Relatos de un triste amor

3

Capítulo 3

 

 

Carol conocía a pocas personas que fueran tan expresivas como Dalia. Valía la pena decir que la chica tenía una energía exorbitante que, en ocasiones, llegaba a ser molesta para algunas personas.

—¡Fue emocionante! ¡La mejor película que he visto en años!

—Sí… sólo fue una película —dijo Carol. No compartía el entusiasmo de su novia y sólo miraba hacía el frente mientras caminaban por la calle.

Dalia intentó no sentirse mal por la falta de entusiasmo de la otra. Amaba le cine de acción y quería que Carol se sintiera igual de emocionada que ella; pues ahí reside la belleza de una relación: en emocionarse juntas, en reír juntas y en llorar juntas.

Dalia la tomó de la mano. Carol sintió el contacto y se apartó enseguida. Hizo como si mirara la hora en su reloj para disimular y después se peinó el cabello con los dedos.

“Me gustaría que me tomara de la mano más seguido” pensó Dalia.

“Me gustaría que dejará de toquetearme a cada rato en público” pensó Carol.

 

AÑOS ATRÁS.

 

—¡Lo amo! ¡Lo amo! —Exclamó Carol—. ¡Amo a Loki! Es guapo y divertido a la vez. ¿Viste la pelea de Hulk contra Ironman?

—La vi —respondió Abigail sin mucho interés—. Me aburrió. Ya me estaba durmiendo a la mitad.

—Es que no sabes la historia detrás de lo que sucede —Carol se paró delante de ella, la sujetó de las manos y le dio una vuelta entera como si bailaran en medio de la calle—. Mira, te cuento. Tony Stark construyó la armadura para…

—Ay, ya te dije que no me gustan los comics. Apenas y sé algo sobre el Spiderman.

—Oh —el rostro de Carol se enfrió un poco—. Perdona. Creo que… traerte a ver una película de los Avengers no fue la mejor manera de celebrar un aniversario.

—Descuida —Abigail siguió caminando sola.

Carol, a su lado, suspiró de resignación y se preguntó si habría alguna manera de que su novia se interesara un poquito en sus cosas. Pero no podía obligarla.

“Al menos podría fingir que son importantes, por mí”.

 

ACTUALMENTE.

 

—¿Tienes alguna banda de música que te guste? —Preguntó Dalia.

La tengo. El rock, el rap, el heavy metal, el folk…

La verdad es que no.

—Oh. Es que como casi siempre tienes audífonos, creí que serías una amante de la música como yo. ¿Por qué no te gusta? La música es lo mejor cuando quieres evadir la realidad o cuando quieres escapar de alguien que no deja de molestarte.

—Lo sé —dijo Carol sin alegría—. Claro que lo sé.

 

AÑOS ATRÁS.

 

Carol:

»Te envío este mensaje porque eh… creo que te enojaste conmigo. Abigail, lo siento. A veces digo cosas que molestan. Y te prometo que para la próxima cita haremos algo que a ti te guste. ¿Quieres ir a comer comida china? ¿Italiana? ¿Te gustaría ir a la playa y pasear un rato? ¡Sería genial!

 

Abigail:

»Estoy oyendo música, luego hablamos.

 

ACTUALMENTE.

 

Se sentaron en la banca de un parque. Estaba atardeciendo y los pájaros trinaban mientras volaban en parvada hacía sus nidos. No eran la única pareja en ese lugar, pero sí la única conformada por mujeres. Y a Dalia no le importaba. Estaba feliz con poder compartir un momento con Carol. Aunque la chica parecía distante y sumergida en sus propios pensamientos, en realidad no era mala ni grosera.

De hecho… no era ni amable ni ruda. Ni cariñosa, pero tampoco desapegada. Estaba suspendida en la mitad de todo, como un fantasma que ha perdido algo importante en su corazón.

Dalia se inclinó hacia ella. Levantó su brazo e hizo que la abrazara. Carol lo hizo, pero al ver que una pareja de marido y mujer las miraba con una desaprobadora curiosidad, retiró el brazo y fingió distraerse con su teléfono.

El contacto físico en público era incómodo, aunque no siempre había sido así. Hubo un tiempo en el que no le importaba demostrar su afecto ante la vista de los demás: una caricia en el brazo, un besito de pico en la boca, una palabra de amor.

Y hubo un tiempo en el que le encantaba aprender de todo lo que le gustaba a su pareja. Sus pasiones, sus miedos, sueños, esperanzas, preocupaciones. Porque de eso se trataba su amor ¿verdad?

Ser el soporte de la otra persona.

Ser su pañuelo de lágrimas.

Tomar sus problemas y hacerlos suyos.

Llorar si la otra lloraba.

Reír si la otra reía.

Preocuparse si la otra se preocupaba.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.