Relatos de un alma sin dirección.

La cena

Evan regresó a casa cansado. 

El trabajo lo agotaba.

Apenas entrar se quitó los zapatos y caminó descalzo por el frío pasillo.

Esta vez, había llegado un poco tarde y su novia no tardaría en llegar. Temía no alcanzar a preparar todo.

Detuvo su andar cuando llego a la cocina, saco todos los ingredientes, Evan quería recibirla con su comida favorita: Espaguetis.

Una vez todo listo, se dirigió al comedor, acomodo los platos, regó algunos pétalos de rosas y prendió una vela. Tal como a ella le gustaba.

Tomó asiento en la silla de siempre y esperó pacientemente.

Justo cuando el reloj marcó las nueve, la vela se apagó. Su novia había llegado.

—Cariño —dijo Evan, enderezándose en su asiento—, siempre puntual, amor, te he extrañado.

No le contestaron, pero a él no le importo, él conocía a su pareja y sabía que no le iba a platicar mucho. Eso no era un obstáculo, el amor que sentía por ella rompía cualquier barrera.

Incluso si eso significa esperar cada noche con la cena lista, a su novia muerta.

 

 

 

 

 

 

 




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