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Hoy es luna nueva.
Las gotas que caen de un desamparado cielo son tan finas como motas de polvo. Una fina neblina es atraída por las olas ocultando en su velo tímidos secretos. Apenas se puede ver el mar, sus aguas son de un opaco plateado brillante, un inmenso espejo del firmamento.
Dando grandes zancadas se acerca una enorme figura, desaparece a los pocos segundos. intento seguirla con la mirada, pero la neblina es demasiada densa. Tropiezo al ponerme de pie, a rastras consigo levantarme y aun con las piernas entumecidas comienzo a correr.
La fría y húmeda arena se roba el eco de mis pasos. La morena de piernas largas calma su andar hasta detenerse, de soslayo busca entre las sombras, su rostro refleja un inmenso dolor, arremolina sus largos, ondulados y húmedos cabellos al viento para luego por medio de unas pinzas sujetarlos y calmarlos. Da una última inspección antes de reiniciar su rápida marcha.
Escondido entre unas rocas la veo partir, ella se detiene nuevamente algunos metros después, esta vez busca minuciosamente los recónditos de la noche. Parece ansiosa, está asustada, sus ojos son un caldo espeso de preocupación.
La intuición de aquella morena es acertada, si la persiguen, pero no las personas que ella teme. Es difícil saber cuándo se detendrá, busco alrededor posibles escondites, sin embargo, la morena ya no voltea, tiene puesta su atención en unas psicodélicas luces a lo lejos.
Palacios abarrotados de luces en su exterior emergen de la neblina, casas de la noche donde evita entrar la suerte y es visitada por personas llenas de esperanza o aburrimiento. La morena saluda al guardia del casino y este le responde. Se filtran a la calle algunas risas y sonidos de máquinas. Espero mientras charlo con un vagabundo sentado en una acera. Brindamos con una horrible botella de vodka, este hace más soportable el frio y especialmente la vida.
Tiene cara de mercedes, me recuerda a un familiar lejano que conocí hace mucho. Tiene la misma ansiedad grabada en su tez.
Pienso mientras el licor hierve en su paso por la garganta.
Se acerca el amanecer y la he visto entrar y salir de varios casinos, cada vez más malhumorada y cansada. Su piel canela no puede maquillar las enormes bolsas que cuelgan de sus ojos. Se estremece al escuchar el claxon de un auto a lo lejos, cruza los brazos instintivamente alejándose de los casinos, mira a todos lados y al ver algunos hombres con trajes comienza a correr. Camino deprisa pero la alta morena se pierde entre los callejones. Un sonido de frenos chirriando contra el asfalto y un golpe solido se escucha cerca.
Como moscas la gente se agrupa alrededor del accidente, a empujones logro una posición privilegiada donde algunas gotas frescas de sangre manchan la pista. Sutilmente me inclino para recoger la cartera de la difunta, extraigo su permiso de conducir donde la foto de una hermosa morena de rasgos finas sonríe. Nuevamente no me equivoco en el nombre.
Entrego los documentos a uno de los policías que llegan al lugar, permanezco cerca de ellos para escuchar a los testigos. Una anciana se ofrece voluntariamente acercándose junto al chofer del vehículo.
— Se lanzó a la pista, la vi cuando tenía el auto encima de ella— dice un atormentado conductor secándose el sudor que perlaba su frente.
Los policías lo callan con una dura mirada.
— el señor tiene razón, la chica solo corrió sin detenerse en el semáforo ¡se lanzó a los autos! Miraba hacia atrás, pareciera que alguien la perseguía.
— Acompáñenos a la comisaria, está a algunas cuadras — dijo uno de los agentes guiando de la mano a la anciana.
Ya todo estaba dicho y no necesitaba escuchar más, en mi mente se recreaba miles de escenarios con la muerte de Mercedes. La gente murmuraba acerca de una muerte inmediata; imploraba tal fuera el caso.
Fingí lágrimas y gritos de dolor haciéndome pasar como un familiar de la fallecida, siendo conducido junto con ella en la ambulancia a la morgue general de la ciudad. Pedí a un paramédico destapar por un instante el rostro de la difunta Mercedes. Me sorprendió ver una envidiable paz, la angustia igual que la vida se había esfumado.
Un doctor nos recibió junto a una camilla a la entrada de la morgue.
— Nunca te conocí, soy un viejo amigo de la familia— el doctor se acercó inspeccionándome con cada paso.
— soy un primo lejano, tampoco tuve el placer de conocerlo pero a ella si la recuerdo bien. Paso tanto tiempo desde que la vi, era tan feliz y bella ¿Qué le paso?
— entonces no sabes nada sobre su hijo y la extraña enfermedad que lo aqueja. El gran defecto de Mercedes fue su orgullo, quiso hacerse cargo del pago al tratamiento. Su esposo falleció algunos años atrás dejándoles un poco de dinero del seguro pero aun así no era suficiente, pese a todo siguió pagando puntualmente pero la salud de su hijo no mejoro. Faltan algunos días para que lo sometan a una cirugía y darle un poco más de tiempo. Escuche que conseguía el dinero de préstamos con personas peligrosas y jugando en casinos, no la juzgo pero tomo una decisión equivocada.
Una enfermera se acercó entregándole algunos papeles al doctor.
— el trabajo llama, primo lejano. Los padres de mercedes llegaran pronto, será mejor que te vayas, ellos no creerán tu historia.