Relatos De Terror Y Misterio

El duende de las almas. -

No son horas para conducir al camino del bosque negro. O así dicen, pues la neblina es tan espesa como las criaturas que abundan. No le importaba mucho. Incluso el vehículo estaba en buenas condiciones para un viaje eterno, cuando el motor dejo de funcionar. No se percató que el viaje realmente sería infinito al llegar al puente del rio.

 

 

- Voy a cruzar el bosque para ir al otro lado del pueblo

 

 

- Pero esta el duende de las hojas

 

 

- Es solo una leyenda.

 

 

 

El duende de las hojas se lleva a las almas, antes de torturarlas psicológicamente. Esa es la leyenda del pueblo vecino que temen adentrarse en aquel sitio, donde la niebla espesa no permite ver lo que alrededor se presenta. El bosque negro esta maldito aseguran las personas más antiguas, que aún permanecen con el miedo de salir en dirección al oeste donde el cruce de un puente comunica con otros caminos donde poder abrir el panorama.

 

 

- Allí, mi primo hermano desapareció allí – señala con el dedo entre una arboleda

 

 

– allí se mezcló con las plantas, y nunca regreso.

 

 

 

El viejo sabía bien de lo que hablaba. Muchos se han extraviado en el bosque. El duende esclaviza las almas.

 

 

Manne, no le importaba las palabrerías de las personas, el iría en búsqueda de aventuras, y quería llegar al otro lado donde un pueblo lleno de riquezas espera. O eso decían. Otros manifestaban que no existía tal. Y que el duende engañaba a las personas para que nunca se vayan de allí. ¿De dónde? No lo sabemos. Nadie lo sabe.

 

 

Preparó en las mejores condiciones con su equipaje. Las pocas personas que aún permanecían allí, lo veían partir.

 

 

-Es una pena no volverá.

 

 

 

El muy ingenuo encendió el motor. Con su gorra saludo en expresión de desprecio. Adiós pueblo en llamas que ya no existe para mí.

 

 

 

 

 

El atardecer se estaba alejando como la camioneta a toda prisa. Hay que tener por presente que en la oscuridad adentrarse a cierto sitio, no es nada agradable. Al ingresar en el sendero, comenzó a iluminar con su faroles bajo quebrando la espesa capa de grisáceo color que no dejaba observar delante lo que podría llegar a surgir. Los accidentes son comunes, y entre la maleza, tropezar con árboles, o animales podría ser un último suspiro del viaje. Había transcurrido la mitad del camino. Los búhos fanáticos pensadores le avisaban que no prosiguiera. Era tarde. Con la ventana baja sentía los golpes del aire, y una piedra golpea el vidrio de adelante. Genero una pequeña abertura sin importancia. El mismo fue tal que no tardó en estacionarse. Al descender se mesclaron los movimientos de los pastizales en un gran tumulto. Tenía su rifle en la mano derecha por la dudas que algún animal de envergadura lo atacara. Lo sonidos cesaron. Y luego tuvo un leve mareo que no pudo discernir sobre que refería. Era como si la cabeza le diera vueltas en una, y otra dirección. En un parpadeo, verificó que algo no estaba bien. Había un árbol de frente al camino, y otro camino se dibujaba en otra dirección que parecía la misma. El escalofrío recorrió su piel helando cada milímetro. Respiró hondo, y regreso al vehículo. Colocó la llave, y arrancó. No fueron más que segundos, cuando desde su espejo retrovisor pudo ver que aquella criatura de madera no estaba. Delante de él, fue cuando freno, y allí el mismo árbol que hubiera avistado camino atrás. Generó una maniobra estrepitosa para esquivarlo, y piso el acelerador. Volvió a respirar hondo. Nada estaba como parecía. Podía percibir algo diferente en la naturaleza. Algo misterioso que surgía de la propia vegetación. Las estrellas iluminaron un poco el cielo cuando ingreso a campo abierto. Eso le regalo un poco de tranquilidad. La llanura acabaría luego de llevar a otro sendero de mayor vegetación, y fue cuando frenó de golpe. El mismo árbol, nuevamente. Giró el volante ya asustado, luego otro espécimen vegetal se cruzaría. Al caer en razón, se dio cuenta que estaba en el mismo sitio donde había partido cuando modificó la dirección del camino. Sin dar marchar atrás, salió a prisa de allí hasta que dio con una huella marcada de piedras. Realmente el susto lo tenía inquieto. Pensó descender del vehículo, pero el pánico comenzó adueñarse de su ser.

 

 

El sonido de las alimañas, y la voz susurrante entre las plantas. Parte del paisaje, parte del paisaje, cantaba a viva voz algo. Continuo trayecto sin importar arrastrando todo a su alrededor, hasta que la rueda golpeo algo que no podía verse. Disminuyo la velocidad. Parecía un animal que apenas respiraba. Al voltear la vista, regreso

 

 

direccionando al animal, que ya no estaba. De frente a él, el árbol, y otro camino. Sin mar remedio fue por allí asustado, por todo lo que la noche ofrecía.

Las voces de su imaginación comenzaron a jugar. Ser parte del paisaje. Ser parte del paisaje.

La locura de no desentrañar los sucesos lo envolvían cada vez más con fuerza. El bosque estaba vivo, ¿o tal vez el duende fuera real? No le importaba nada en absoluto. Solo quería escapar de allí. Para milagros de la vida, el puente estaba justo a unos metros. Del otro lado el pueblo dorado. Direccionó la palanca de cambio, y apretó el acelerador. Estaba relativamente cerca del puente, pero algo no estaba bien. A medida que avanzaba, este se alejaba, fue cuando a gran velocidad movilizo la camioneta. El puente ya no se alejaba, y quizás era una ilusión. A mitad de camino repentinamente el motor se apagó. Sin otra razón descendió por última vez. Al abrir el capo, un humo se expandía de allí. Estaban tan muertos como la oscuridad que los acechaba. Fue cuando recibió la caricia en la parte de atrás de su cabeza. No te preocupes ya eres parte del paisaje.




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