Relatos de un tercero

#1: El brillo que se extingue

Despertó incómoda, empezó a moverse y a parpadear intentando ubicarse, no logró mucho ya que la venda que había sobre sus ojos se lo impedía. Movió sus brazos y piernas más descubrió que se encontraba atada, movió su cabeza y la atravesó un dolor punzante e insoportable, se había golpeado pero ¿ella misma? ¿con qué? ¿cuándo? Y lo más importante ¿dónde? Eran muchas preguntas y ninguna respuesta. 

Estaba confundida y desorientada, tenía el estómago vacío y estaba mareada, el lugar donde estaba despedía un hedor nauseabundo, casi no podía respirar, se sentía sofocada, si seguía así perdería el conocimiento nuevamente.

Empezó a desesperarse, sintió miedo, en el lugar sólo se escuchaba el sonido de su pesada respiración. Luego de lo que le pareció ser una hora se escuchó un horrible sonido que perteneció a una vieja puerta que se abría, escuchó pasos pesados y el sonido de unas botas al caminar, ella se quedó quieta, el miedo la congeló.

Esa persona se acercó a ella y con una de sus grandes manos cogió su quijada levantándola de manera brusca. Ella soltó un quejido lastimero y él una risa diabólica, sabía que estaba consciente, ahora sí se podría divertir.

La soltó y se dirigió hacia algún lugar de esa cabaña abandonada, arregló la mesa, la limpió y acomodó todos los utensilios que usaría. Luego fue en busca de ella, la soltó y la cargó como si fuera un simple muñeco, ella no tenía fuerzas, estaba casi inconsciente. 

La recostó en la mesa y la amarró de las esquinas inmovilizandola, se dispuso a jugar. Tomó el cuchillo que se encontraba al lado de la mesa y empezó a rozar la sensible piel de la muchacha que solo podía temblar por el miedo.

Paseó el pequeño pero afilado cuchillo por su pequeño cuerpo con cierta burla mientras la escuchaba encomendarse a su Dios en voz baja.

Lo deslizó con fuerza en su pequeño brazo haciendo un corte limpio, no era profundo pero sí largo; ella gritó y lágrimas de absoluto dolor recorrieron su rostro, la herida le ardía de una manera impresionante. 

Repitió el corte en su otro brazo y sus piernas, le gustaba la simetría así que cada cosa que hiciera sería así. Ella sollozó y lloró, su cuerpo ardía por los nuevos cortes y se sentía pesado, estuvo a punto de perder la conciencia varias veces. Él se había retirado luego de hacerle los cortes y la había dejado allí sobre la mesa, sangrando durante un tiempo considerable. 

Afuera de la pequeña cabaña estaba anocheciendo, él se había marchado dejándola sobre la mesa, herida y con los ojos aún vendados.

Al siguiente día, cuando el volvió la encontró en un estado de debilidad aún mayor que el del día anterior, ella apenas hacía el deber de moverse, estaba entumecida. Él sonrió, en una de esas sonrisas macabras que pueden congelar tu sangre en segundos, le encantó el panorama, la chica tirada sobre la mesa, tan pálida como un papel e hilos de sangre chorreando desde las esquinas de esta hasta el suelo, era perfecto para él, lo amó.

Pensó que este juego no estaba siendo muy justo, así que la desató, le quitó la venda y le ordenó correr, ella con las pocas fuerzas que tenía le hizo caso. El sonreía mientras cogía su nueva arma, era un cuchillo más grande que el anterior y pesaba más en su mano.

Dejó que ella corríera, de todas maneras sabía que no llegaría muy lejos en su estado, eso sin contar que estaban en un lugar alejado de la sociedad, la había elegido a ella por su inocencia, la admiraba, era tan radiante como un sol y desde que la vió deseó ser él el que acabara con tal brillo.

Salió de la casa dispuesto a perseguirla, a los pocos minutos la encontró escondida detrás de un gran roble, sonrío, se veía adorable. Lentamente rodeó el gran árbol y la atrapó, gracias a su agilidad ella no logró escucharlo hasta que fue demasiado tarde, él enterró el gran cuchillo en la parte derecha de su suave vientre de una sola estocada, ella gritó  fuertemente y trató de liberarse, él la dejó ir, quería que corriera un poco más antes de apuñalarla nuevamente, pero no fue muy paciente ya que la cogió del cabello y la volteó apuñalándola por segunda vez en el lado izquierdo de su vientre. Ella gimió dolorosamente cuando él  impulsó con fuerza el cuchillo hacia ella, apuñalándola una y otra vez, ella empezó a sangrar por la boca y se tambaleó hasta caer al suelo, las hojas que estaban tiradas en el se tiñeron de carmesí. Ella se desangraba más y más a cada segundo, ¡su luz se estaba apagando! Tenía miedo, no le faltaba mucho para abandonar este mundo.

Él sonrió, estaba satisfecho con su trabajo, su ropa estaba salpicada, al igual que su rostro, de la sangre de esta hermosa chica. 

Ella empezó a toser escandalosamente, ¡estaba ahogándose en su propia sangre! Más no podía hacer nada, sus heridas eran graves y no le quedaban fuerzas para luchar. Dificultosamente se recostó en el suelo lleno de hojas, ya no luchaba, se había dado por vencida. A su alrededor se empezó a formar un gran charco de sangre, mientras la vida empezaba a abandonarla. 



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En el texto hay: asesino, homicidio

Editado: 28.08.2018

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