Relatos de un alma sin dirección.

Pof

Para Julia, las mañanas eran y serán su momento favorito en el día.

Se despierta contenta, toma una ducha, se viste y se dirige a la cocina. Esto es la razón de su felicidad, nada le hacía más feliz que cocinar en las mañanas.

Mete a cocinar un par de trozos de carne, huesos y los hierve en un rico caldo, agrega un par de verduras y por último, las especias.

Después escucha rasguños en la puerta y ella sonríe de oreja a oreja. Seguramente el pequeño Pof ha llegado.

Julia ama a su cachorro como a nadie en el mundo, con él, ella cambia, es capaz de hacer lo que sea con tal de verlo un día más.

Pof tiene cierta afición por los huesos y la carne humana, es algo extraño. Pero a Julia no le importa tener que matar para satisfacer a su pequeño.

Por último, le sirve un gran sazón y espera con una gran sonrisa a que acabe. Poder ver a Pof para ella ya era ganar en la vida y el resto, ya no le importaba mucho.

 




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