Hacia un frío tremendo, de aquellos que te calan los huesos, por más ropa que llevara encima, más frío podía sentir en mi cuerpo. Era una sensación extraña, pero era aquella sensación que me indicaba que algo pasaría. Sin embargo, y en afán de guardar mis temores en lo más profundo de mi ser, hice caso omiso, colocando otro suéter sobre mis hombros. Caminé en silencio hacía mi habitación, eran cerca de las 10 de la noche, sobre mi cama unos libros esperaban por mí, era momento de leer y estudiar antes de dormir. Así es la vida de un universitario, me decía a mi mismo, nada de fiestas y tragos, solo estudio, libros y más libros.
Me tendí sobre mi cama a leer, pero el frío congelaba mis manos siendo casi imposible sostenerlo. Parece que va a escarchar, pensé y me deje en manos del silencio. Tomé todo lo que había sobre mi cama y lo lancé al suelo. Desplegué las frazadas y sabanas de mi cama y me metí dentro acurrucándome como si fuera una crisálida. Cuando ya hube tomado algo de calor, me acomodé boca arriba, observando los surcos que se dibujan en el cielo raso de mi habitación, luego comencé a contar por enésima vez las tablas que decoraban las paredes, llegando siempre a un numero distinto. Aquel era un ritual que realizaba con el objetivo de despejar mi mente evitando pensamientos negativos que pudieran provocarme pesadillas.
Mi mente comenzó a ceder ante el cansancio y poco a poco fui cayendo en las manos de Morfeo. Sentía mis ojos pesados y al cabo de unos segundo me quedé profundamente dormido.
...
Abrí los ojos y sobre mi, dibujado en el cielo raso de la parte alta, una imagen similar a un perro se había ilustrado con los nudos de la madera, lo miré detenidamente y este me miraba a mí fijamente a los ojos. Al cabo de un par de segundos, un ladrido grave y furioso me sobresaltó. Sentía como mi corazón palpitaba con fuerza, mi cuerpo estaba inmóvil, como si estuviera atado a la cama, intenté levantarme sin poder lograrlo, intenté gritar ahogándome en mis propios esfuerzos.
La cortina de la ventana comenzó a flamear como si esta estuviera abierta, pero recordaba perfectamente haberla cerrado. Nuevamente el grave ladrido me estremeció, esta vez se escuchaba mucho más cerca. ¿Qué me pasa? me preguntaba a mí mismo sin poder mover un músculo de mi cuerpo. Con todas mis fuerzas lancé un grito de ayuda pero resultó en apenas un quejido desesperado. La cortina dejó de ondularse y se corrió como por arte de magia dejando a la vista la ventana abierta de par en par.
Un golpe seco, se sintió en la pared bajo la ventana y un ladrido aterrador retumbo como un eco en la habitación. ¿Qué hace ese perro? dije intentando moverme. Pasaron unos segundo cuando de un salto, aquel perro ingresó a mi habitación por la ventana.
Era completamente negro, de ojos brillantes y amenazadores, mostraba sus dientes como en estado de alerta a punto de atacar, dejando caer babas por donde circulaba, moviéndose de lado a lado sin dejar de mirarme fijamente a los ojos. No recuerdo cuanto tiempo estuvo allí, solo que de pronto y luego de lanzarme un ladrido furioso, volvió a saltar por la ventana alejándose rápidamente.
Observé nuevamente hacía el techo y ya no se encontraba aquella imagen, respiré profundo intentando moverme y para mi sorpresa, mi cuerpo respondía perfectamente a cada una de mis solicitudes. Me senté en la cama y encendí la lámpara: el espantacucos que me regaló mi madre cuando tenía 6 años. Luego de un rato de meditar, me levanté y armándome de valor caminé a la ventana, cerrándola y corriendo la cortina. Volví a mi cama, acurrucándome nuevamente, pero esa vez con la luz encendida.
A la mañana siguiente, pensé en contarle lo sucedido a mis padres, pero preferí guardar silencio. Cada una de las palabras aterradoras de este sexto sentido calaban hondo en sus corazones ya que desde siempre eran firmes creyentes de cosas sobrenaturales.
Ya en la universidad y en mi afán de intentar explicar lo sucedido, confiando en la ciencia, busqué información al respecto, en la biblioteca, no encontrando nada más que significados de sueños. Según esta información soñar con este tipo de perro traía mal augurio, asociandolo a muerte.
-Muerte.- pensé. -¿De quién?
Al volver a casa luego de la universidad, me encontré con mi madre sentada en el sillón del living, llorando a mares, mientras mi padre intentaba consolarla, sin lograrlo.
-¿Qué pasa?- pregunté.
-Tu abuelo. -dijo mi madre entre sollozos.
-¿Qué pasa con él? ¿Está enfermo?
-Antonio, tu abuelo falleció anoche.
Sentí como mis manos temblaban, mientras mi mente digaba entre el supuesto sueño que había tenido y el augurio de este. ¿En realidad lo soñé? ¿O fue real?