Mi papá me decía que había que tenerle miedo a lo de este mundo, no a lo del otro, que si veía algo extraño investigará, que todo lo que ocurre en el mundo tiene una explicación lógica. Como ejemplo me contó tres historias que le pasaron a él en los lugares donde vivió: Los brujos buscando tesoros; los cerdos del infierno; y el perro negro gigante fantasma, que atemorizaban a los habitantes de los lugares donde se aparecían en las noches, y lo que descubrió cuando investigó a fondo, por su cuenta.
Los brujos buscando tesoros (1954)
En los sembradíos al borde de la carretera, cerca de la ciudad de Copiapó, en una zona agrícola, en las noches se veían luces, de izquierda a derecha o viceversa, se decía que eran los grupos de brujos que con sus poderes hacían correr (mover con su magia) una vela, para buscar un tesoro. A veces se veían dos o más en el mismo sentido o en sentido contrario.
Los cerdos del infierno (1955)
En un campo muy amplio, al interior de la ciudad de Vallenar, se sentían a lo lejos ruidos de cadenas, y gruñidos o bufidos, apenas anochecía nadie pasaba por el lugar, por miedo que los animales escaparan y los atacarán.
El perro negro gigante fantasma (1966)
En la ciudad de Calama, en las últimas poblaciones que construyeron ese año, se decía que el perro del diablo andaba suelto, muchos lo habían visto, así como su desaparición en un simple pestañeo.
La verdad atrás de la leyenda
En el primer caso, mi padre, que tenía 9 años, luego de ver una de las luces, decidió ir a investigar, tuvo que ir solo, nadie quiso acompañarlo, se acercó al lugar para ver que era, y cual no fue su sorpresa al darse cuenta que era simplemente las luces de los autos que se reflejaban en las acequias (canal pequeño que conduce agua para el riego), de una carretera cercana al lugar, por eso a veces se veía más de uno y en distintas direcciones, luego de unos días llevó a unos amigos y les mostró de que se trataba.
En el segundo, ya un año mayor, mi padre escuchó los ruidos y nuevamente fue solo a ver que podría ser. Guiado por los sonidos, luego de caminar más de media hora, encontró un viejo molino, abandonado, cuyas aspas habían sido amarradas con cadenas, al soplar el viento las estructuras de las aspas trataban de moverse, y eso producía el ruido metálico, y el crujir de la madera era lo que todos confundían con cerdos. Esta vez no contó nada, y cuando le preguntaban decía que por poco se lo habían comido eso animales del infierno.
En el tercero él ya tenía veinte años, se había trasladado a vivir a la ciudad de Calama, una noche volviendo de una fiesta, en la madrugada, tres mujeres, dos hombres más y mi padre iban tranquilos, hasta que una forma negra, muy grande pasó frente a ellos, todos los demás corrieron gritando que los seguía el perro del demonio, pero mi padre se quedó agazapado, mirando para todos lados, hasta que lo vio de nuevo, se dio cuenta que era por la pasada de un gato frente a un poste, eso producía que su sombra se proyectara en el piso, al darse cuenta se rió muy fuerte, sólo uno de sus amigos tuvo el valor de volver y al esperar un poco ambos fueron testigos de una nueva aparición del "perro diabólico", al juntarse con los demás, les contaron todo, pero ellos simplemente no quisieron creerles.
Situaciones no explicadas
A pesar de lo que me decía en mi niñez mi padre, cuando ya fui adulta, y luego que enfrente mis miedos nocturnos gracias a lo que me había enseñado, una noche me contó que si había sido testigo de varias situaciones que no tenían explicación lógica, como cuando tenía cuatro años, y su padre lo llevó a una mina, vio un ser pequeño, parecido a un mono, pero de color rojo sin cola, saltaba entre los tubos del techo, mi abuelo y sus amigos le decían que no se preocupara, que era el diablo que se paseaba.
Otra era de un jinete sin cabeza que remataba (cuando un caballo a todo galope se detiene de golpe y levanta las patas delanteras), cerca de la entrada de una mina, cada noche de luna llena. Mi padre escuchó el relato y fue a vigilar, efectivamente vio aparecer al hombre en el caballo, rematando en una piedra gigante, al pararse en las patas traseras el animal, desaparecieron ambos, él se acercó a investigar y no encontró nada. Con el tiempo supo que en ese lugar donde se detenía encontraron una gran veta de mineral, tal vez eso indicaba el espectro.
Otra historia muy triste que me acuerdo, era la de una mina donde lamentablemente por un accidente, murieron 50 mineros, cada noche coincidiendo con el aniversario de lo ocurrido 50 luces salían del lugar, que fue cerrado luego del desastre ( se suponía que eran las luces de los cascos). Mi padre las vio y cuándo se acercó se apagaron, buscó por todos lados y no encontró nada, cuando se alejó se volvieron a ver, al otro año retornó y contó las luces que iban apareciendo, y efectivamente eran medio centenar.
Una que le pasó a él cuando era adulto, fue al interior de la cuarta región de nuestro país, se despidió de un amigo, luego de caminar un rato por el campo, algo le llamó la atención en una roca plana, vio como si fuera una televisión, que ha quien acaba de dejar dio un mal pasó y cayó en un foso, quedó tan impactado que fue al lugar, efectivamente encontró inconsciente a su amigo, a quien logró sacar del lugar y lo llevó a un hospital.