Capítulo 9
ACTUALMENTE.
Carol sabía lo que le esperaba, y una gran parte de ella sentía tranquilidad pese al infierno que estaba a punto de desatarse. El mensaje de Dalia era serio:
“Ven. Necesitamos hablar urgentemente”.
Y ahí estaba ella, quizás un poco melancólica que de costumbre. La relación al fin se terminaría y podría volver a ese estado de duermevela constante sin tener que preocuparse por nadie más.
Llamó a la puerta del departamento y Dalia abrió a los pocos segundos. Lucía macilenta, con ojeras bajo los párpados y los ojos hinchados por tanto llorar.
—Pasa. Gracias por venir.
—No es nada.
Se sentaron una frente a la otra. Carol se retorció los dedos, incómoda por la situación. Aguardó a que la otra mujer pusiera en orden sus ideas antes de hablar. Y cuando Dalia habló, su voz llevaba consigo una luctuosa angustia.
—¿Quieres terminar conmigo?
AÑOS ATRÁS.
—¿Quieres terminar conmigo?
El corazón de Carol se detuvo mientras esperaba la respuesta. Le había hecho la pregunta a Abigail después de llegar al límite de su indiferencia. Ya no podía soportarlo más. Se había rendido. Su relación oscilaba. Un día estaban bien, felices; y al día siguiente, enfadadas y distantes sin siquiera un motivo aparente.
Abigail arrugó la nariz y se sentó en la banca del parque. No respondió enseguida, sino que se quedó mirando al piso, buscando algo qué decir.
Pronto sería el siete de noviembre. Cumplirían cuatro años de relación. Habían pasado prácticamente juntas toda la universidad. ¿Había valido la pena?
—No lo sé —respondió al fin.
Sin un sí o un no definitivo, la respuesta ya estaba más que clara. Carol quería llorar, pero se estaba aguantando. Seguía sin concebir qué había salido mal y por qué esa relación que empezó como un sueño, se había transformado en un abismo de ignorancia e impotencia.
—Yo no quiero —dijo en voz baja—. Hemos vivido mucho. Tenemos un futuro planeado ¿recuerdas?
Abigail encogió los hombros.
—¿Para qué es el amor? Siempre es igual. Mi papá engaña a mi mamá y no hace más que pelear con ella. Al principio se querían mucho, y ahora ya no hay nada. El amor no vale la pena.
—Esa es la vida de tu papá —insistió Carol—. No quiere decir que siempre va a ser así. Podemos estar juntas y tener la familia que nunca tuvimos, la que siempre deseamos ¿verdad?
—¿Quién sabe? —Volvió a encoger los hombros—. El amor es una porquería.
Su opinión sobre ello era tan cerrada, que Carol no encontraba la manera de decirle lo contrario. ¿Cómo podía decir que no valía la pena? Era como echarle en cara que todos sus esfuerzos para que pudieran estar juntas, habían sido en vano.
—¿Y nuestros hijos? ¿Qué hay de la familia que queríamos formar y…?
—¿Quién quiere tener hijos? No son más que problemas —Abigail alzó la vista hacía el horizonte—. Prefiero trabajar, ganar mi dinero, comprarme todos los celulares que quiera e irme a vivir con… es decir, a otro lado.
“¿Con?”
Carol hizo como que no lo sabía, pero en el fondo, sí que lo sabía.
Se estaba refiriendo a su ex novia, Génesis. Una chica que vivía a miles de kilómetros de ellas. Una chica a la que Abigail jamás había visto en persona porque no era más que un amor virtual. Un amor por internet. Un amor que se escondía detrás de una foto de perfil y cuya única interacción eran los emoticonos.
Y al parecer, Carol había perdido contra todo eso.
—No es justo —dijo con una pizca de rencor—. Me metiste la idea de querer formar una familia, un futuro, y ahora simplemente dices que ya no vale la pena. ¿Y todas las cosas que hice por nuestra relación?
—Jamás te pedí que las hicieras.
Las cartas perfumadas y escritas a mano.
Los videos editados con amor.
Los poemas creados con delicada prosa.
Los cuidados cuando se había enfermado.
Los abrazos durante sus noches de tristeza.
Las citas llenas de risas y deseo.
Las palabras de apoyo y las enseñanzas.
Los obsequios. La ropa, los peluches, los detalles.
Las noches de desvelo.
Las lágrimas compartidas.
Los “buenos días, amor”.
Las “buenas noches, que descanses”.
Los “te extraño mucho”
Los sueños.
Las esperanzas.
Las fiestas sacrificadas con amigos sólo para estar con ella.
Las dietas secretas.
Las tardes en el gimnasio, esforzando para verse más bonita.