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Flavia
Los últimos tres segundos de un sueño son los más recordados, en especial si es una pesadilla.
Muchas horas transcurrieron para que Flavia abriera los ojos, las primeras imágenes fueron borrosas reconociendo difícilmente a su madre al pie de la cama. Los dispositivos médicos conectados por todo el cuerpo chillaron al unísono, enfermeras y médicos entraron corriendo despertando a Luciana que rompió en sollozos al ver a su hija. Flavia se retorcía por la incomodidad del respirador artificial y las agujas en los brazos, un potente relajante la estabilizo. Veía los labios del doctor moverse pero su voz se escuchaba lejana alzo la mano cuando sacaban a empujones a su mama, en una sala llena de enfermeras y doctores se sentía completamente sola.
Otra inyección derrumbo sus parpados sumiéndola en la oscuridad. Lagrimas resbalaron por su mejilla mientras perdía el conocimiento.
En la sala de espera los angustiados seres amados de Flavia esperaban noticias esperanzadoras, fuera del hospital Edgardo Rebagliati se perfilaba un nuevo amanecer. Los pasos de un doctor hizo que todos se pusieran de pie, este pidió hablar solo con los padres; Carlos y Rebeca asintieron alejándose al interior del pasillo donde un leve eco de gritos y suplicas se oían.
Rebeca corrió a largas zancadas ante el desmallo de la madre de Flavia, Carlos trato de seguirla caminando despacio cayendo derrumbado en una silla cercana.
Después del desmallo se le practicaron pruebas de descarte dando positivo el de la leucemia mieloide crónica, una de las peores clases de cáncer con expectativas de vida cortas en las fases finales.
— ¿Cuánto tiempo le queda?— pregunto Carlos.
— Los doctores empezaran inmediatamente con la quimioterapia, dependiendo del progreso se puede hacer un análisis, o eso es lo que dijeron. Llame a un amigo que es médico especialista en tipos cáncer pidiéndole una estimación sin importar la crudeza— el padre de Flavia suspiro abatido— en el mejor de los casos algunos años, el peor es solo semanas.
Rebeca se tapó la boca cuando un leve quejido escapo de sus labios.
“porque dios siempre insiste en llevarse a las personas buenas antes y dejar a las malas en el mundo, acaso quiere volverlo un infierno. Llévame a mi maldición, ella tiene sueños importantes que cumplir. ¡Llévame a mí!”
Pensaba cabizbajo caminando en círculos.
— No hay nada que se pueda hacer como donar sangre o algún órgano. Debe haber alguna forma para salvarla, yo me ofrezco como donante sin importar lo que me saquen. Ustedes también tienen dinero pidiendo pagar las mejores clínicas podremos salvarla…
Ricardo lo sacudió con fuerza de los hombros ante la sorpresa de Rebeca y su recién despertada esposa. Lo miro a los ojos, un corazón destrozado de padre reflejaba el dolor.
— Gracias por preocuparte por mi hija pero debes irte a casa nosotros nos ocuparemos de todo, si hay algo en lo que necesite tu ayuda te llamare— le dio la espalda después de algunos golpecitos en el brazo ayudando a su esposa a levantarse despidiéndose también de Rebeca.
Dos días después Flavia despertó, en esa ocasión se le retiro la respiración artificial. Los padres pidieron ser ellos los encargados de dar a conocer el estado de salud a su hija. “es cáncer no es así” dijo ella sentada en la cama mirando por la ventana del doceavo piso a una ciudad gris. “leí los síntomas hace algún tiempo en una novela ¿Cuánto tiempo me queda? Por favor no me digan una mentira, ya sé que es poco” los tres se acurrucaron abrazados en un silencioso llanto.
Sobornando a los guardias Carlos entro al hospital luego de la hora de visita, el horrible tráfico de la capital lo apreso por horas. Evito el ascensor donde llevaban a ancianos en camillas, subiendo a tropezones por las escaleras, y con la frente perlada de sudor se paró frente a la puerta 1218 abriéndola lentamente.
— no me mires con esos ojos llenos de lastima. Por favor tu no.
— Lo siento— respondió secándose los ojos— te ves hermosa— la larga cabellera de Flavia no existía, pidiendo ella misma que la raparan al iniciar la quimioterapia.
— Siempre fuiste un mal mentiroso— dijo moviéndose en la cama dejando un espacio— sabía que vendrías pero no que llegarías de último, te mereces el peor castigo por hacerme esperar— al tenerlo junto a ella le dio un leve golpe antes de reposar la cabeza en su hombro— ¿me seguirás amando incluso cuando este delgada y pálida?
— Te dije hace tiempo que soy el único en soportarte, te amo y amare por siempre.
— ¿ya sabes por qué quieres ser ingeniero?
— Para construir un mundo mejor donde vivir a tu lado.
— eso suena hermosos, me gustaría poder verlo un día.
— te prometo que lo harás.
— enserio eres un gran mentiroso— replico con lágrimas en los ojos— ambos sabemos que eso no será así. Tengo miedo, prométeme que te quedaras hasta el último momento.
— Lo prometo, no estarás sola. Pero hay un tratamiento de células madres, podrías intentarlo…
— Mi papá también lo menciono pero para hacerlo tendría que viajar a Holanda y las posibilidades que sobrevivan al vuelo son pocas. Yo elijo quedarme y tener más tiempo para estar cerca de los seres que amo, estar cerca de ti ¿puedes hacer algo por mí?
— pídeme lo que sea
Cuidando en no tocar la intravenosa lentamente se desvistió, la luz de la luna tímidamente vistió la habitación de un leve plateado. Beso con delicadeza cada parte de su cuerpo fundiéndose luego en un solo ser. Una enfermera escucho los gemidos de placer provenientes de la habitación apiadándose de ellos distrayendo a sus compañeras de guardia. Durmieron juntos hasta los primeros rayos de sol, la enferma despertó a los novios indicándole a Carlos el poco tiempo sobrante para la revisión médica de su amada. Rápidamente se vistió ante la risa de Flavia, amaba verla contenta, quería hacerla feliz por siempre. Pero la vida siempre te da pedacitos del edén antes de enviarte al averno.