Cada noche, mi espíritu se liberaba de mi cuerpo, ofreciéndome una sensación de libertad que no podía experimentar durante el día. Me sentía flotar en un éxtasis sereno, alejado de todos mis problemas terrenales.
Sin embargo, cada vez que me acercaba a mirar el rostro de alguien, despertaba de golpe en mi cama, como si un resorte me hubiera devuelto a la realidad. Al principio, lo atribuí a meras coincidencias, pero la inquietud comenzó a crecer dentro de mí.
Decidí tomar medidas y compré una cámara para documentar mis experiencias astrales. Caminaba con cautela, con los ojos fijos en el suelo, asegurándome de capturar cada detalle de mis alrededores.
Una noche, mientras me deslizaba por las sombras, tropecé y caí. Mi corazón dio un vuelco mientras recuperaba la conciencia en mi cama. Decidí revisar el metraje de la cámara para entender lo que había sucedido.
Lo que vi me heló la sangre. El vídeo estaba lleno de imágenes inquietantes, pero lo más perturbador fue lo que descubrí al observar detenidamente a las personas que había intentado mirar. Ninguno de ellos tenía rostro. En su lugar, solo había oscuridad.
Un escalofrío recorrió mi espalda mientras una voz susurrante resonaba en mi mente: "Lo viste..."