Relatos de Una Noche ~otoño~

Operación: Donación y Rescate

            Se habían tardado en llamarnos tras resguardar a los ciudadanos en los búnkeres más cercanos y fuera del alcance de las posibles amenazas salvajes que por toda la ciudad de habían presentado. Ya era el segundo día desde que toda la conmoción había iniciado y la mayoría de las personas, si no toda, estaban a salvo de cualquier ataque animal.

            A la fuerza especial se le había comunicado que debía presentarse a exactamente dieciocho para una inspección y luego para el trabajo oficial. Nadie sabía de qué se trataba, ni pudimos preguntar, pues nuestro capitán no había aparecido aún ni en la instalación ni por el comunicador.

            Todos fuimos reunidos en una sala totalmente blanca que tenía huecos por todas partes. De allí comenzó el proceso de desinfección regular y nos pidieron que nos vistiéramos de manera casual, dejando ellos una ropa sencilla de camisa y pantalón corto. Luego nos pasaron a una sala médica donde había muchas máquinas de donación de sangre.

            Nos explicaron que necesitaban parte de nuestra sangre y que no hiciéramos más preguntas. Así nos tomaron poco más de medio litro de sangre a cada uno de los integrantes de la unidad y nos permitieron descansar, dándonos de beber y comer saludablemente. De ahí partimos a cambiarnos de nuevo a nuestros respectivos uniformes y nos reunimos con nuestro capitán.

            Allí, en una sala del hospital donde nos metieron, se nos explicó que teníamos la misión de darle de comer a los animales de la isla. Que era un arriesgado plan pero que evitaría que los animales se descontrolaran y dejaran de atacar a las personas. Que podía ser sencillo si algunos animales ya habían pasado por el proceso de alimentación, pero que también podía ser mortal para aquellos que no, y que al parecer teníamos el viento en contra, pues se descubrió no mucho después de los primeros análisis, que si un animal mordía a otro tras la comida de sangre, este moría, y que este podía llegar a extinguir a los animales de la isla entera.

 

            Por ello teníamos dos misiones al mismo tiempo:

            *La primera darle de comer a los animales con nuestra sangre.

            *La segunda, resguardar en camiones especiales a dichos animales recién alimentados.

            Ambas misiones eran difíciles, ya que un animal alimentado atraía inconscientemente a los animales no alimentados y que muchos eran mascotas o animales ya previamente catalogados como en extinción, por lo que debíamos actuar rápidamente pero con sumo cuidado en muchos casos, y más que no muchos del grupo sabía cuales animales corrían el riesgo de extinción.

 

            Tras la breve explicación se presentó a una persona, a un civil, que nos acompañaría. Este estaba sumamente herido y vendado, pero caminaba como si nada le importara ni le doliera. Cubierto de vendas ensangrentadas se presentó como aquél que nos mostraría los animales que debíamos salvar, y a aquellos que podíamos suprimir. Era un experto en el tema y veterinario, por lo que sabía cómo lidiar con las más mortales especies y cómo encontrarlas en su hábitat.

            Así pasamos una hora aprendiéndonos los nombres, formas, tamaños y actitud de cada una de las especies que se encontraban solamente en la superficie de la isla. Se nos informó también que ya las aguas estaban siendo purificadas tras haberle lanzado grandes cantidades de sangre para el ecosistema marítimo, por lo que si pasábamos por un río debíamos tener cuidado y que no nos sorprendiéramos si alguno que otro pez se encontraba flotando o algo parecido o peor.

            Partimos a la misión al prepararnos y armarnos hasta los dientes con munición de salva, y mucha sangre, a lo profundo de la ciudad con más de treinta unidades de decenas de militares y más de mil ayudantes informados, siendo muchos de ellos afectados o dueños de mascotas queriendo salvarlas; a lo profundo de los bosques con guardabosques y expertos ambientalistas; y a la montaña, con escaladores profesionales, helicópteros y agentes especiales. Y en tan solo un par de horas logramos cubrir toda la isla central y con otras más las nuevas encontradas tras el verano pasado, las montañas y el mar cercano en su totalidad. Así rápidamente la gran mayoría de los animales salvajes había sido neutralizada y salvaguardada, terminando con éxito la misión sin mucho imprevisto, salvo una que otra mordida y desgarre de algún mortífero animal que se nos acercaba para tomar nuestra presa o nuestras bolsas de sangre…

 

            Así terminaron los tres días más ajetreados y mortales conocidos hasta el momento de la isla principal del nuevo archipiélago, pero de los que estábamos seguros no serían ni los primeros ni mucho menos los últimos...




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