¿Quién me acaba de amarrar las manos? No veo nada a través del saco de harina en mi cabeza. No. Hace unos minutos estaba tomando el taxi para regresar a casa. Mi pecho se mueve desesperadamente mientras recuerdo el sonido de los seguros de las puertas. Me han secuestrado y es claro que no me queda tiempo. No quiero esto. Un grito agudo se escapa de mi garganta. Por favor no. Alguien sálveme de este victimario. Brom suena el motor como una bestia asesina. Entonces el auto se detiene. Mil y una ideas de escape vienen a mi mente. Veo borroso y así se van mis fuerzas de luchar. El sonido de las puertas abriéndose anuncian mi fin. Me saca violentamente y me defiendo. Pero por más que lo intento no logro nada. Maldigo a este ser deseándole las penas del infierno. De la nada la capucha se va y puedo ver que no estábamos solos. El policía que dirigía el tránsito de mi calle estaba ahí. Le agradece su trabajo. Se acerca y rompe las amarras. Agarra mi cabello buscando someterme. Me caigo en mi lucha. Un brillo aparece al lado de la comisura de mi ojo. No hay energía. Se arroja sobre mí. Lucho y grito. No hay ayuda. Aquel que debía protegerme me estaba oprimiendo. Me golpea mientras me defiendo. Ya no quedaba otra opción. Tomo el trozo de vidrio que desgarra mi mano y se lo entierro en el cuello. Una sensación extraña me inunda. Placer al ver ese hombre desangrándose sobre mí. Quizás nunca fui la víctima. Siempre he sido la opresora. Estoy disfrutando del espectáculo como el de los otros cadáveres de mi pasado.