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“y tú ¿crees en la magia?”
Una fina capa de agua se forma en las cuadradas ventanas del pent-house. Alexander sostenía una taza de café en la mano contemplando lánguidamente el horizonte.
Al menguar el aguacero tomo una fina gabardina adentrándose en la gris avenida principal. Camino unos pocos pasos antes de escuchar una rasposa y caótica voz.
— Que tengas un bonito día ¡Chico de mente cuadrada!
Una mueca despectiva arraso su rostro al ver un vagabundo andrajoso de enorme sonrisa sentado en un círculo pintado a trazos irregulares.
“no dejes que un indigente arruine tu primer día de escuela, pero ¿Qué es una mente cuadrada?” pensó abordando un taxi.
La infraestructura de la preparatoria lo decepcionó, era apenas la tercera parte de una de las residencias principales de su familia. Sin embargo, el prestigio de aquel lugar rezongaba en las principales universidades del mundo. La meta que anhelaba, ser admitido en la facultad de Derecho en Stanford.
Tomo asiento en la parte delantera del aula, escuchando atentamente la clase impartida por un pequeño y regordete profesor. Se les brindaba un receso de una hora para almorzar y retornar a clases, abandonando los alumnos el salón pasando al amplio comedor. Fue ahí cuando la vio por primera vez.
Sentada en una banca protegida por un abeto una chica de finas facciones y las mangas llena de agujeros comía delicadamente su almuerzo, masticaba varias veces el escaso alimento pensando quizás que la llenaría por más tiempo. las personas la ignoraban como si fuera un bicho más del jardín, como si fuera una mariposa de opacos colores.
Alexander socializo rápidamente con sus compañeros al correr el rumor de la importante fortuna de la familia Marconi, noto la mirada llena de envidia con la que había tratado en la secundaria y también los ojos coquetos de sus compañeras al pasar junto a él, pero la chica que importaba permanecía absorta en un grueso libro de matemáticas. La observo un buen tiempo, tanto que ella doblo la cabeza chocando la mirada.
— no te fijes en ella, es una resentida social. Mejor ven con nosotras después de clases al centro comercial ¿Qué dices?
Una chica con excesivo maquillaje esperaba la respuesta con aire soberbio.
— lo siento, debo ir a casa y estudiar— respondió secamente buscando su asiento
“— este tipo también es otro bicho raro” — escucho de parte de la chica.
Las semanas de clases transcurrieron encontrándose cada mañana con el vagabundo. Este repetía, “bonito día, chico de mente cuadrada” lo denuncio a la policía no obstante lo encontraba en otra esquina y el usar audífonos no servía por la potente voz rasposa. Resistió el impulso de alertar a sus padres y preocuparlos, la idea de independizarse era de él siendo un vagabundo algo inocuo para los planes trazados, además obtenía consuelo llegando a la preparatoria puntual cada mañana, podía observarla leer por algunos minutos.
Averiguar su nombre fue fácil, se llamaba Kenia, pero obtener el resto de información resultaba una odisea.
Llegando la hora del almuerzo tomaba una mesa cercana al viejo abeto, soborno al conserje para conseguir la privilegiada posición ¿Era raro disfrutar tanto el ver comer a una persona? La forma peculiar de tomar los cubiertos, el movimiento de la boca, el desliz de los dedos, los extraños agujeros en sus mangas, todo era único en aquella chica.
El viernes se tomó más tiempo almorzando sin perderla de vista, lentamente se ponía de pie cuando un perro salió de la nada arrebatándole la comida a Kenia. Esta lo persiguió sin embargo el perro se escabullo entre las rejas de la salida.
Alexander también se enfrasco en la persecución inconscientemente siguió los pasos de la chica, manteniendo una distancia moderada evitando ser descubierto. Con el rostro perlado de sudor se perdió en un laberinto de calles y avenidas, pensó alucinar al ver una enorme carpa de circo calles adelante. Aminoro el paso al pasar por una reja oxidada donde fierros arqueados dibujaban la palabra “circo sorpresa”
— ¡la función esta por empezar! Rápido chico de mente cuadrada, rápido que el mago no espera.
El agarre del vagabundo era fuerte, arrastrándolo hasta la carpa principal. No tuvo tiempo de protestar mientras era sentado en una enmohecida butaca, pensó en escapar ante la distracción del vagabundo cuando las cortinas del atrio se abrieron liberando una luz resplandeciente, casi irreal.
Un hombre hermoso con un frac negro y sombrero de copete alto charlaba con Kenia, el perro ladrón de almuerzos saltaba alrededor.
“cómo puede existir un ser tan hermoso, parece sacado de un cuento hadas” pensó volviendo a sentarse.
El hombre quito el almuerzo del hocico del perro, lo limpio con un pañuelo de seda envolviéndolo con una tela negra. Soplo.
Al retirar el pañuelo poseía en su mano dos almuerzos idénticos, pero con más alimentos en cada uno de ellos, alimentos de alta calidad como el caviar y salmón brillaban en ambos platos. El hombre cogió uno de ellos entregándoselo al perro, devolviendo el otro amablemente a Kenia.
El vagabundo salto de su sitio aplaudiendo y festejando. El hombre desvió la mirada posando unos enormes ojos plomos en Alexander. Este parpadeo, al abrirlos tenia a escasos centímetros el rostro del hombre.
— y tu chico cuadrado ¿crees en la magia? — preguntó
Alexander se ahogaba con sus palabras serenándose al ver acercarse a Kenia.
— ¡No! — respondió