estaba un poco celosa. Pensaba que esa botella la abriríamos en una ocasión especial (aniversario, cumpleaños, noche a solas).

Sacamos las copas de la cantina y las pusimos sobre la mesa.

"Les voy a contar amigos que está botella es muy especial, le prometí a Liz que el día que abriéramos está botella íbamos a quedar embarazados. Que va a ser una niña y se va a llamar Victoria".

"Uhhhhhhh" gritaron todos a modo de burla.

Abrió la botella, salió el corcho volando y cayó sobre la mesa.

Sirvió las 5 copas a la mitad; el Moët burbujeaba como si hubiera sido un Alka Zeltzer.

Chocamos las copas.

El amigo de Chá sabía cuánto deseábamos un bebé.

"Salud amigos míos porque está botella sea la buena. Porque está noche pegue. Y porque Victoria llegué a sus vidas como tanto la han soñado".

"¡Salud!" dijimos todos entre risas y cotorreo.

Chá y yo tomamos el corcho, y con una pluma escribimos la fecha:
"05 de septiembre de 2016. Te amamos aún sin conocerte".

Seguimos brindando. Se acabó la botella.

Las visitas se fueron y nos quedamos solos.

Es obvio lo que pasó aquella noche.

Poco más de un mes después teníamos en las manos aquella prueba de embarazo que daba positivo.

Según las cuentas, aquella noche (o por esos días) concebimos a Luciana.

¿Porque no se llamo Victoria? Esa es otra historia.

Y así, aquella noche, esas burbujitas de champagne hicieron su magia...

Aún guardo aquel corcho, que le daré a mi hija algún día, para que sepa, que la deseamos y la soñamos con todas las fuerzas que el alma nos dió...

 



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En el texto hay: relatos cortos

Editado: 15.05.2021

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