Relatos de Verlomare: El Eclipse Carmesí

Capítulo 4: Un sueño inquietante

Una niebla espesa se alzaba por doquier, obstruyéndole la vista y ocultando todo a su alrededor bajo un gigantesco manto blanquecino que se erguía imponente ante sus ojos, el cual no le dejaba observar más allá de un par de metros aun por más que tratara de forzar la vista.

Lo último que recordaba era un terrible y repentino dolor en la espalda, seguido de una sensación de calidez que lo envolvió lentamente hasta que todo a su alrededor se desvaneció de un momento a otro.

Aquella bruma misteriosa danzaba con ligereza sobre el aire, retorciéndose sobre sí misma una y otra vez en miles de formas que carecían de cualquier orden y sentido para él. Lo único que le hacía compañía ahí era una oscuridad infinita que se extendía por todas partes, además de un frío sepulcral que poco a poco iba calando en sus huesos, haciendo tiritar sus manos de forma leve.

De vez en cuando, pequeños zarcillos neblinosos surgían de entre el velo semitransparente y se le acercaban, arremolinándose muy cerca suyo para poder tantear su cuerpo con delicadeza al igual que pequeñas manos traslúcidas que jugueteaban con curiosidad, estirando sus dedos incorpóreos sobre la superficie de su ropa por unos breves segundos para luego desaparecer de forma fugaz tan rápido como habían aparecido.

  • ¿Hola? - Llamó el joven, parado ahí en medio de ese páramo desolado y desconocido con la esperanza de que alguien pudiera oírle y le respondiera - ¿Hay alguien ahí?

Su llamado se escuchó claro y fuerte, atravesando más allá de los grandes muros etéreos que lo encerraban celosamente, separándolo y aislándolo del resto del mundo. Más sus palabras fueron en vano, resonando en un eco vacío que se repitió por un instante y que luego murió sin más, desapareciendo en el olvido sin recibir respuesta alguna de parte de nadie.

Esperó ahí un momento, tratando de divisar lo que fuese entre la bruma mientras pensaba y meditaba las opciones que tenía a su disposición. Luego de un rato sin llegar a ninguna otra solución que le pareciera factible, tomó un poco de aire, dio un par de pasos hacia el frente y comenzó a caminar sin un rumbo fijo en mente, esperando encontrar algo más que sólo niebla y oscuridad si conseguía avanzar lo suficiente en ese sitio extraño.

Y así los minutos fueron pasando, pasando y pasando. La paciencia y la calma con las que había partido ya estaban empezando a menguar al mismo tiempo que la caminata seguía sin darle frutos, convirtiéndose en algo eterno y sin mucho sentido. A ratos apuraba la marcha, llegando incluso a correr por unos instantes, deteniéndose de pronto para cambiar de dirección o para cuestionarse si acaso se encontraba dando vueltas en el mismo lugar sin siquiera saberlo.

La impaciencia y la desesperación comenzaban a carcomerlo por dentro, revolviéndose en su interior como una ponzoña que lo aquejaba mientras que varios pensamientos fugaces y sombríos jugaban con su mente inquieta, lo que aumentaba su ansiedad y el miedo creciente que se asomaban desde las profundidades de su ser para apoderarse de su alma y de su corazón.

Fue entonces cuando una débil voz lo llamó desde la lejanía, pronunciando su nombre a través de la espesa niebla que lo rodeaba, sacándolo de sus desvaríos internos y devolviéndole algo de esperanza en mitad de esa soledad abrumadora que amenazaba con devorarlo lenta y dolorosamente.

Corrió sin pensarlo mucho hacia el lugar del cual había parecido provenir el llamado, adentrándose aún más en aquella espesura que se propagaba por todas partes, notando que esta se hacía más y más densa conforme pasaba el tiempo, dificultando en gran medida el avance del muchacho.

Oyó de nuevo la voz durante su carrera apresurada, esta vez más cerca suyo, por lo que intuyó que, a pesar de lo tortuoso que estaba siendo el intentar navegar entre medio de la frondosa bruma, podía confiar en su oído para conseguir llegar a la persona que lo llamaba, quien tal vez pudiera ayudarle a salir de ese extraño lugar.

Movía sus manos frente a su cara a modo de abanico para intentar alejar la niebla que se hallaba delante de él, pues ya ni siquiera lograba ver más allá de unos cuantos centímetros, llegando a dar manotadas a diestra y siniestra con tal poder ver algo, lo que fuera.

Pero sus esfuerzos probaron ser en vano, pues lo único que podía observar, sin importa hacia donde mirase, era un velo blanquecino que se expandía sin dar señales de tener fin. La oscuridad que lo rodeaba había decaído de forma gradual hasta desaparecer por completo, quedando aislado y a la deriva en medio de un gigantesco manto blanco que había crecido hasta tal punto que ahora cubría todo lo que había ahí, envolviendo su cuerpo de pies a cabeza y atrapándolo ahí mismo en donde estaba sin dejarle vislumbrar a la persona que con tanto desasosiego estaba buscando.

Fue entonces cuando se detuvo de súbito al sentir que un aroma peculiar, pero a la vez extrañamente familiar llenaba el aire, impregnando todo el lugar y provocando que una mueca de desagrado se formara en su rostro, lo que hizo que un par de lágrimas diminutas brotaran de la comisura de sus ojos un tanto enrojecidos. Sin quererlo, empezó a toser, por lo que llevó una de sus manos hacia su boca para impedir que aquello entrara en sus pulmones. Se trata de humo, un humo muy pesado e intoxicante que oscureció de pronto todo cuanto había a su alrededor, devorando todo rastro de la neblina y creando un ambiente pesado y nocivo que le iba dificultando la respiración.

Reanudó su marcha y avanzó con toda la rapidez que pudo para escapar de esa nube tosigosa que había envenenado el aire, la cual invadía su pecho y le causaba un dolor que aumentaba de intensidad con cada segundo que pasaba metido ahí dentro, dificultando su andar, su visión y drenando sus energías como una vil sanguijuela que se alimentaba con voracidad de su vitalidad.



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En el texto hay: fantasia, aventura, magia

Editado: 02.05.2025

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