Relatos del Bosque Rojo

El chico aspirante a comerciante de especias

 

Mi nombre es Luís, y mi casa está en el medio de un pequeño pueblo pesquero. Tengo innumerables hermanos regados por la bahía y por algunas de las islas más cercanas, pero mi papá no quiere reconocerlo y dice que soy su único hijo. En fin, eso no importa porque me llevo bien con casi todos ellos y somos muy unidos. Por ejemplo; cuando alguien necesita ayuda ahí están para apoyarlo, y son muy trabajadores  por lo que muchos de ellos ya están casados y tienen su propia familia. Si, sé que puede parecer raro que sea tío a mi edad, pero ahí eso era pan de cada día. Y saben, quizá todo esto de familias confusas sea la verdadera razón por la que mamá ya no quiere ver a papá. Después de todo él nos abandonó primero y solo cuando tenía edad suficiente me trajo a vivir con él.

A veces me pregunto si hace lo mismo con cada hijo que tiene; si lo abandona a penas nacido, regresa a por el cuándo cumple los doce años, y lo educa hasta que tenga edad suficiente para tener su propia vida. Entonces es cuando él puede conseguirse otra mujer, más joven y guapa que la anterior y así repetir el ciclo. O eso nos imaginamos la mayoría, porque si de algo jamás se habla en este pueblo, es de eso, de la gran familia que él ha formado. No puedo preguntar a mis hermanos como ha sido nuestro padre con ellos, porque enseguida cambian de tema o se enojan de manera terrible, y peor aún sería preguntárselo a él directamente, te lanzaría por la borda de su barco si así lo hicieras. Así que así es la cosa; lo más probable es que nadie sepa la verdad jamás.

Bueno, creo que ya es suficiente embrollo familiar por el momento. Y me parece que es más sencillo explicar otros detalles de mi vida. Especialmente porque mí día a día solía ser bastante tranquilo antes de dejar el pueblo. Mi rutina consistía en levantarme mucho antes de que el sol saliera para así tener tiempo de preparar la comida para mi padre y yo, organizar las redes y cañas en el barco en el cual él zarparía, alimentar a las gallinas, y sentarme luego a revisar por centésima vez el libro de especias que uno de mis hermanos me había regalado, hasta llegada la hora de la segunda comida.

La verdadera razón por la que le dedicaba tanto tiempo al estudio de ese viejo libro, era porque estaba escrito en una lengua muy extraña, y porque por supuesto, era el único objeto en el pueblo que me podría ayudar a convertirme en lo que siempre había soñado; un gran comerciante, dueño de las mejores y más rápidas rutas que conectarían todo el mundo, llenándolo así de olores y sabores que solo se podían imaginar en las más viejas leyendas.

Este texto no tenía muchos gráficos, casi ninguno a decir verdad, por lo que desde el primer día me vi obligado a buscar a alguien que me enseñara ese idioma para así poder descifrar lo que estaba escrito. Y así fue, un comerciante de telas de un país lejano, que venía de vez en cuando al pueblo para vender su producto, estaba dispuesto a ayudarme en mi tarea a cambio de unas pocas monedas de oro. Era todo un personaje, reconocible a primera vista en donde sea, pues para empezar, su manera de hablar era muy graciosa, y aunque no podía decir ciertas palabras bien, podía comprendérsele la mayoría de las veces. Y su ropa no era la excepción, él siempre vestía con colores vivos y muy poco comunes, con telas muy suaves y adornadas, muy similares a las que comerciaba.

Desde el primer día que lo vi, no dejé de hacerle preguntas del resto del mundo, ya que él era uno de los pocos comerciantes de otras tierras que hablaban nuestra lengua. Le sorprendía mucho que los demás habitantes del pueblo no se interesaran en sus locas historias, más que unos pocos, y por eso siempre repetía que estábamos encerrados en un lugar muy pequeño a comparación del resto del mundo, y que podríamos ver todas las maravillas de nuestro alrededor si tan solo exploráramos la posibilidad de cultivar el espíritu explorador en nuestro interior.

Por supuesto que a mí no me faltaban ganas de salir y conocer otros mares, así que jamás me cansé de preguntarle a mi padre si me dejaría algún día acompañar al hombre en una de sus travesías. Pero no solo él se oponía, sino que el mismo comerciante de telas me repetía constantemente que admiraba mi pasión aventurera, pero que aún tendría que aprender muchas cosas antes de pensar dejar mi pueblo. ¿Cuándo va a ser el día?, le preguntaba yo. A lo que él me respondía que aún faltaba mucho.

Aparte del libro que tenía, él me había vendido muchos otros, menos grandes, pero con más dibujos, además de muchos pergaminos que indicaban las rutas que más se utilizaban para hacer el comercio. "La ruta de la seda" le decían a la mejor, y era maravillosa, pues llevaba a lugares que jamás me podría haber imaginado que existían, a puertos abarrotados de comerciantes de todos los países, y con toda clase de plantas, objetos, y animales. No podía esperar a surcar aguas diferentes, que no fueran las mismas que veía apenas despertar. Tenía la emoción por las nubes siempre que me imaginaba esos escenarios.

Entonces llegó el día, mi padre siendo pescador me había instruido bien en el arte de navegar, barcos no tan grandes por supuesto, pero sabía lo suficiente como para darme una idea de cómo sería hacerlo en mayor escala. Y entonces pasé de estudiar, a aplicar lo estudiado, tenía que tener hombres a mi servicio, y los encontré. Tenía que saber reconocer las diferentes plantas y sustancias con las que se hacían las especias, y lo aprendí. Tenía que saber otros idiomas, y los dominé bastante bien. Tenía que dejar atrás mi hogar, las tierras que me vieron nacer y crecer, y las abandoné.

Era un evento relativamente grande, no era la primera vez que me alejaba de las costas por un largo tiempo, pero esa vez era posiblemente la última, buscaría mi hogar al borde de otras aguas; dulces, saladas, nadie podía saber. Pues lo único que era cierto en ese instante, es que estaba listo y ansioso por partir. Ver a casi todo el pueblo reunido solo para despedirse de mí me emocionó aún más. Me despedí entonces de mi infinita familia, y con la mano en alto, pude observar como el mar se tragaba al pequeño pueblo poco a poco, mientras me alejaba.



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En el texto hay: tragedia, flores, aventura misterio

Editado: 24.02.2021

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