El sueño la consumía. Sus ojos grandes seguían mirando el cielo oscuro mientras la melancolía seguía creciendo en su interior. Terminaba de ver el hermoso atardecer, y ella seguía en el mismo lugar.
La paz que reflejaba su rostro era indescriptible para cualquier persona ajena, pero para ella, no. Sus ojos se inundaron de agua a la vez que un nudo se formaba en su garganta.
El día había terminado y ella seguía en el mismo lugar.
Se levanta del pasto verde, sacude sus prendas de vestir y echando un último vistazo a las brillantes estrellas del firmamento, se dirige hacía su hogar. Sabiendo que de nuevo, al día siguiente, estaría en el mismo lugar.