Relatos de un triste amor

8

Capítulo  8

 

AÑOS ATRÁS

 

Odiaba las computadoras. Carol jamás había sido buena con ellas. La detestaban, y tal vez el sentimiento era mutuo. Le dolía la cabeza y no había desayunado por culpa del video que estaba haciendo para Abigail. Era algo simple, pero costaba concentrarse cuando había tantas opciones al alcance de un clic.

Bajó una multitud de videos de Youtube, todos los que pudo sobre una serie de anime de la que su novia era seguidora. Cortó las mejores escenas y las puso en un programa para agregarles música. Se esmeró para que los momentos más divertidos fueran de acuerdo con los segundos de mayor emoción de la melodía. Agregó efectos de sonido, filtros, transiciones y créditos.

Tras más de cuatro horas de trabajo, terminó y quedó a gusto con el resultado. Era una obra de arte. Una oda al amor que había hecho para Abigail. Había invertido tiempo, esfuerzo y conocimiento. Ahora sólo tenía que subirlo a Youtube y enviarle el link para que lo viera una y otra vez.

Su internet tercermundista se tomó casi veinte minutos en subir el video. Copió el link y se lo mandó a Abigail a través del chat de Facebook.

»Lo hice con mucho cariño para ti. Es un AMV, espero que te guste :D. Míralo toooodas las veces que quieras. Te amo.

»Gracias n.n te quedó bonito.

Pasaron los días, las semanas, los meses.

Años.

El video no tuvo más que una reproducción, y hasta la fecha, continúa ahí, en ese abandonado canal al que ya nadie entra.

 

ACTUALMENTE.

No tenía una gran colección de fotos. A Carol no le gustaban porque salía mal en ellas. Sabía y aceptaba que no era la chica más linda del mundo. Su rostro tenía facciones asimétricas, era morena (pero no de aquellas que presumen de un bronceado espectacular) y su nariz era un poco grande para su gusto. Tenía los labios carnosos y resecos. Ojeras debajo de los párpados y la piel grasosa por culpa de la genética.

¿Cómo demonios Dalia se había fijado en semejante criatura del averno?

Bueno, en realidad no le importaba. Ya no estaba en la edad de preocuparse por su apariencia y le daba igual que Dalia la quisiera por esto u por lo otro.

Seleccionó todas las fotos de ella y Dalia que había en su teléfono y la agregó a la línea del tiempo del programa. Le colocó una canción medio romanticona y lo puso a renderizar. Diez minutos después, tenía un simple video que no se molestó en subir a Youtube. Lo comprimió y lo envió por Whatsapp.

»Aquí está lo que me pediste. Feliz aniversario.

Apagó el ordenador. Le dio un sorbo a su café y se fue a desayunar. ¿Esforzarse para hacer un video? No estaba loca, gracias.

 

***

 

 

AÑOS ATRÁS

 

No estaba dispuesta a dejar caer la relación. No sin pelear. No sin antes agotar todas las posibilidades que tuviera a su alcance. La amaba, ¿por qué eso no era suficiente, maldición? ¿Qué estaba haciendo mal? ¿Por qué no importaba lo mucho que se esforzara por ella?

Era una universitaria. No tenía dinero para ir con un psicólogo y buscar ayuda, pero por suerte, podía contar con la sabiduría de internet. Y así lo hizo durante la clase.

Halló una página en línea que le dio una buena idea. El artículo decía que una buena forma de arreglar la relación de pareja, era hacer una lista de cosas que no le gustaban a la otra persona, leerla, y llegar a acuerdos para resolver esos pequeños conflictos.

Sonaba interesante. Carol quería seguir en esa relación porque ¿qué otra persona se fijaría en ella si Abigail la terminaba? No. El amor requería fe y esfuerzo. Debía nutrirse. El amor era especial, idílico, un sueño hecho realidad. Benditos fueran aquellas personas amadas y capaces de amar a otro ser humano. A pesar de sus defectos y de sus virtudes, ella la amaba y deseaba un futuro a su lado.

Ese día, después de salir de clases, hicieron la lista de cosas que no les gustaban en la relación. Carol escribió una sola cosa que iba mal.

“No me gusta que seas tan distante conmigo”

Abigail, por el contrario, no escribió nada y ni siquiera le tomó importancia al asunto. O tal vez no había nada que detestara de la relación. Quizá para ella las cosas estaban bien y sólo se trataba de Carol haciéndose la dramática.

Tal vez era ella quien estaba pensando demasiado las cosas.

Tal vez era ella quien buscaba problemas donde no los había.

Tal vez era ella… la que quería que todo fuera un poco más especial.

¿A caso no tenía ese derecho? ¿A caso no estaba bien pedir un poco más de cariño, un poco más de amor, cuando ella se esforzaba por darlo todo?

Y un día sucedió lo inevitable. Un día, la bomba de sentimientos explotó.

Estaban reunidas en un pequeño restaurante. Eran cuatro en total. Carol y Abigail estaban sentadas del mismo lado de la mesa y Regina y Mirna del otro. Regina no era la persona más amable del mundo, pues se caracterizaba por ser extrovertida, sarcástica, un poco rebelde pero al mismo tiempo, una persona inteligente.




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