Me puse una blusa negra, me recogí el cabello en una coleta y me coloqué una diadema morada. Me pinte los ojos con sombra morada, me enchiné las pestañas y me puse rimel...
Al otro lado del cuarto un Chá nervioso me miraba fijamente.
"Gordita, pero cuídate mucho por favor. Yo siempre te apoyo, ¿Estás segura que quieres ir? Me da un poco de temor que te pase algo porque bueno, no es un secreto que no eres la más ágil... ¿Y si te empujan? ¿Y si la gente corre y te tiran?. Pero obvio te apoyo. Siempre te apoyo".
Lo mire y le sonreí "Chá, esto es por mi, es por Luciana, es por todas. Estoy hasta la madre de leer tragedias de mujeres que pudimos haber sido la niña o yo. Prometo que voy a cuidarme. No voy sola, van algunas amigas, va baby (mi prima) y allá estará la señora Frixione y todas las chicas de Unidas México. Te prometo que me voy a poner al tiro... Ya lo dice mi amiga Tania: te quiero chingona porque pendeja no me sirves".
Seguí en lo mío, Chá salió a casa de su mamá a recoger a Luciana porque una noche antes se había quedado allá y además mi suegra (de 60 y tantos) también estaba preparándose para ese gran día.
Llegaron una amiga y su hija adolescente. La veía nerviosa. Era su primera vez. "No te preocupes, también es mi primera vez. Pero estaremos bien" le dije en tono tranquilizador.
A mi salida, Chá venía de regreso. Me persignó, me besó y me dijo "cuídate mucho gordita". Volteó a ver a mi amiga y le dijo "te la encargó More, no es la más abusada a veces" jajaja cuánta razón tenía y ya sabrán por qué.
Luciana me miró, despeinada, con bigotes de leche y cara de recién despierta.
"¿A dónde vas mamá?" Me preguntó con su carita curiosa.
No pude ni contestar cuando Chá la cargo y le dijo "Tu mamá va a la guerra. Va a cambiar el mundo para ti". Luciana lo miro, no entendió de que hablaba su papá, pero me sonrió y me lanzó un beso al aire, sonriente.
Salimos de casa, me encontré con otras dos amigas y de ahí me fui a Taxqueña, dónde encontramos a dos más. Mi hermana también llegó ahí.
Subimos al metro, yo venía nerviosa, era mi primera marcha y además había rumores de personas que querían dañar a las manifestantes con ácido.
"Si corren, yo me tiró al piso y ruedo como pelota" pensaba yo.
La amiga de otra amiga me extendió un pañuelo verde. "¿Lo quieres Liz? Te lo obsequio". Acepte gustosa y me lo amarre en la muñeca.
Escuchamos que dentro de las recomendaciones estaban pintarse con plumón en un brazo tu nombre, tipo de sangre y el número telefónico para cualquier urgencia. Me recorrió un escalofrío. Me imaginé una llamada a Chá "su esposa está herida, muerta".
Sacudí la cabeza y tomé el plumón. Anoté mi nombre, un número de teléfono y el nombre de Chá debajo.
Tome una foto y se la mandé a mi marido. "Por cualquier cosa amor".
Chá me contestó un mensaje "¿? ¿Liz eso qué? Ese es tú número de teléfono, no el mío". Jajajajaja despistada como siempre, mis amigas se carcajearon y me dijeron que siempre es lo mismo conmigo, pero que es parte de mi esencia.
Me borré el número y lo corregí, anotando el correcto al fin.
Llegamos a Hidalgo. Las puertas del metro se abrieron. Subieron unas 10 adolescentes. Vestían playeras blancas y negras, su pañuelo verde en el cuello, otras lo llevaban morado. Traían pancartas en las manos. Se veían niñas "bien". Hubiera jurado que venían de la Condesa o Polanco, por su facha, por su lenguaje y su manera de vestir.
De repente, entre los ruidos del metro y el murmuro de la gente, estás chicas rugieron con mucho sentimiento:
"Señor, señora, no sea indiferente, se mata a las mujeres en la cara de la gente". Repitieron esa consigna unas tres veces.
Mis ojos se empaparon. Me llené de sentimiento. Era imposible no sentir escalofríos.
Llegamos a revolución. Baje del vagón y comencé a caminar entre un tumulto de mujeres con pañoletas verdes y moradas, con pancartas, con el coraje en el pecho.
"Y la culpa no era mía, ni dónde estaba ni como vestía" gritaron casi todas al unísono. Quise acompañarlas, pero el nudo en la garganta me impidió hablar.
Los civiles que no estaban unidos al movimiento hicieron una valla humana, dejando espacio enmedio para que pasáramos las manifestantes.
Ellas gritaban, yo lloraba y la valla humana, hombres y mujeres, comenzaron a aplaudir.
"¡Con todo chavas! ¡Las tienen que escuchar!" Gritaban alguien desde la valla.
Al sonido del aplauso avancé entre todas. Con las lágrimas escurriendo sobre mis mejillas.
Casi para subir a la escalera, una mujer mayor gritó: "¡Mujeres unidas, jamás serán vencidas! Lo que no tuve yo... ¡Consíganlo ustedes!".
Subimos las escaleras y caminamos mis amigas y yo hacía el punto de reunión.
Todo era un árbol de jacarandas. Éramos flores moradas caminando sobre la explanada. Encontré a las chicas de #unidasmexico. Me abrazaron y me dieron la bienvenida como si fuéramos amigas de años. Aún sin conocerme.
La señora Frixione estaba ahí, aún cuando iba en mood manifestante se veía guapísima. Me sentí un poco como cuando conoces a tu artista favorito, pero me contuve y la saludé lo más normal que pude jajaja.
De repente la gente comenzó a moverse, y en un abrir y cerrar de ojos me perdí entre tantas mujeres.
Mi hermana se quedó a esperar a otra amiga, me preocupó, pero se que es buena chica y que no quería dejar sola a su amiga entre tanta gente.
Busque un rato y pude encontrar a varias amigas, caminamos y encontramos nuestro contingente.
Nos acomodamos, no podía creer que hubiera tantas mujeres. Éramos incontables. Me puse nerviosa. Las masas no son lo mío, y me daba pánico una estampida. Pero apechugué.
Nos paramos sosteniendo pancartas. Miraba a todos lados. Éramos un mar de mujeres. Yo, que soy tan rara y con una imaginación del demonio lo único que atiné a pensar fue "imagina como se sentían los judíos en los trenes hacia los campos de concentración". Se que no hay comparación pero éramos tantas que neta no podías ni dar un paso.