disculpen por no subir capitulos nuevos, estaba en examenes en la universidad. pero continuamos con esta historia, leanla hasta el final. no se arrepentiran
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Abordó un autobús atiborrado de personas, estas se encontraban absorbidos en el móvil. Sus rostros eran tristes con leves espasmos de alegría.
Instintivamente metió la mano en el compartimiento del saco, segundos después tenía el móvil en la palma de la mano sin saber qué hacer con él. Consulto la hora sorprendiéndose por lo tarde que era. El autobús apenas se movía mientras el chofer apretaba con odio el claxon.
Las personas se quejaban en un silencio sepulcral, por medio de publicaciones, mensajes y retuits. El transporte freno intempestivamente siendo Alexander el único en protestar elevando la voz. Las demás personas apartaron la atención de sus móviles, apenas duro algunos segundos, descargando en el toda su ira. Alexander apretó el botón de la puerta y bajo cuando esta le permitió un efímero paso.
Al mirarlas, las calles parecían suspirar emitiendo de sus profundidades olas de aire caliente acompañados de algunos lamentos. Las personas caminaban torpemente moviendo compulsivamente los dedos sobre sus frías pantallas, algunas chocaban, dirigiéndose improperios sin despegar la vista del celular. Camino algunas cuadras.
Paso cerca de un restaurante, los comensales apenas dialogaban, pasándosela tomando fotos a sus platos en vez de disfrutarlos.
Cabizbajo se paró frente a la puerta del condominio donde vivía. En apenas una década el mundo había cambiado, tal vez para bien, tal vez para mal. Dejo caer las llaves de su auto que seguía en el taller, al inclinarse noto un dolor agudo en la cadera. Estar sentado todo el día pegado a un ordenador no era en lo absoluto saludable.
La misma escena se repitió al ingresar a su departamento, todos los días debía presenciar el mismo acto, comenzaba a aburrirse. En un lado de la cocina que nunca utilizaba su esposa conversaba con alguna de sus enésimas amigas de algún chisme, en la sala su hijo se retorcía sobre el sillón apretando fuertemente el mando de su X-box, en el comedor su hija se tomaba la onceaba selfie para subirlo a todas sus redes sociales.
El punzón en la cadera no menguaba, de a poco se fue extendiendo por el cuerpo. Una incomodidad de esas que no te dejan dormir por las noches, una ira que puede autodestruirte, todo se arremolino en su voz con un potente grito.
— ¡YA BASTA!
Las mismas miradas recibidas en el autobús pero esta vez en el rostro de su familia.
— alisten sus cosas, desde hoy tomare vacaciones. Iremos a visitar a la abuela.
Las miradas de súplica y preocupación de los hijos se centraron en la madre.
— Pero… los niños tienen clases y nosotros el matrimonio de mi amiga Naomi. No lo podemos postergarlo para otro mes.
— No— la respuesta fue concisa— tienen un par de horas para hacer sus maletas yo me encargare de la escuela.
— Pero papa…
— casi lo olvidaba, en este viaje están prohibidos los celulares y las consolas de juegos.
Cerro la puerta tras de sí dejando a sus hijos protestando contra su madre.
Llego con el auto luego de algunas horas subiendo las maletas sin ayuda. Su familia abordo el auto con caras largas pasando las doce horas de viaje entre suspiros resignados.
Cuando en el cielo se dibujaron algunas tímidas estrellas se avisto a lo lejos un pequeño pueblito, acurrucado entre dos cerros y acariciado por un torrentoso rio. El pueblo de Ahcco apenas contaba con habitantes siendo una de ellas la madre de Alexander. El frio viento de la sierra lo beso en la cara al descender del auto, abriendo los brazos cogió a su madre. No había cambiado nada desde la última vez que la vio, hace ya casi cinco años.
Los hijos seguían con la tez enojada pese a los apapachos de su abuela, cogieron sus maletas junto a su madre caminando a la rustica casa donde pasarían toda la semana.