Relatos de una vida sobrenatural

El niño en la puerta

Llegaba de clases. Estaba tan cansado que sentía que las piernas me flaqueaban. Durante todo el trayecto en el transporte urbano había viajado de pie, cargado de libros y materiales, no teniendo la oportunidad de sentarme ni una sola vez en todo lo que duró el trayecto. 
Al llegar, bajé del bus con dificultad, mi mente tan agotada como mi cuerpo, solo atinaba a caminar en la misma dirección que recorría a diario, como por inercia.

Abrí la puerta y entré en mi casa, dejando cerca de la puerta los libros que cargaba, marcando el camino a mi habitación con las prendas de vestir y accesorios que me quitaba, como dejando migajas al estilo de Hansel y Gretel.

Abrí la puerta de mi habitación de un golpe, y me lancé en la cama como quién se tira un piquero en alguna piscina pública. Me acomodé y cerré mis ojos, dejándome llevar por las miles de imágenes que se dibujaban en mi mente en un sueño tan profundo que perdí la noción del tiempo y espacio.

El tiempo transcurrió y nadie de mi familia osó despertarme de mi sueño reparador. Dormí profundamente desde las 6 de la tarde hasta aproximadamente las 3 de la mañana.  Desperté algo sediento, me levanté y me dirigí a la cocina por un vaso de agua. Al volver noté un aire frío salir de mi habitación, no le tomé importancia e ingresé sentándome al borde de la cama sin cerrar la puerta.

Tomé mi almohada acomodándola para continuar con mi sueño, cuando vi a un niño de pie en el umbral de la puerta mirándome fijamente.

El miedo se apoderó de mí y mi corazón comenzó a latir con fuerza. ¿Y tú quién eres? Grité sin recibir respuesta. No se movió, se mantuvo quieto observándome en silencio. Tragué saliva y haciéndome el valiente, pensé en que quizás mi hermana había venido a la casa con su pequeño hijo.

Lo miré sonriente, tomé una almohada y se la lancé esperando que reaccionara. 
-Vete a tu cama. - Le dije y me volteé dándole la espalda y acomodándome nuevamente para dormir.

Mi mente divagaba, aún pensando en aquel niño en la puerta. ¿Seguirá ahí? Me preguntaba sin atreverme a mirar.  Luego de mucho pensar me quedé dormido.

A la mañana siguiente, desperté como si nada. Me levanté y vi la puerta de mi habitación entre cerrada. 
-Quiso cerrar, pero no alcanzó la manilla. - dije, imaginando como el pequeño había intentado cerrar la puerta.

Caminé en silencio y salí buscando la almohada que le había lanzado anteriormente, pero no la encontré. Miré a mi alrededor y la vi, se encontraba perfectamente acomodada en la parte inferior de mi cama. -Vaya.- dije. -Ahí está.

Me dirigí a la cocina. Mi madre preparaba el desayuno, mientras mi padre esperaba impaciente sentado junto a la mesa como un niño pequeño. 
-Apúrate, vieja, que tengo hambre.-decía moviendo los servicios. 
-Cálmate hombre. No eres mi hijo.

Ambos reían. Era la típica escena que se repetía una y otra vez cada mañana. 
-Hola. -dije somnoliento. 
-¿Reviviste?-dijo mi padre asombrado. 
-Hijo, siéntate. Ya esta casi listo.-añadió mi madre. 
-¿Y dónde esta María con Tomy?- pregunté mirando a mi alrededor.
-En su casa, supongo.- dijo mi padre mirándome con extrañeza. 
-¿No vinieron a dormir?
-No. ¿Por qué lo dices?

Mi padre miró a mamá como queriendo decir algo, pero se mantuvo en silencio, mientras ella se volteaba y me preguntaba con cariño que era lo que sucedía.

-Pensé que habían venido. Me pareció ver a Tomy anoche. 
-Estarías soñando.- respondió mi padre mirando de reojo a  mamá. 
-Puede ser.- respondí extrañado. 
-Bueno, es mejor dejarnos de secretos.-dijo al fin mamá mientras caminaba hacia el cajón ubicado cerca del lavaplatos.

Mi padre la miró haciendo gesto con la cabeza, mientras ella hacía caso omiso, abriendo el cajón sacando de su interior una vieja fotografía. 
-¿A este niño viste? -preguntó seriamente mostrándome la foto..

Lo reconocí de inmediato, llevaba una camiseta blanca de mangas largas y un pantalón de un tono similar. Miré a mi madre, moviendo la cabeza en gesto de afirmación.

-El es tu tío.-respondió mi padre entristecido. 
-¿Cómo? No entiendo. 
-Hace años, cuando yo tenía más o menos tu edad, mi hermano pequeño falleció justamente en la entrada de tu habitación, que era la mía en ese entonces. 
-¿Me dices que vi un fantasma?
-Sí. 
-Pero ¿cómo? ¿Qué pasó? 
-Esta casa es muy vieja. Tu padre siempre ha vivido aquí, y la heredó luego de que sus padres fallecieran. 
-¿Y qué pasó con el niño? ¿Cómo murió? 
-Fue mi culpa. -respondió mi padre derramando un par de lágrimas. -Tu abuelo tenía una escopeta en la casa, con la que a mí me gustaba jugar. Yo la tenía en mi cuarto, por que ese día había salido a cazar. Olvidé que estaba cargada y la dejé junto a la puerta. Mi hermano Juan era pequeño, el no sabía de armas y la tomó. Esta cayó al suelo disparándose.

Mi madre, se acercó a él abrazandolo en afán de consuelo. Mientras yo, perplejo observaba la foto. 
-Falleció al instante. Y ayer era el aniversario de su muerte. Debí decirte esto antes. Lo siento hijo.

Tomé las manos de mi padre, y las apreté con fuerza. No te preocupes, estaré bien, respondí intentando consolarlo.

Cada año, en la misma fecha, Juan se ubica de pie en el umbral de la puerta, observando en silencio. Pasan algunos minutos y desaparece tal cual aparece al año siguiente, sin dejar rastro.

 



#1692 en Paranormal

En el texto hay: sobrenatural, experiencia

Editado: 08.12.2020

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